La leyenda del lago

capitulo uno

Era una noche oscura y silenciosa en el pequeño pueblo de San Pedro. La niebla se cernía sobre el lago, creando un ambiente inquietante. La leyenda contaba que, cada vez que la luna llena iluminaba las aguas, las lagunas revelaban secretos ocultos, secretos que no debían ser descubiertos.

Sara, una joven curiosa y valiente, decidió que esa noche exploraría el lago. Desde pequeña había oído las historias de los ancianos del pueblo sobre las almas perdidas que merodeaban en sus profundidades. Sin embargo, su espíritu aventurero la llevó a ignorar las advertencias.

Con una linterna en mano, se acercó a la orilla. La superficie del agua reflejaba la luz de la luna como un espejo roto. De repente, un escalofrío recorrió su espalda. Sintió que algo la observaba desde las profundidades. Mientras se asomaba más cerca, oyó susurros apenas audibles, como si las aguas estuvieran hablando.

“Vuelve… no te quedes…”, decían.

 Ignorando la advertencia, Sara lanzó una piedra al agua. Al caer, el silencio se apoderó del lugar.

De pronto, una figura emergió de las sombras del lago: era una mujer pálida con ojos vacíos y cabello largo y enredado.

—¡Ayúdame!

 gritó con voz temblorosa. Sara sintió una extraña conexión con ella y, sin pensarlo dos veces, se lanzó al agua. Mientras nadaba hacia la mujer, las aguas se torcieron en un remolino oscuro. Las manos frías de la figura la atraparon y comenzaron a arrastrarla hacia el fondo.

—No puedes escapar. — susurró la mujer con una sonrisa siniestra.

Sara luchó por liberarse, pero era inútil. Las lagunas habían reclamado otra alma. En el fondo del lago, los ecos de su grito se unieron a los de aquellos que habían desaparecido antes que ella.

Al amanecer, el pueblo despertó con la noticia de otra desaparición misteriosa. La niebla se disipó lentamente sobre el lago, mientras los ancianos murmuraban advertencias sobre las lagunas que nunca olvidan.