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El camino era tranquilo.
Su abuelo le señalaba monumentos y edificios, explicando con calma lo que simbolizaban para los humanos. TN observaba por la ventana, llena de alegría; Quería verlo todo, lo antes posible. Su emoción era evidente, tanto que su abuelo soltó una leve risa al verla.

"¿Podemos ir ahí?" preguntó, señalando un edificio blanco.

"Eso es un banco, hija", respondió su abuelo, frunciendo ligeramente el ceño. "Irás con Frederick el lunes para pagar algunas cosas".

"¿Por qué no podemos ir ahora?" preguntó, algo decepcionado.

"Hoy hay mucha gente, señorita", comentó Frederick desde el asiento del conductor. "Además, debe instalarse en la mansión primero".

"La ciudad no va a ninguna parte, hija", añadió su abuelo. "No cabe duda de que sigues siendo una niña". TN lo miró con el ceño fruncido. "¿Qué? Comparada conmigo, apenas eres un bebé".

"No puedes culparme", respondió cruzando los brazos y volviendo a mirar por la ventana. "Es la primera vez que estoy aquí".

"Te aseguro que no será la última", replicó su abuelo, sonriendo. TN no contestó, pero la emoción seguía en sus ojos. "Mira, ya casi llegamos".

El auto giró hacia una calle rodeada de mansiones separadas por amplios jardines. Las calles estaban adornadas con plantas cuidadas, algo que a su madre le habría encantado. Mientras pasaban frente a una gran mansión iluminada, TN la observó hasta que se perdió de vista. Había algo extraño en ella, algo que no lograba identificar. Miró a su abuelo con curiosidad, pero este solo le hizo una señal con la mano, indicándole que esperara.

Al llegar a la mansión de su abuelo, TN bajó rápidamente, impresionada por la majestuosidad de la casa. Su abuelo abrió la puerta y entró, seguido por Frederick, y ella los siguió con entusiasmo. Giró por un pasillo que conducía a la sala y se dejó caer en el sofá, sintiendo el aire fresco que llenaba la estancia. El nivel crujir de la madera bajo sus pies le dio una sensación de estabilidad, algo que no había sentido en mucho tiempo.

Realmente estaba en el mundo de los vivos; ¿Y si papá no leyó la nota? ¿Y si se enfadó de verdad? ¿O tal vez mamá ya habló con él...? No, seguro piensa que fue otro de mis caprichos.

Su abuelo la llamó, y ella se sentó apropiadamente al verlo entrar.

—Hija —dijo mientras se sentaba frente a ella—. ¿Cómo estuvo tu viaje?

—Estuvo bien —respondió, masajeándose las manos mientras recordaba—. Conocí gente realmente agradable.

—¿No tuviste algún inconveniente con tu cosmos? —preguntó, mirándola fijamente—. Sentí cuando llegaste; tu cosmos desapareció abruptamente.

—Tú me dijiste que lo hiciera —respondió, frunciendo el ceño, algo extrañada.

—Te dije que lo hicieras gradualmente —la regañó. El anciano se levantó y se sentó junto a ella—. Si lo haces de golpe otra vez, podría hacerte daño.

—Lo siento, supongo que fue la emoción de salir —dijo, recostándose en el sofá—. Estoy muy feliz de estar aquí.

—Me alegra —sonrió con cariño. Su abuelo miró un retrato en la pared, donde aparecieron sus hijos—. Tu papá tardará en darse cuenta de que estás aquí.

—Le dejé una nota —dijo rápidamente—. Cuando tenga tiempo, la leerá.

Su abuelo soltó una risa.

—Hades apenas tiene tiempo de respirar —comentó, mirándola con una sonrisa—. Para cuando se dé cuenta, lea tu nota y Perséfone hable con él, ya será Navidad.

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⏰ Última actualización: Oct 03 ⏰

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