Hyojin siempre disfrutó de todas las comodidades y lujos que deseó, desde lo más trivial hasta lo más costoso. En contraste, Hyejun, a pesar de ser el primogénito y heredero de una considerable fortuna, nunca mostró el mismo interés que su hermana p...
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Soyeon sintió como su piel se partía en dos. La música sonaba estruendosamente, las voces comenzaban a hacerse cada vez menos comprensibles. Intentó ponerse de pie pero falló enormemente tropezando con sus propios pies.
La persona que sostenía el cuchillo se lanzo hacia delante con un rápido movimiento sentándose sobre ella y rodeandole el cuello con ambas manos.
Soyeon gritó tratando de safarse del agarre que le impedía el paso del aire. Desesperadamente, clavo sus uñas en los ojos del atacante haciendole largar un agudo grito de dolor. Se echó hacia atrás permitiéndole escapar tanto como su cuerpo se lo permitió.
Se puso inmediatamente de pie, corrió y corrió deliberadamente por la estrecha calle vacía y tan solo iluminada por varios faros de luz por cada veinte metros.
El ruido de la música iba cada vez en aumento. Sabía que estaba cerca de un lugar lleno de personas, llena de esperanza apresuró el paso.
Oyó las pisadas detrás de ella y sintió como el cabello le era jalado hacia atrás provancando que cayera al suelo secamente, llevándose varias heridas en los brazos y piernas.
Al caer pesadamente al suelo sintió como el cuerpo se le ahogaba cuando recibió más de una patada alrededor de la columna vertebral, estómago y parte baja. Soyeon pateó y forcejeó con el aire provocando la risa del atacante.
— ¿Que crees que hacés, imbécil? —Soyeon no logro distinguir aquella voz debido al aturdimiento que la invadía por completo— Deberías de estar agradecida de portar ese apellido ¿No creés?
— Ya déjame en paz, por favor —suplico agarrándose el vientre con todas sus fuerzas— ¿Por qué haces ésto? ¿Que te he hecho?
Gritó en medio del llanto desesperado porque aquello terminará. La persona se agachó quedando a su altura, pasando el filo del cuchillo por la mejilla hasta el cuello de Soyeon suavemente.
— Gracias a la zorra de tu madre viviste llena de comodidades, incluso te apropiaste de lo que no es tuyo y tienes el descaro de preguntar que me haz hecho —volvió a reír, está bien sin poder creerlo.
Soyeon trataba de respirar, apenas sentía el aire pasar por las fosas nasales. Gemía del dolor. Un fuerte ardor se instaló en su pierna comenzando a sentir como la sangre brotaba de ésta sin parar. Llevó la mano hasta el área herida intentando parar la hemorragia. No tuvo éxito alguno.
El tiempo pareció dilatarse cuando comenzó acercarse a ella una vez más. Tomó a la chica por las piernas arrastrándola y provocándole más heridas en el cuerpo debido a la asperidad de la calle.
La arrastró hasta llegar a un callejón que se encontraba entre dos casas bastantes grandes. Seguramente las más grandes del vecindario. Se quedó allí, sin hacer nada, observando como la afectada se retorcía de dolor gracias a sus actos anteriores. Sonrió con suficiencia.
— Me estoy comenzando a aburrir —solto escupiendo el chicle hacia el muro de bloques que les rodeaba.
— Ya... Por favor —suplico comenzando a ponerse de pie. La persona chisto con la lengua en desaprobación mientras negaba con la cabeza.
Se acercó ésta vez más, Soyeon pudo ver el blanco de los ojos de la otra persona. El terror la invadió por completo.
Antes de que pudiera siquiera gritar o comenzar a defenderse, sintió como su piel era ultrajada y el filo del cuchillo le penetraba el abdomen una y otra vez hasta dejar un gran charco de liquido rojo en el áspero cemento.
La volvió a tomar del cabello. Golpeó el suelo con su cabeza reiteradas veces, hasta que el brazo se le cansó. Volvió a golpearle la cabeza contra el suelo y está vez un crujido sonó y los ojos de Soyeon se cerraron.
Un grupo de amigos que iban hacia donde la música sonaba a todo volumen por las calles, habían escuchado los gritos de casualidad. Armados de valor siguieron las voces hasta el callejón.
Veían solo dos sombras, una arriba de la otra haciendo extraños movimientos. Se alertaron.
— Llama a la policía —susurró uno de ellos al que más cerca tenía. Éste rápidamente saco su celular y se apartó del resto llamando a las autoridades correspondientes.
— ¡Que crees que estás haciendo! —gritó uno de ellos. Quien la estaba atacando se alertó rápidamente. Tomó la cartera de Soyeon junto con el cuchillo bañado de su sangre.
Se puso de pie mirando hacia lo oscuridad. Subió el cubrebocas hasta debajo de los ojos, se dió la media vuelta divisando al grupo de amigos. Eran tres, restando al que no estaba allí.
Suspiró, comenzando a caminar hacia ellos. Paso por su lado como si nada, pero su paso fue detenido por uno de los chicos quien le había agarrado del brazo. Rápidamente, con la otra mano tomó fuertemente el arma blanca y se la clavo en el estómago, antes de huir de allí.
Mientras corría alejándose cada vez más, podía oir los gritos aterrados de los demás, pidiendo ayuda y llamando a emergencias.