Cuerdas Rotas en la Red

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Han pasado años desde el Miyamairi de Kenji. El pequeño bebé que alguna vez fue el centro de sus vidas había crecido, transformándose en un joven alto y atlético, con una determinación que no dejaba espacio para las dudas. Había heredado el talento innato de su padre para el voleibol, pero con él también había adquirido una feroz independencia que Shōyō nunca supo cómo manejar. Kenji ya no era el niño que solía seguir a su padre por las canchas de Karasuno, fascinado por las historias de las grandes victorias del pasado. No. Kenji quería forjar su propio camino, y ese camino lo llevaba directamente al corazón de Nekoma, el eterno rival de Karasuno.

La noticia llegó como una tormenta devastadora en la familia Hinata-Tito. La carta de aceptación de Kenji en Nekoma había llegado una tarde tranquila, mientras Shōyō jugaba en el jardín con su hijo más pequeño. Tito estaba en la cocina, preparando la cena cuando Kenji, con su uniforme de práctica aún puesto, se acercó a su padre con una expresión tensa, pero resuelta.

—Papá... quiero hablar contigo —dijo Kenji, su voz seria, con esa madurez que a veces descolocaba a Shōyō.

—Claro, ¿qué pasa? —respondió Shōyō con su habitual energía, sonriendo mientras le lanzaba una pelota a su hijo más pequeño.

Kenji se quedó quieto por un momento, sosteniendo el sobre en su mano. Dio un paso adelante y extendió la carta. Shōyō frunció el ceño, sin entender del todo.

—¿Qué es esto? —preguntó, tomando el sobre y abriéndolo con rapidez.

El silencio que siguió fue sofocante. La sonrisa de Shōyō se desvaneció tan rápido como había aparecido. Sus ojos, normalmente tan brillantes y llenos de vida, se oscurecieron mientras leía las palabras impresas en la carta.

"Aceptado en el equipo de voleibol de Nekoma High..."

Las palabras parecían quemarle los dedos.

—¿Nekoma? —preguntó, su voz temblorosa, casi incrédula—. ¿Te estás yendo a Nekoma?

Kenji asintió lentamente, sin apartar la mirada de su padre. —Sí. Quiero jugar para ellos, papá. Es donde siento que pertenezco.

Shōyō parpadeó varias veces, como si intentara procesar lo que acababa de escuchar. La rabia comenzó a hervir bajo su piel, tan fuerte que le resultaba casi imposible contenerla.

—¿Qué quieres decir con que perteneces a Nekoma? —La voz de Shōyō era apenas un susurro, pero en ella había un filo cortante—. ¡Tu hogar es Karasuno! ¡Nuestra historia, nuestro legado está ahí!

Kenji apretó los dientes, sus hombros tensándose. Sabía que su decisión sería difícil de aceptar, pero no esperaba que doliera tanto ver la decepción en los ojos de su padre.

—Papá, no es que no respete a Karasuno o lo que hiciste allí... —empezó a decir, tratando de mantener la calma—, pero yo... quiero algo diferente. Nekoma no es solo nuestro rival, son uno de los mejores equipos estratégicos, y quiero aprender de ellos. No se trata de traicionar a Karasuno, es sobre quién soy y lo que quiero.

—¡No entiendes nada! —interrumpió Shōyō, alzando la voz sin querer. Kenji dio un paso atrás, sorprendido por la intensidad de su padre—. Nekoma y Karasuno... somos enemigos en la cancha, ¡nos enfrentamos desde hace generaciones! ¡Y tú, mi hijo, decides traicionarnos!

La palabra "traicionar" dejó un sabor amargo en la boca de Kenji, y la ira comenzó a burbujear bajo su piel. Traición. ¿Eso era lo que Shōyō pensaba?

—¿Traición? —replicó Kenji, elevando la voz por primera vez—. ¿De verdad crees que estoy traicionando a mi familia porque no quiero seguir tus pasos? Esto no es sobre ti, papá. ¡Es sobre mí! Tú ya tuviste tu momento, ya viviste tu sueño. Déjame vivir el mío.

—¡Pero tu sueño está en el lado equivocado de la red! —Shōyō se acercó, su rostro encendido de frustración—. ¡Nunca imaginé que mi hijo jugaría para nuestros mayores rivales! ¿Te imaginas cómo se sentirá Karasuno, cómo me sentiré yo, viéndote en esa cancha con ese uniforme?

Kenji cruzó los brazos, sus labios formando una fina línea. Tito, que había estado escuchando desde la puerta, se adelantó, intentando calmar la situación antes de que las cosas empeoraran.

—Shōyō... —empezó Tito, colocando una mano en el brazo de su esposo—, tenemos que calmarnos.

Pero Shōyō no podía. Sus emociones lo desbordaban, como si los años de sueños compartidos con Kenji se desmoronaran frente a él. El hijo que había imaginado luchando a su lado en Karasuno ahora se alejaba de él, eligiendo el camino del rival, y no sabía cómo manejar ese dolor.

—¡No puedo creer que estés haciendo esto! —gritó Shōyō, su voz quebrándose—. Nekoma no es tu lugar, Kenji. ¡Tú eres un Hinata, un Karasuno!

Kenji cerró los puños, la frustración y el dolor explotando dentro de él.

—¡No soy tú, papá! —gritó de vuelta, su voz resonando en la sala. Tito se tensó, incapaz de intervenir en ese momento—. ¡Nunca seré tú, y no quiero serlo! Quiero ser yo mismo, y si eso significa jugar para Nekoma, entonces eso es lo que voy a hacer.

La habitación quedó en un silencio tenso. Shōyō se quedó inmóvil, sintiendo cómo el peso de esas palabras lo aplastaba. Quería decir algo, cualquier cosa para arreglar el vacío que se había abierto entre ellos, pero su mente estaba en blanco. Tito, viendo el dolor en los ojos de ambos, trató de hablar.

—Kenji... tal vez podamos hablar de esto más tarde, cuando todos estemos más tranquilos —sugirió, su voz suave pero firme—. Esto es importante para ti, pero también lo es para tu padre. Seguro podemos encontrar una forma de...

Kenji sacudió la cabeza, dando un paso hacia la puerta.

—No hay nada más que hablar —dijo, su tono endurecido por la ira y la tristeza—. Ya tomé mi decisión.

Y sin mirar atrás, Kenji salió de la casa, dejando a Shōyō y Tito en un silencio helado.

Shōyō se dejó caer en una silla, su cabeza entre sus manos, sintiendo un vacío profundo en su pecho. Tito se arrodilló a su lado, poniendo una mano suave en su espalda, pero no dijo nada. Sabía que cualquier palabra en ese momento sería insuficiente.

Shōyō cerró los ojos, respirando profundamente mientras intentaba calmarse. Pero la verdad era que algo se había roto ese día, algo entre él y su hijo que no sabía cómo arreglar. La red entre ellos no solo era la de un partido de voleibol, sino una distancia emocional que parecía insalvable.

Y en el silencio de esa noche, Shōyō no podía evitar preguntarse si alguna vez volvería a tener a Kenji de su lado.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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