Harry Potter y el niño brillante desagradable

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Harry no se considera alguien creyente

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Harry no se considera alguien creyente. Todo lo que los Dursley decían o creían era algo en lo que el niño con cicatriz de rayo decidía poner a tela de juicio en el mejor de los casos o simplemente descartarlo como algo ridículo y tonto. Jamás le gustó tener algo en común con esas tres personas y seguiría con esa filosofía de vida: rechazar todo lo que crea malo.

O eso creía hasta que vió a un ángel con sus propios ojos.

No creía en un Dios ni mucho menos que esos seres celestiales que su tía Petunia tanto pedía que acompañaran al cretino y desagradable Dudley, su odioso primo.

Realmente Harry no entendía como Dudley podía tener tantos amigos si era sarcástico, de comentarios hirientes, de un humor negro hiriente y sobre todo... era abusivo con él.

Volviendo a lo anterior. Todo comenzó con la llegada de Rubeus Hagrid a su vida. Cuando derribó la puerta y entró para informarle que era un mago, todo en la vida de Harry Potter cambió. Todo, absolutamente todo.

Hagrid fue su salvador, pero conoció la verdadera apariencia de un ángel cuando fue a esa tienda de ropa de Madame Malkin.

Conocer el Callejón Diagon fue una de las primeras aventuras que Harry tendría en el mundo mágico, su nuevo hogar. Una de las primeras señales de que ese nuevo mundo iba a ser mucho mejor que la casa número 4 de Privet Drive, fue ir a Gringotts. Conocer duendes de verdad y como tenía una fortuna, solo era una antesala a una vida mucho mejor. Una vida digna. No más armarios, no falta de comida o gritos.

Luego, en Madame Malkin, lo vió. Al ángel.

"¿Hogwarts, guapo?" pregunta una bruja sonriente y regordeta. Harry comienza a hablar y la mujer responde "Tengo muchos aquí. En realidad, otro muchacho se está probando ahora"

Harry mira por curiosidad al lugar que indica la mujer y lo ve. Un chico parado sobre un escabel. Un niño de su edad. Rubio, rostro que quiere creer es pálido y no de un sonrojo marcado que contrasta con lo blanco de su piel, nariz puntiaguda, como mucha de sus facciones de perfil, y, sin saber que cada que lo viera sería así, brillaba. Joder, como brillaba.

¿No era esa la descripción de un ángel? ¿Rubio, pálido y con un brillo perpetuo?

Harry se acerca. Por alguna razón está emocionado de hablar con alguien. Un chico que no se vea influenciado por las amenazas de su primo o los chismes de la escuela. Alguien con quien hablar como un chico normal (aunque de normal no tengan nada los dos por la magia). Alguien lindo.

Un amigo.

"Hola" dice en un impulso, que se va tan rápido cuando nota que el chico rubio se exalta "¿También Hogwarts?" pregunta dudoso y nervioso por esa reacción.

El niño rubio asiente. Harry piensa que puede ser tímido y eso lo alienta a seguir.

"Eso es genial" dice emocionado.

Harry Potter: El niño que vivió para amar a Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora