CAPÍTULO 7 | VOLVER

0 0 0
                                    


La noche era densa y tranquila en el hogar de los Stilinski, aunque algo en el aire pesaba diferente. Lydia estaba sentada en su escritorio, con una taza de té humeante a su lado, revisando algunos papeles del trabajo, pero su mente estaba muy lejos de esas palabras impresas. Desde que había recibido la carta de Beacon Hills, no había podido dejar de pensar en ese lugar y en todo lo que habían dejado atrás.

Stiles, por su parte, había salido al porche, buscando un respiro en el aire fresco. Con las manos metidas en los bolsillos, miraba el cielo estrellado con una mezcla de nostalgia y preocupación. Ya no era ese joven que saltaba a la acción sin pensarlo, pero tampoco podía ignorar lo que sentía. Beacon Hills los llamaba de nuevo.

― ¿Qué te preocupa? ― Lydia apareció a su lado, abrazándose con los brazos para protegerse del frío. Su cabello ondeaba suavemente con la brisa nocturna, y aunque su expresión era tranquila, sus ojos verdes estaban llenos de preguntas.

Stiles la miró de reojo, sabiendo que no podía ocultar nada de ella. Nunca había podido.

― ¿Es Beacon Hills, verdad? ― añadió Lydia, sin esperar una respuesta. Se colocó junto a él y siguió su mirada hacia las estrellas. ― Te preocupa lo que podría pasar si volvemos.

― Es más complicado que eso. ― Stiles suspiró profundamente. ― No puedo sacarme de la cabeza todo lo que dejamos allí. Todo lo que vivimos. Todo lo que perdimos.

Lydia asintió lentamente, entendiendo perfectamente el peso de esas palabras. Beacon Hills no solo era un lugar de recuerdos, sino también de cicatrices. Pero había algo más, algo que Stiles no decía.

― ¿Qué más? ― insistió, inclinándose ligeramente hacia él, buscando esa conexión que siempre habían tenido.

― Estoy asustado, Lyds. ― confesó finalmente, su voz apenas un susurro. ― Asustado de lo que podríamos encontrar si volvemos. De lo que podría significar para las niñas, para nosotros... Lo dejamos atrás por una razón.

― Pero también sabes que nunca se fue del todo. ― replicó Lydia, tocando suavemente su brazo. ― Beacon Hills siempre será parte de nosotros, por más que intentemos alejarnos. Y ahora, está llamando de nuevo.

Stiles tragó saliva, mirando al suelo como si buscara respuestas en las sombras.

― No quiero que Allison y Zowe se vean envueltas en nada sobrenatural. ― confesó, con la voz más firme. ― Nos prometimos que no las involucraríamos en eso.

― Lo sé. ― Lydia apretó ligeramente su brazo, dándole un apoyo silencioso. ― Pero no siempre podemos controlar todo. No cuando se trata de Beacon Hills. Tú lo sabes mejor que nadie.

Stiles cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la decisión que se avecinaba. Beacon Hills los llamaba, y por más que tratara de resistirse, sabía que no podía ignorarlo para siempre.

― ¿Cuándo nos volvimos tan responsables? ― murmuró, con una media sonrisa cansada.

Lydia se rió suavemente, con esa risa musical que siempre lograba sacarle una sonrisa, incluso en los momentos más oscuros.

― Supongo que tener hijas te cambia. ― respondió ella. Luego, miró hacia la casa, donde las luces parpadeaban suavemente, y una calidez llenaba el hogar. ― Pero no estamos solos en esto, Stiles. Y aunque Beacon Hills tenga sus demonios, también tiene a nuestra gente.

Él la miró, y en sus ojos vio la misma fuerza que siempre había admirado en ella. Lydia nunca había sido solo una sobreviviente; ella era una luchadora.

― Si vamos a volver... ― Stiles se pasó una mano por el cabello, nervioso, como si las palabras pesaran en su boca. ― Si volvemos, lo haremos juntos. Todos.

Lydia sonrió, esa sonrisa que siempre le hacía sentir que todo estaría bien, aunque las cosas estuvieran al borde del desastre.

― Juntos. ― asintió ella.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de esa paz antes de la tormenta, sabiendo que el llamado de Beacon Hills estaba cada vez más cerca.

Y esta vez, no volverían como adolescentes inexpertos. Volverían como una familia.

𝐀𝐔𝐋𝐋𝐈𝐃𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐀𝐌𝐎𝐑  [𝐓𝐄𝐄𝐍 𝐖𝐎𝐋𝐅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora