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el tribunal de la familia, orotgo la patria potestad de abigail lee a robert gligard, padre de la niña y capitán de la unidad swat de los santos con una hija en casa, quién hasta se le tenía que ordenar comer y dormir, el...
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ROBERT RESIDENCE ─────────
TODO ERA UN desastre, un completo caos más del imaginando al pensar en un hombre sobreviviendo por sí solo. La televisión encendida en algún canal de deportes, sonando a todo volumen, quién le hacía competencia con el ruido más molesto era la alarma contra incendios del desastroso hogar, el olor a algo quemado, a comida quemada inundaba las narices mientras que de la cocina emanaba un pequeño pero denso humo negro, de lo que sea que se estuviera quemando en el sartén, también se escuchaba el ruido a de agua, gotitas que por si solas hacían un carco y un hilo de agua que salía desde el baño para la casa, el sofá llenó de papeles, plumones y portaminas destruidas manchando con tinta la tela del sofá principal, diferentes almohadones del mismo estaban desparramados por el suelo, sirviendo como cama para un gato naranja, viejo y obeso.
Y frente ella, en contraste de sus fogosos ojos verdes tenía a los agotados, irritados y rojizos ojos color cielo del capitán de SWAT de Los Santos.
Robert Gligard siendo tan impoluto, limpio y ordenado era casi irreconocible, igual que su hogar su cabellera naturalmente pelirroja estaba en un completo desastre, sin peinar con mechones salvajes incontrolables, llevaba puesto unos pantalones de dormir, de tela roja y cuadros negros, seguramente parte de su pijama en su torso llevaba una camisa blanca con manchas de comida y tinta con calcetines impares, uno blanco y el otro rojo. Tan destruido que su típica expresión pétrea con la que solía intimidar a los oficiales y molestar a la capitana, ahora era un fantasma a su rostro actual, ojeroso con líneas de expresión angustiosas y los ojos rojos he hinchados, a punto de llorar.
Pero, un llanto se escuchó desde el interior de aquel desastroso hogar.
───¿¡Pero, que haz hecho animal!? ───le regaño, entrando por la puerta como si fuera su casa, apreciando más de cerca todo el desastre.
Para, la sorpresa del propio Robert, la capitana Alexander olvidó todas las riñas que se tenían juradas mutuamente por el puesto de sub comisario para el bien común, el bien de salvar su casa; de lo primero que se ocupó fue de los ruidos que taladraban sus oídos, apagó el televisión que seguro llevaba días con la pantalla encendida, luego se subió a la isla de la cocina ignorando lo poco higiénico pues se veía que no tenía ni un solo plato, vaso, tasa o cubierto limpio, apagó la alarma para seguir con la cocina apreciando el desastre, platos sucios, una pila de empaques de comida instantánea y miro el origen del humo, un par de filetes chamuscados;
───E... Esto no era así en un principio, solo... Todo, se vino abajo tan rápido, que... Que, no supe que hacer, ni que comer o como seguir ───Robert hablaba tan rápido y tan atropellado con la voz jocosa y grave, siguiendo a la mujer como si fuera un cachorro perdido admirando con envidia y pena la forma tan rápida en que solucionaba sus problemas ───Lo siento... ───
