CAPÍTULO 2 NATHAN

37 11 25
                                    

Entré en el pub y allí lo vi... Nathan, el chico misterioso. Físicamente era guapo, atractivo, alto y delgado. Tenía el pelo castaño, ondulado y largo. Sus ojos eran redondos y de color marrón. Iba vestido con vaqueros ajustados y una sudadera con capucha de color verde militar. Nathan se quedó mirándome con una gran sonrisa.

-Rebeca, te estaba esperando. Gracias por venir a mi fiesta. Espero que disfrutes.

-Gracias, Nathan -dije tímidamente. Entonces aparecieron Juan y los chicos que iban al gimnasio. Juan nos vio a Nathan y a mí y me saludó.

-Hola, Rebeca.

-Hola, Juan. -Juan y los chicos se acercaron a Nathan y se pusieron a hablar. Nathan los invitó a pasar muy alegre. Acto seguido se acercó a mí.

-Perdona, Rebeca. Es la apertura y aunque quiero pasar un rato contigo debo atender al personal. Estoy esperando a mi hermano, así los dos podemos estar solos. -Sus ojos se posaron en los míos y sentí una conexión instantánea.

-No pasa nada, Nathan.

De pronto apareció un chico. Era clavado a él. La única diferencia es que era rubio, pero tenía las mismas facciones que Nathan, sus ojos no eran marrones sino azules, también redondos. Se abrazaron.

-¡Hermano!

-Siento el retraso. Estaba al teléfono con Megan. Dice que vendrá mañana.

-Oh, Megan. Me alegro, Noah. -Nathan me miró y luego a su hermano.

-Noah, te presento a Rebeca. -Noah me dio dos besos.

-Encantada, Noah.

-Un placer, Rebeca. Gracias por asistir al evento de mi hermano -dijo muy contento.

-Encantada de venir. -Aproveché para dejarlos a solas. -Nathan, te dejo con tu hermano, voy dentro. -Entornó los ojos como si el mundo se fuera a acabar.

-Rebeca, dame un segundo y ahora te busco. -Sonreí a Nathan y entré a la sala. Había un montón de gente bailando, amigos con sus parejas, otros fumaban tabaco o se enrollaban. La sala era grande y amplia con asientos para sentarse. Al fondo estaba el pinchadiscos. Me puse en la pista de baile y me dejé llevar por la música. Presentía que esa sería mi gran noche. Era la noche de Rebeca la princesa, no la Rebeca escritora casada. A los pocos minutos apareció Nathan sonriendo.

-Rebeca, ¿lo estás pasando bien?

-Muy bien. Necesitaba despejarme un poco. - Nathan se aproximó más a mí y me susurró.

-Pensaba que no vendrías.

-¿Por qué no? -pregunté curiosa.

-Tendrás una vida muy ajetreada -dijo irónico.

-Para nada, mira soy libre como un pajarito. -Me puse a bailar para él.

Él me contemplaba. Yo seguía pensando que era un chico apuesto. Seguro tenía novia. Hablamos durante un rato hasta que me invitó a sentarme en uno de los sofás al otro lado de la pista, y lo seguí. Me sonrió otra vez. Me gustaba cuando hacía ese gesto. Se veía que era un chico muy alegre y con ganas de vivir. Nathan sacó un cigarro de su bolsillo, lo encendió y me ofreció uno.

-¿Te fumas un cigarro conmigo, nena? -Acepté. Nathan aprovechó para hacerme una pregunta personal:

-Tu marido no sabe nada, ¿verdad? -Lo miré desconcertada.

-¿Cómo sabes que estoy casada?

-Sé muchas cosas de ti, Rebeca. -Me quedé callada. «De que me conocía». Él seguía hablando. Me gustaba oír su voz acaramelada y cercana.

Rebeca, La princesa PrometidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora