El día siguiente amaneció con un aire denso en el Senado. La sesión se anunciaba aún más intensa que la anterior, con el proyecto de ley en el centro de la disputa, y todo México observando. Sin embargo, para Lilly Téllez, la batalla de hoy no se libraría solo en el hemiciclo; se trataría de una lucha interna, de control sobre sí misma. La presencia de Gerardo Fernández Noroña aún revoloteaba en su mente como una sombra imposible de sacudir.Mientras caminaba hacia el salón, su paso era firme, su porte impecable. Vestía un traje azul oscuro, símbolo de su postura conservadora, pero su mirada revelaba un pequeño atisbo de inquietud, uno que pocos podrían notar. Mariana, su asistente, la esperaba en la entrada, sosteniendo una carpeta con los últimos documentos del día.
—Buenos días, senadora —la saludó Mariana, con una sonrisa educada—. Aquí tiene los informes que solicitó para la discusión de hoy.
Lilly asintió, tomando la carpeta, pero sin detener su paso. Cada segundo que se acercaba al salón, sentía la creciente presión de lo que estaba por venir.
El Senado ya estaba casi lleno cuando entró. Como siempre, la vista de los escaños ocupados y las caras conocidas la tranquilizaba. Era su zona de confort, un lugar donde las reglas eran claras y las batallas se luchaban con palabras, no con emociones. Sin embargo, al alzar la vista hacia el frente del salón, sus ojos se encontraron con los de Noroña. Él estaba de pie junto a su asiento, conversando con algunos de sus colegas, pero su mirada se clavó en ella en cuanto la vio entrar.
Un breve destello cruzó por el rostro de Noroña, una mezcla de desafío y algo más que Lilly no pudo identificar del todo. ¿Era burla? ¿Interés? Sea lo que sea, ella decidió ignorarlo. Hoy no permitiría que nada la distrajera de su propósito.
La sesión comenzó como cualquier otra, con las formalidades de rigor. Noroña, como presidente de la Cámara, tomó la palabra para abrir el debate.
—Hoy discutimos un proyecto crucial para el futuro de nuestra nación —dijo con su tono característico, seguro y autoritario—. Espero que podamos mantener el enfoque en lo que realmente importa: el bienestar de nuestro pueblo.
La frase era una indirecta clara, una llamada a evitar ataques personales. Lilly notó cómo sus ojos se detenían por un segundo más de lo necesario en ella, como si le estuviera lanzando un desafío velado. No pudo evitar fruncir el ceño ligeramente.
Cuando llegó su turno de hablar, Lilly se levantó, tomando el micrófono con la misma seguridad que la había acompañado toda su carrera. Sabía que tenía el respaldo de su partido, pero lo que más le importaba era mantenerse fiel a sus principios, sin ceder ante la presión.
—El bienestar del pueblo no se asegura con discursos grandilocuentes, sino con decisiones que tomen en cuenta la realidad económica del país. —Su voz resonó con claridad en la sala—. No podemos permitirnos aprobar un proyecto de ley que comprometa el futuro financiero de México. Es nuestro deber ser responsables, y eso significa tomar decisiones impopulares si es necesario.
Una ola de murmullos recorrió la sala. Lilly sabía que sus palabras generarían controversia, especialmente entre los que apoyaban a Noroña y su visión más expansiva del gasto público. Sin embargo, estaba preparada para defender su postura.
Noroña, desde su asiento, la observaba con una expresión impasible, pero Lilly podía notar cómo su mandíbula se tensaba ligeramente. Había tocado un nervio.
—Gracias por su intervención, senadora Téllez —dijo él con voz controlada, tomando de nuevo la palabra—. Sin embargo, permítame recordarles a todos que nuestra obligación es con los ciudadanos, no con las grandes corporaciones ni con los intereses particulares. —Sus palabras eran afiladas, pero mantenían una calma casi provocadora—. El futuro de México no se construye con austeridad mal entendida, sino con inversión en las personas.
Lilly sintió un calor creciente en su pecho. La manera en que Noroña la confrontaba, siempre utilizando esas sutiles insinuaciones, la enfurecía. Pero no podía permitirse perder el control. No hoy.
La sesión continuó con más intervenciones de ambos lados, pero la tensión entre ellos era evidente para todos en la sala. Era un juego de poder, un tira y afloja constante, donde las palabras eran las únicas armas permitidas, pero cargadas de intenciones mucho más profundas.
Cuando la sesión finalmente terminó, Lilly se retiró rápidamente de la sala, evitando cualquier interacción innecesaria. Sin embargo, cuando estaba a punto de entrar en su oficina, una voz profunda la detuvo.
—Senadora Téllez.
Se giró para encontrarse con Noroña, que la había seguido por el pasillo. Había algo en su postura que la puso en guardia, aunque no pudo evitar notar el leve brillo de interés en sus ojos.
—¿Qué desea, senador? —preguntó Lilly, cruzando los brazos frente a su pecho, adoptando una postura defensiva.
Noroña se acercó un poco más, sin invadir su espacio personal, pero lo suficiente como para que ella sintiera el peso de su presencia.
—Solo quería felicitarla por su intervención. Aunque no esté de acuerdo con su postura, debo admitir que es admirable la manera en que defiende sus convicciones.
Lilly arqueó una ceja, sorprendida por el cumplido inesperado.
—No necesito sus felicitaciones, Noroña. Solo estoy haciendo mi trabajo.
Él sonrió, una sonrisa ladeada que parecía más un desafío que un gesto amistoso.
—Lo sé. Pero a veces, incluso los rivales pueden reconocer el mérito del otro.
—¿Rivales? —Lilly lo miró fijamente—. Me parece que eso es una palabra demasiado suave para lo que somos.
—Tal vez. —Noroña dio un paso atrás, pero su mirada seguía fija en ella—. Pero, sea lo que sea, hace que todo esto sea mucho más interesante, ¿no cree?
Lilly sintió una punzada de frustración, pero también algo más. Algo que no quería admitir ni siquiera para sí misma.
—Si me disculpa, tengo trabajo que hacer —respondió ella, cortando la conversación y girándose hacia la puerta de su oficina.
—Por supuesto —dijo Noroña, dando media vuelta, pero no sin antes lanzar una última frase—. Nos vemos en la próxima sesión, senadora.
La puerta se cerró tras ella, pero el impacto de esa conversación quedó flotando en el aire. Lilly se sentó en su escritorio, intentando concentrarse en los documentos frente a ella, pero su mente seguía regresando a ese intercambio.
¿Qué pretendía Noroña? ¿Era simplemente un intento de desestabilizarla o había algo más detrás de esas palabras? Lilly sabía que no podía permitirse bajar la guardia, no frente a él. Pero algo en su interior le decía que este juego apenas estaba comenzando.
Con un suspiro, cerró los ojos por un momento, tratando de apartar esos pensamientos. Sin embargo, la chispa que había sentido durante su encuentro con Noroña seguía encendida, y por más que intentara ignorarla, sabía que no desaparecería tan fácilmente.
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Seducción en el Senado
FanficTensión, poder y atracción en medio de la arena política. Lilly Téllez, senadora del PAN, y Gerardo Fernández Noroña, presidente de la Cámara de Senadores, se enfrentan constantemente en debates encendidos. Sin embargo, tras la rivalidad pública se...