Caminé por las oscuras calles, mi cuerpo se erizaba con cada ráfaga de viento, muy malo, porque el tiempo estaba terrible. El frío penetraba mi suéter, aunque me había jalado el suéter más grueso que tenía. Sólo faltaban dos cuadras me decía a mí misma. Era aproximadamente las doce de la noche, el restaurante de mala muerte en el que trabajaba cerraba hasta las tres de la mañana, pero afortunadamente hoy salía temprano. Mañana, mañana sí que me las vería mal.
Miré hacia atrás, rezando por estar sola, afortunadamente sí; ni un alma parecía transitar las calles. Seguí caminando, igual de rápido, mis pies dolían pero necesitaba llegar lo antes posible para ver a mi papá. Estaba a unas cuantas casas de llegar al pequeño edificio cuando un auto paró de golpe frente a mi edificio, un chico salió de él, cargando lo que parecían maletas; un nuevo inquilino. Sabía que alguien iba a ocupar el departamento que estaba junto al mío, pero jamás pensé que llegaría así. Quise esperar a que terminara de bajar sus maletas y entrara primero, pero en verdad necesitaba llegar a con mi padre. Seguí caminando, echando una mirada al auto y al chico, él era alto, lo que me intimidó un poco porque yo apenas alcanzaba los 1:58. Entré y subí las escaleras, volviendo la cabeza atrás cuando lo vi. Él estaba en la puerta principal, con tres maletas grandes y una pequeña, estaba batallando por seguir de pie. La respiración se me atascó en la garganta. Bajé los seis escalones que había subido.
- H-hola. - Saludé un poco nerviosa. Nunca había sido buena socializando con la gente. - Creo que el departamento próximo al mío es el que vas a ocupar y quería saber si necesitabas ayuda.
Daba gracias al cielo por haber terminado mi oración. El chico alzó la cabeza, mirándome completamente. Sus ojos. Sus ojos eran realmente hermosos. Rápidamente sacudí ese pensamiento lejos de mi cabeza.
- No necesito ayuda. - Contestó, su voz era ronca... e hiriente. - Puedes irte.
Tragué saliva, mirando al suelo. Necesitaba prometerme que jamás volvería a ofrecer mi ayuda a alguien que no conociera. Mucho menos a chicos tan capullos.
- Oh. - No sabía qué más decir. - Lamento haberte molestado. - Pero no lo lamentaba, no tenía por qué lamentar haber intentado ayudar a alguien.
- Pues ya lo hiciste.
Decidí no soltar nada más porque sabía que enojada era capaz de recordarle a su madre. O cosas peores.
Me giré completamente, ojalá se cayera con todo y sus costosas maletas desde el penúltimo escalón. Subí de nuevo las escaleras, más rápido de lo común. El edificio tenía sólo tres pisos y yo vivía en el último. El pasillo estaba iluminado por un foco arriba. En ese momento me encontraba avergonzada y un poco enojada. No tenía por qué ser tan cortante. Sonreí maliosamente y apagué el foco. Me quedé en la penumbra y corrí hacia la puerta de mi departamento, abriéndola. El foco de la pequeña sala estaba prendido, no había televisión ahí, ya que me había encargado de pasarla a la habitación de mi padre. Cerré la puerta y puse llave.- ¿Papá? - Llamé. Fui directa a la cocina y tapé la sopa que estaba ahí, la que había hecho en la mañana para él, ya casi estaba vacío. - Llegué.
Corrí directa a su habitación, temiendo que algo malo hubiese pasado. Él estaba recostado, medio dormido en su cama. Dejé escapar un suspiro y me acerqué a él.
- ¿Cómo te sientes? - Pregunté, sentándome en la esquina de la cama.
Toció y mi corazón casi se para al ver una gotita de sangre salir. Tomé rápidamente un pañuelo y lo limpié.
- Estoy muy jodido. Pero me da gusto verte, querida. - Alzó su temblorosa mano y me acarició la mejilla.
Quería llorar, me daban ganas de derrumbarme y llorar. Pero sabía que eso no me ayudaba en nada.
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Insano. (Harry Styles)
FanfictionÉl no era exactamente el chico dulce y lindo que ella buscaba. Ella no era otra chica fácil. Simplemente eran dos personas completamente diferentes pero se entendían mejor que nadie. Esta novela es totalmente mía. Espero que les agrade.