Amor primerizo

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Fecha: 2007

De: D

Para: Dayana

Hola, Pecosita

Quiero contarte una pequeña historia de dos niños, que al crecer, solo uno de ellos siguió recordando al otro.
El primer año de colegio, el comienzo de algo especial, el principio de algo natural. Entre tantos niños en el aula escolar, sin intención alguna, él se fijó en una persona singular. Un interés que era peculiar, como una melodía que empieza a sonar. Por primera vez, experimentaba una paz que lo envolvía, cada vez que ella le volvía a ver. Sus miradas se cruzaban en un ciclo sin final, como dos astros en un baile celestial. Y aunque el tiempo parecía esfumarse, ese año estuvo lleno de momentos de cariño y cortesías sin temer ni dudar. Así, la conexión entre el niño y la niña se fortaleció de una manera que él jamás habría imaginado que se pudiera quebrantar.

Pero no todo es perfecto, y pronto aparecieron grietas en lo que parecía un afecto perfecto. Surgieron espacios llenos de desconfianza y celos, como nubes negras sobre un cielo azul y bello. El niño comenzó a dudar, y su corazón se empezó a agrietar. Se lo confesó a ella, y el miedo invadió el pecho de la niña, como veneno mortal. Temía perder al niño que ingenuamente tanto quería, y lo que comenzó como un sentimiento puro, se marchitaba como una flor sin sol ni cuidado alguno. Un nuevo amor apareció en el corazón del niño, brotando mientras el otro, ya madurado, se secaba y caía en el olvido.

Finalmente, el niño tomó una decisión equivocada, perdiendo a la chica que lo había querido sin ser amada. No sabía amar, y en su error la dejó marchar. Ambos crecieron y nunca volvieron a hablar. Años después, el niño se dio cuenta de lo que había perdido, pero ya era tarde, y aquello que dejó atrás no pudo regresar.

Esta historia es un recuerdo borroso, como una imagen difusa en el agua de un pozo. Me arrepiento de cómo terminó, pero no pienso borrarlo, pues es un tesoro que jamás dejaré de lado. En esa historia conocí mi primer amor, uno que no fue más allá porque éramos dos críos, pequeños e inmaduros, sin comprender que el amor no solo es un sentimiento que te hace flotar, sino una decisión que tomas con el corazón y la razón a la par.

Te he extrañado, Dayana, más de lo que las palabras pueden expresar. Este año, por alguna razón, el universo, el destino o tal vez Dios. Me dio la oportunidad de verte una vez más. No has cambiado nada; sigues siendo la misma niña que conocí con la diferencia que ahora eres una mujer. Y aunque no me reconozcas, yo sí te recuerdo. Siempre lo haré. Te deseo lo mejor a ti, a tu mamá y a tu hermana.
Gracias por haber sido parte de mi vida. Ojalá algún día podamos volver a cruzar caminos, bajo el mismo cielo que una vez compartimos.

Amores Incompletos: Entre Errores, Recuerdos y Amor inconclusosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora