Canción ideal: birds of a feather - billie eilish
Para Thomas, su despacho era su lugar seguro; pasaba ahí más tiempo que el resto de la casa. Sus hijos, empleados y esposa tenían la certeza de que en el caso de algún problema o asunto ahí lo encontrarían. Incluso, en las noches que discutía con Lorenza, ahí dormía hasta que el embrollo se apaciguara.
La entrada a la habitación estaba cerca de la sala de estar, debido a lo práctico que era escaparse durante los eventos sociales que se llegaran a organizar en la casa. No solo era el lugar favorito de Thomas, sino también el de sus amigos y socios.
Ángela y Roberto se miraron entre sí, uno se empujaba al otro para abrir la puerta; su padre los había citado ahí como castigo. La causa involucraba agua, dos cubetas, el jardín hecho un desastre y lodo, mucho lodo. La pareja de amigos cargaba con la mayor parte de la responsabilidad, ya que a ellos se les ocurrió la 'maravillosa' idea de refrescarse un poco.
—Tal vez podamos escapar —sugirió Roberto y al dar un paso atrás chocó con el pecho de Prudencia.
—¿Qué hacen ahí paradotes? —exclamó. Tenía las manos sobre sus caderas grandes y anchas, mientras su ceja se alzaba—. Su padre los espera.
—Nana, por favor, no nos hagas entrar ahí... —suplicó Ángela.
—Ni que nada —respondió ella—, ustedes solitos se metieron en problemas y solitos salen de ellos. Además, no les hacen nada, son unos consentidos.
Thomas no había cambiado en nada a la hora de castigarlos. Sin embargo, esa era la verdadera tortura: tener que escucharlo hablar del mismo tema una y otra vez. Aunque ya llevaban un mes sin meterse en problemas, rompiendo una buena racha. Pero la razón principal de porque se salían con la suya es que ya sabían hacer sus travesuras a escondidas.
Prudencia los tomó de los hombros y los empujó; al abrir la pesada puerta de roble, Ángela se tapó los oídos, ya que se emitió un chillido del que nunca se acostumbraría. Los llevaron al interior a fuerza hasta que estuvieron frente al escritorio de su padre. Thomas agradeció a Prudencia por llevarlos y quedaron los tres solos, como la costumbre dictaba.
La habitación era grande, con eco, oscura y llena de muebles que relucían debido al barniz. El aire se veía envuelto en un aroma boscoso y húmedo, la sensación de estar en el bosque era más profunda ahí. Un escalofrío inició desde las plantas de sus pies hasta llegar al cuello, donde los vellos de su nuca se erizaron. Un frío anormal los rodeaba, diferente al clima en el resto de la casa.
—Ni crean que se iban a escapar —dijo Thomas y se sentó en la cabecera del escritorio. Les ordenó a los dos que hicieran lo mismo—. ¿Cuántas veces tendremos que hablar de lo mismo para que entiendan?
Roberto se cruzó de hombros y Ángela se hizo pequeña en la enorme silla. Al principio, no entendía nada de lo que Thomas le trataba de comunicar como lección, pero al cumplir siete años, eso cambió. Estar dentro del despacho siempre la hacía sentir profundamente culpable. Lo que menos soportaba era escuchar cómo él se había 'sacrificado' para darles la vida que tenían. Misma que no valoraba.
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𝐇𝐚𝐳𝐥𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐦𝐢
Historical FictionÁngela, una joven de la élite mexicana, aborrece la sociedad que la rodea. La que la obliga a renunciar al estudio y la que la presiona a casarse a los dieciséis años. Ella decide rebelarse contra las expectativas impuestas. Decide desafiar el parad...