Capítulo 2: Corazones Marcados por el Caos

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El salón de eventos se desplegaba ante los ojos como una obra de arte viviente, bañado en la luz cálida de los candelabros dorados que colgaban desde techos abovedados, cada centella de brillo planeada meticulosamente para proyectar poder, riqueza y un lujo inalcanzable. Los ventanales inmensos ofrecían un horizonte estrellado, donde los rascacielos de la ciudad titilaban como faros en la oscuridad, creando un espectáculo de luces que se entrelazaban con el silencio solemne de la noche. Era un escenario digno de reyes, un palacio urbano para los que controlaban el destino de millones, y esa noche, todos los titanes del poder, desde los magnates empresariales hasta los políticos más influyentes, se reunían como sombras vestidas de seda y terciopelo, susurrando promesas y tejiendo pactos invisibles. La empresa de Izuku organizaba esta gala, un evento tan majestuoso como letal en su elegancia, con un solo propósito: recordar al mundo su dominio absoluto.

Cuando el reloj marcó las ocho en punto, las puertas dobles del salón se abrieron con un murmullo casi imperceptible, y la pareja más esperada de la velada hizo su entrada. Izuku Midoriya avanzaba con la calma de un rey en su trono, cada paso deliberado, vestido con un traje negro de líneas impecables que abrazaba su figura atlética. Sus movimientos eran suaves, elegantes, pero envueltos en una atmósfera de autoridad gélida, como si el aire mismo se tensara a su alrededor. A su lado, Katsuki Bakugou irradiaba una fuerza opuesta, su traje, aunque también de corte exquisito, parecía una segunda piel para un guerrero que desentonaba en un entorno tan refinado. A pesar de que todo en él revelaba incomodidad, desde la rigidez de su mandíbula hasta el brillo peligroso en sus ojos carmesí, su presencia era imposible de ignorar. Parecía un lobo entre corderos, y el mundo lo sabía.

Los murmullos se agitaron como una marea invisible cuando ambos avanzaron, con los fotógrafos apresurándose a capturar el momento. Izuku mantenía la mano de Katsuki entrelazada con la suya, el único gesto de intimidad visible en medio de su máscara de calma inmutable. Pero incluso en esa aparente serenidad, Izuku sentía el peso de todas las miradas, un ejército de ojos escrutadores que intentaba desentrañar la dinámica compleja de su relación, una unión que desafiaba todas las expectativas. Él era el rostro público, el CEO de una de las corporaciones más poderosas del mundo, pero la sombra imponente de Katsuki estaba siempre a su lado, un recordatorio constante de la ambigua red de poder y peligro en la que ambos estaban atrapados.

Izuku desvió la mirada hacia su esposo, un gesto casi imperceptible, pero suficiente para notar la diferencia abismal entre sus mundos. Él, con su porte elegante, hablaba el lenguaje sutil de las alianzas estratégicas y los negocios multimillonarios; Katsuki, en cambio, proyectaba una energía cruda, más primitiva, cada movimiento suyo cargado de una intensidad que pocos podían soportar. No pertenecía a ese lugar de cortesías y sonrisas medidas, pero, al mismo tiempo, su presencia era esencial, un faro de poder absoluto, tangible. Y, a pesar de ser tan diferentes, una corriente invisible los unía, algo más profundo que el simple contacto de sus manos, un latido compartido que resonaba en la atmósfera.

—No te sueltes de mí, Kacchan— susurró Izuku con voz baja, un hilo apenas audible que se deslizó entre ellos, cargado de algo más que una simple petición. Era una súplica disfrazada de orden, un recordatorio de su inquebrantable conexión en medio del caos.

Katsuki le devolvió la mirada, sus ojos brillando como dos llamas rojas en la penumbra del salón. —No planeo hacerlo, tonto— respondió con esa mezcla de promesa y amenaza que siempre había definido su amor, una relación forjada en el filo de un cuchillo, donde el peligro y la devoción caminaban de la mano.

Cuando ambos cruzaron el umbral y entraron al corazón del salón, todas las conversaciones se redujeron a susurros cautelosos, y las miradas se clavaron en ellos como flechas. Las figuras más influyentes del lugar, aquellas que podían decidir el destino de naciones con una firma, observaban a Katsuki con una mezcla de respeto y temor. Sabían quién era, y lo que representaba. Aunque esa noche llevaba el traje de un hombre de negocios, su verdadero poder y naturaleza no podían ser ignorados. A su lado, Izuku mantenía su expresión de hielo, cada palabra que pronunciaba era como una pieza en un juego de ajedrez, calculada, precisa, destinada a fortalecer alianzas, mientras Katsuki, a su manera, vigilaba con la intensidad de un depredador en terreno hostil, cuidando cada movimiento que se acercaba a su omega.

Bajo Juramento de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora