Capitulo 2: La sombra del pasado

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La niebla la envolvía, pero Claudia apenas lo sentía mientras avanzaba. El frio, la opresión y el miedo parecían disiparse momentáneamente cuando los primeros recuerdos empezaron a aparecer, suaves como destellos de luz en medio de la oscuridad.

Era una tarde de verano. El sol brillaba sobre el jardín de la casa familiar, y Claudia, con apenas seis años, corría entre los rosales, riendo mientras su madre la miraba desde la terraza. Su padre, elegante como siempre, observaba desde una mesa bajo el gran roble, leyendo algún libro que siempre parecía importante. Todo era perfecto, la imagen misma de la felicidad.

"Claudia, no corras tanto, cariño", la voz de su madre resonaba cálida, afectuosa. Claudia le obedecía de mala gana, ralentizando sus pasos mientras se acercaba a la mesa de su padre, buscando su aprobación con una sonrisa. El levantaba la mirada, sonriendo de vuelta, y le tendía la mano.

– Eres mi orgullo – le decía mientras la levantaba en brazos–. Nada en el mundo puede romper lo que tenemos ¿verdad?

Ella asentía, confiada en esa persona. Los veranos parecían infinitos, cargados de amor y risas.

Pero entonces, la niebla alrededor de ella empezó a agitarse, distorsionando el calor del recuerdo. La luz del sol se fue apagando y la visión del jardín se desvaneció, arrastrada por un viento frio. Claudia se detuvo, sintiendo como el suelo bajo sus pies volvía a ser el suelo húmedo y crujiente del bosque. Algo en ese recuerdo, algo en esas palabras de su padre, había comenzado a incomodarla.

La perfección era demasiado perfecta. Había algo más. Su padre siempre había sido distante, incluso en sus momentos más amorosos. Y su madre... siempre traía esa sombra de preocupación en sus ojos, esa rigidez en sus gestos, que ahora, al recordar, parecía más evidente que nunca.

Otro recuerdo emergió sin previo aviso. Esta vez, era una fiesta familiar. Las luces eran brillantes, la música suave y las risas llenaban el salón. Claudia, ya más mayor, recordaba haber estado sentada junto a sus padres mientras figuras importantes del pueblo, empresarios y políticos, se acercaban a saludarles con reverencia.

—Eres una niña afortunada —le decía una de las mujeres con una sonrisa forzada—. Tus padres son respetados, siempre han sido una inspiración para todos nosotros.

Pero algo en esa afirmación la hizo sentir pequeña, como si ella no encajara del todo en esa escena de grandeza. Claudia no entendía en ese momento, pero la sensación de estar bajo una presión constante, de tener que mantener una fachada, empezaba a pesar sobre sus hombros.

De repente, en medio de la fiesta, vio algo que había olvidado completamente. Su madre, en un rincón, hablaba en voz baja con un hombre que Claudia no reconocía. Sus gestos eran rápidos, tensos, como si discutieran algo serio. Al notar la mirada de Claudia, su madre se enderezó, sonriendo como si nada hubiera pasado, pero el brillo en sus ojos había desaparecido.

La niebla, nuevamente, comenzó a envolver el recuerdo, haciéndolo tambalearse en su mente. Claudia abrió los ojos y se encontró de nuevo en el bosque. Su respiración era pesada, y sus manos temblaban. Los recuerdos felices que había evocado no eran tan simples como había creído. Había algo oculto bajo esa capa de perfección. Algo que se había deslizado entre los momentos de felicidad, en forma de pequeñas señales que su mente de niña no había podido entender.

—Tanto amor... tanta perfección... —murmuró, mientras las voces en la niebla comenzaban a susurrar de nuevo, esta vez, más insistentes, más claras.

Pero antes de que pudiera procesarlo, otro recuerdo la invadió. Esta vez, la luz era más tenue, y el ambiente más tenso. Estaba sola en su habitación, escuchando una discusión apagada desde la planta baja. Sus padres discutían, pero sus voces eran apenas audibles. Algo sobre negocios, algo sobre promesas incumplidas. Los gritos no eran habituales en su casa, pero esa noche, la atmósfera era distinta. Era como si algo estuviera a punto de romperse.

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⏰ Última actualización: Sep 24 ⏰

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