DELEGADO

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El sol ardiente parecía intensificar la tensión en el ambiente, mientras en la mitad del recreo el sonido seco de una ventana quebrándose interrumpía la rutina. Inmediatamente, las miradas se volvieron hacia la fuente del estruendo, congelando los pasos que antes fluían en una danza despreocupada. El silencio se extinguió llenando las paredes de murmullos presagiando problemas.

-Te lo ruego Dios, que no sea Sammy -suplicó Ronald, con el rostro tenso y el ceño fruncido.

Al parecer, las súplicas de Ronald no surtieron efecto. Minutos más tarde, su nombre resonó por los altavoces, llamándolo desde la dirección debido al incidente con la ventana. Con el corazón apretado y la mente enredada en un torbellino de escenarios, todos protagonizados por Sammy, caminó despacio, como si cada paso lo acercara a una condena inevitable.

Al llegar cerca de la puerta de la dirección, su peor temor se materializó: la silueta inconfundible de su compañero problemático brillaba con una ironía cruel. Sammy estaba allí, esperándolo. -No puede ser... ¡VOY A MATARLO! -murmuró entre dientes con el enfado quemándole la garganta.

Entró a la oficina sin siquiera lanzarle una mirada de reojo al culpable de sus malos días. Sammy, como siempre, era la fuente de todos sus problemas, y Ronald no estaba dispuesto a darle ni un segundo más de atención.

- Director, buenas tardes ¿Qué sucede? -inquiere muy serio.

- Ronald, Sammy rompió una ventana con un balón -exclamó el director, con evidente frustración-. Según él, fue intencional, cosa que ya no voy a reclamar porque, sinceramente, no quiero dañar más mi hígado.

Finalmente, Ronald desvió la mirada de reojo hacia Sammy, con una rabia contenida que hervía bajo su piel. En su mente, le deseaba las peores muertes, imaginándose como el verdugo de cada una. No era la primera vez, ni sería la última, que Sammy lo arrastraba a sus problemas. Cada vez, el peso de su frustración se hacía más insoportable.

- ¿Qué espera que yo haga? -preguntó Ronald, resignado, con un suspiro que dejaba entrever su cansancio.

-Solo quiero que te encargues de que este niño pague los vidrios rotos -respondió el director con un toque de sarcasmo-, ya después te deshaces de su cuerpo.

Ronald apenas pudo contener una sonrisa amarga antes de responder: -Lo segundo con gusto lo haré.

El calor sofocante de la tarde envolvía a Ronald, intensificando su mal humor, algo totalmente opuesto a su carácter habitual. Ese día, cualquier cosa que viniera de Sammy tenía el poder de enfurecerlo aún más. Con el ceño fruncido y los puños apretados, Ronald caminaba junto a su problemático compañero, mientras ambos se dirigían de vuelta al aula.

El silencio entre ellos era tenso, cada paso resonaba con el eco de la irritación de Ronald, quien evitaba incluso mirar a Sammy, temiendo que cualquier gesto o palabra del otro lo llevaría al límite de su paciencia.

- Querido delegado, ¿puedes mirarme un momento? -pidió Sammy, con esa falsa inocencia que tanto irritaba a Ronald.

En ocasiones, Ronald no podía creer la gran fuerza de voluntad que había tenido para no acabar con su vida de la forma más dolorosa posible.

- Te recomiendo que te calles, porque mi puño tiene ganas de golpear el rostro de un idiota -refunfuñó Ronald, mientras la rabia burbujeaba en su interior.

- ¿En serio? ¿Pero cómo hiciste para no golpearte? -preguntó Sammy, sonriendo de manera provocativa.

Y justo cuando Ronald admiraba su propia poderosa fuerza de voluntad, el coraje se apoderó de él. -¡Ok... voy a matarte! -afirmó, acercándose amenazadoramente a Sammy.

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⏰ Última actualización: Sep 28 ⏰

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