Prologo (0)

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Me llamo Layla Pérez, y si has escuchado mi apellido, ya sabes quién es mi padre: Checo Pérez, uno de los pilotos más reconocidos de la Fórmula 1. Para muchos, ser la hija de una leyenda del automovilismo suena como un sueño, pero vivir en la sombra de alguien tan grande es más complicado de lo que cualquiera imagina. Desde que tengo memoria, mi vida ha estado definida por las carreras. Crecí en los paddocks, rodeada por el rugido de los motores y el olor a combustible. Mientras otros niños jugaban a ser astronautas o cantantes, yo pasaba mis días en boxes, viendo a mi padre luchar contra el cronómetro, enfrentarse a rivales y manejar la presión de representar a todo un país en la pista.

La velocidad no es solo una pasión en nuestra familia, es casi una religión. Desde pequeña, mi padre intentó protegerme del caos del mundo que lo rodea, manteniéndome a salvo del ruido mediático, de la presión de la competición. Pero cuanto más intentaba alejarme, más me sumergía en ese universo. Para mí, la Fórmula 1 no es solo una carrera, es mi vida. Conocer a los pilotos, ver las estrategias y cómo se forjan rivalidades y amistades en los pits me ha dado una perspectiva que pocos tienen. He visto a mi padre en lo más alto, pero también he sido testigo de sus derrotas más dolorosas. Y entre todas esas rivalidades, siempre hubo una que resaltaba: Lando Norris.

Lando. El joven talento que muchos llamaban el futuro de la Fórmula 1, el rival directo de mi padre. Desde la primera vez que lo vi competir, supe que había algo especial en él. Su estilo de pilotaje es casi una danza; tiene una habilidad natural para leer la pista, para encontrar huecos donde nadie más los ve. A mi padre no le gustaba hablar de él fuera de las cámaras, pero era obvio que lo respetaba, En cada carrera, cada adelantamiento entre ellos, había una tensión palpable, como si más que puntos en el campeonato, estuvieran disputándose algo más profundo.

Yo, por mi parte, siempre había mantenido mi distancia con Lando. Para mí, era simplemente un piloto más, parte de ese circo ambulante de la Fórmula 1. Carismático, sí, pero también una amenaza para mi padre. Lo veía en las entrevistas, en las conferencias de prensa, y cada vez que lo mencionaban, el mismo pensamiento cruzaba mi mente: "Es el que intenta quitarle el lugar a mi papá". Hasta que una noche todo cambió.

Fue durante el Gran Premio de Mónaco, el evento más glamuroso y cargado de adrenalina del calendario. Mónaco siempre ha sido diferente. La pista serpentea entre calles angostas, rodeada de yates de lujo y celebridades que parecen más interesadas en la fiesta que en la carrera. Esa noche, bajo las brillantes luces del puerto, todo lo que creía saber sobre Lando y sobre mí misma se desmoronó.

Conocí a Lando de una forma que jamás imaginé. Más allá del piloto rival de mi padre, encontré a una persona auténtica, divertida y sorprendentemente vulnerable. Alguien que, como yo, cargaba con el peso de expectativas y responsabilidades. Pasamos esa noche hablando de todo menos de Fórmula 1. No hubo estrategias, ni campeonatos, solo dos personas compartiendo un momento fuera del ojo público. Pero lo que comenzó como una conversación casual rápidamente se convirtió en algo más. Algo que ni él ni yo esperábamos.

Lo que pasó esa noche es nuestro secreto, y lo seguirá siendo. Pero no puedo evitar pensar en lo que podría ocurrir si alguien lo descubre, especialmente mi padre. La rivalidad entre Checo y Lando no es solo profesional, es personal. Y si lo que pasó entre nosotros llegara a salir a la luz, podría destruir más que una relación padre-hija; podría cambiar la dinámica de la Fórmula 1 para siempre.

Este no es solo mi mundo, también es el de Lando, y lo que pasó entre nosotros... bueno, ya lo entenderás.

Under the Race Lights|Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora