Capítulo 6

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No fue amor a primera vista, no sucedió cuando debutó, pero si unas semanas después, en el desfile de pilotos. Tampoco recordaba el tema de conversación. Lo que sí recordaba era la manera en la pensó que Checo era guapo, porque aún podía recordar cualquier mínimo detalle de ese día. Sus ojos, sus pestañas, su barba, sus brazos, y todo en realidad, su actitud y su sonrisa. Max no podía alejar su mirada. Supuso que era algo pasajero, aunque ese pensamiento se borró cuando pasó un año y luego otro. Entonces, comenzó a vomitar sangre y pétalos de dicentra. Era irónico porque la dicentra tenía forma de un corazón y significaba desamor.

Perfecto, iba a morir por desamor porque no había manera de que Checo correspondiera lo que sentía, y tampoco existía la posibilidad de superar sus sentimientos, se habían enraizado profundamente en su alma. Max supuso que si no había muerto por el choque, pudo haber sido por la enfermedad. Ya no le importaba, porque estaba entre los brazos de Checo, escuchando el latir de su corazón mientras los dedos del mexicano se movían por su cabello.

Era su noche libre. Rafa, Pato y Hamda estaban en la casa de sus abuelos, mientras que Yuki había obtenido el permiso de ir a una fiesta y quedarse en casa de Pierre. Max le había entregado una caja de condones y en un tono entre monótono y paternal le dijo: Sexo seguro es el mejor sexo. Yuki maldijo en todos los idiomas que sabía, pero como papá, era su deber enseñarle a cuidarse de sí mismo.

La película había pasado a segundo plano después de media hora. Max estaba en un estado entre despierto y adormilado. En el sillón cabían los dos fácilmente, pero se encontraba entre las piernas de Checo, con su cabeza descansando sobre el pecho de mármol que en realidad era suave. No habían hablado, pero el silencio era cómodo y podían comunicarse sin palabras, a veces solo les bastaban un par de miradas o gestos para entenderse. Desde que se convirtió en compañero de Checo, crearon esa complicidad que no le parecía muy profesional a Horner, y al parecer, también estaba presente allí.

Max besó el pecho desnudo. También le fascinaba esta clase de intimidad; los dos solos, disfrutando de la compañía del otro, de la cercanía. La pura existencia de Checo ya era imprescindible para Max. Nunca en su vida había estado tan feliz como lo había estado en el tiempo que había pasado en ese mundo o limbo.

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No importaba cuántas veces llamaba el nombre de Max, él no podía escucharlo. Su figura se iba alejando, Checo movía sus piernas, intentando alcanzarlo, pero mientras más lo intentaba Max más se alejaba.

—¡Max! ¡Max!— Checo gritó el nombre, aumentando el volumen —¡Max! ¡Max!

Y de la nada, Max desapareció. Checo lo seguía llamando, pero todo se había vuelto negro. No podía ver nada, solo escuchaba sus gritos.

—¡Max! ¡Max! ¡Max!

Checo se despertó. Estaba desorientado, pero luego recordó que había estado durmiendo en la habitación de Max. Los rastros de su sueño seguían frescos en su mente. Checo se sentó al borde de la cama. Nunca había sido de aquellos que le daban vueltas a los sueños. Eran simples sueños y ya. Pero, Checo se tocó el pecho. Que Max desapareciera le estaba causando que miles de agujas se enterraran en su corazón. Había escuchado que las personas solían despedirse en sueños.

Así descalzo, se dirigió al lugar que Max se encontraba. Sophie estaba sentada cerca a su hijo, rezando en su lengua con el rosario entre sus dedos. Max se veía igual, perenne, detenido en el tiempo. Ella salió al notar su estado y entender que no quería hablar al respecto.

Checo logró tranquilizar su respiración, pero su pulso seguía acelerado. Sus dedos acariciaron la piel de Max, para así hacerle entender a su cerebro que él seguía estando vivo. Dejó que el llanto corriera libremente. Últimamente, lloraba con frecuencia.

Era increíble, pero estaba ocurriendo. Estaba cayendo por los recuerdos de Max, por eventos pasados, por un Max entre la vida y la muerte. La última vez que la rara enfermedad se presentó en Max fue un día nublado. De su boca, emanó un hilito de sangre y pétalos de rosa. Debía de ser simbólico, pero no tenía un significado, solo era la fase final. Checo pensó que debía de ser el karma, ya que estaba descubriendo sus propios sentimientos, tenía la incertidumbre de si Max iba a despertar pesando sobre él como una nube negra.

—Por favor, Max. Por favor. Tienes que despertar. Tienes que abrir tus bonitos ojos y mirarme otra vez— Checo le habló, aunque sabía muy bien que él no podía escucharlo.

Checo le besó los nudillos. ¿Era demasiado tarde para haberse dado cuenta que Max podría ser parte de su vida más que como un simple amigo? Qué razón tenía ese refrán: Nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.

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Había leído sobre los viajes astrales. Y era eso lo que estaba sucediendo exactamente. Max se vio a sí mismo durmiendo a un lado de Checo.

"Es hora de hacer una decisión, Max"

La voz no la escuchó con sus oídos, más bien, la sintió retumbar en su mente. ¿Qué significaba eso de tomar una decisión? Max miró a todos lados, buscando de dónde provenía la voz. Siendo guiado por alguna clase de fuerza, la escena cambió. Se encontraba en su departamento en Mónaco. Todo parecía igual, pero Max supuso que no era así. Aunque estaba descalzo, no podía sentir el frío piso. Max se quedó inmóvil al estar frente a su cuerpo entubado, con varías máquinas alrededor. Checo estaba allí, dormido en una posición que debía de ser incómoda. Su pulso se incrementó. Max se acercó con pasos vacilantes. Acarició el cabello disparatado, y se sorprendió al ser capaz de sentir la suavidad. ¿Cuántas veces deseó hacer esa pequeña acción? Probablemente, un millón de veces. Después de cada carrera cuando Checo se echaba agua y se limpiaba con la toalla. Él jamás había sido consciente de todo lo que Checo causaba en él.

"¿Cuál es tu decisión? ¿Te quedas o te vas?"

Entonces, no estaba muerto, esa sería su decisión. Max miró a Checo una última vez. 

Hate to see your Heart BreakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora