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Hay algo embriagador en la fuerza con la que las manos de Moze te masajean el cabello con champú. Comenzó a hacerlo la primera vez que se ducharon juntos, pero en ese momento piensas que se trataba más de su necesidad obsesiva de limpieza después de una pelea que terminó contigo luchando con él en el suelo que de cualquier sensación de intimidad.
Ahora es diferente. Las manos de Moze encuentran los puntos de tu cuero cabelludo que te hacen derretir entre sus manos, tus párpados se agitan mientras te relajas. Él usa un champú diferente para ti, uno que huele a manzanas reales, no a un olor artificial, y te mueres por saber de dónde lo sacó.
Él usa uno sin perfume, lo cual tiene sentido dada su profesión y sus habilidades en el sigilo, por lo que saber que hizo todo lo posible para conseguirlo para ti hace que te derritas un poco cada vez que te lava el cabello.
Sabes que también te ha comprado jabones perfumados antes, aunque no los usa cuando se ducha contigo. Es increíblemente dulce y valoras esos gestos considerados que tiene contigo. No es muy dado a las expresiones de afecto verbales, pero las acciones que realiza hacen que tu corazón salte cada vez.
A él le gusta estar detrás de ti, con sus brazos alrededor de tu cintura, mientras cocinas o lavas los platos (cuando no los está lavando él mismo). Le gusta presionar su cara contra tu cabello y respirar tu aroma, el de las manzanas, el de tu detergente para ropa o el de tu perfume.
A veces, cuando llevas las compras a casa, él aparece de la nada, se lleva la mitad de tu carga y te acompaña a casa. Eres plenamente consciente de que Moze demuestra su amor a través del acoso y, honestamente, probablemente deberías sentirte preocupada por cómo se te calienta el corazón cada vez que recibes un mensaje de texto que es solo una foto tuya espontánea, tomada desde diferentes distancias.
Amas a Moze y te hace muy, muy feliz saber que él también te ama.
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