De pequeña me pasaba lo mismo que a los demás niños pequeños: deseaba ser mayor cuanto antes.
Quería ser mayor a toda costa porque veía a la gente mayor ser tremendamente felices cuando estaban con amigos, presentía que ser mayor iba a ser genial; poder salir de fiesta, poder conducir, poder tomar decisiones por mi misma y otra muchas cosas más.
Ahora que soy mayor y he crecido, me doy cuenta de lo cuán equivocada estaba.
Joder, que gilipollez, ser mayor...
No, no me gusta ser mayor. No me gusta tener que andar por allí con el corazón partido por un idiota, y otro, y así uno detrás de otro. No quiero matarme estudiando para no tener un trabajo que esté a la altura de mis conocimientos. No quiero tener que acostarme cada noche llorando por haber tenido una pelea con mi madre o con mis amigos. No quiero seguir llegado a casa borracha por haber bebido tratando de olvidar al tío de turno. ¡No, joder, no me gusta!
Me gustaría por ser más libre, poder viajar más, poder leer más y escuchar más música. Me encantaría poder dibujar en días de lluvia como hacía de pequeña. Me gustaría tanto volver a dormirme en el sofá y despertarme en mi cama gracias a papá. Volver a los parques, a las fiestas de las amigas del cole, a las noches mágicas de Reyes Magos, sin haber perdido la ilusión, a volver a dibujar a mi familia mil veces, a descubrir nuevas cosas cada día.
Me gustaría tanto poder recuperar mi niñez, que le cambiaría mi 'yo adulta' a cualquier niño por su infancia.
Y es que de pequeños nos meten en la cabeza que ser mayor es lo mejor, y así hemos acabado; desilusionados, rotos y sin esperanza.
