No permitir

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¿Por qué él, hijo de un renombrado doctor, poseedor de un inmenso dote, conocedor de tantos autores, tuvo la necesidad de rescatar a otro omega de las garras de la vida?

Pudo percibirlo apenas estuvo cerca de él, un omega que desprendía tantas feromonas como le era posible, por una razón que no supo hasta algún momento azaroso de intimidad.

Víctor era un omega dominante, postura que tuvo que adoptar apenas se mudó a la ciudad, después de un pasado tormentoso y endurecedor, tenía que mostrarle al mundo que él era más que el hijo rico de una noble familia, más que el trofeo para algún alfa orgulloso que quisiera tener a un apuesto esposo, él era inteligente, capaz, podía afrontar la carrera por sí mismo, por ejemplo.

Realmente no era nada común que los omegas tuvieran una especie de preparación en aquella época, pero su padre al ser un importante órgano de la sociedad y de la comunidad científica, logró darle una segunda oportunidad al hijo que de por sí ya depreciaba un poco, no era más que su lástima y caridad.

Y Víctor sabía esto, haciendo así más duro y orgulloso su caparazón externo, apenas y contaba con su padre, con nadie más en este mundo.

Al menos hasta que conoció a Igor.

Un pobre jorobado que rogaba por una segunda oportunidad a su mente desperdiciada, en un circo donde todos abusaban de él y preferían tratarlo como un mero objeto fenómeno. Todos excepto Lorelei, una beta talentosa que fue rescatada por su amigo junto a otro omega de una segura muerte después de desplomarse de su columpio acrobático, siempre procuró cuidar de él.

Ahora ambos habían escapado, llevándose al jorobado a su casa y demostrándole que su espalda podía ser común y corriente, dándole un nombre y un apellido, una habitación, un hogar. Naturalmente tenía ese instinto protector, especialmente con los más débiles.

— ¿Por qué estás cargado en feromonas? — Preguntó alguna vez, harto de ese olor que desaparecía tan lentamente.

— Intento calmarme con mi propio olor, además de que... me dijeron que así le gusta a los alfas.

— No seas un ofrecido, Igor, debes darte a respetar. — Repite lo que alguna vez su madre le dijo.

— Ahora es más por nervios, creo que puedo valer más de lo que pensé. 

Víctor sonríe ante este comentario, le ha enseñado su estilo de vida con el pasar de los días.

Frankenstein es un estudiante de medicina que se ha permitido ser tal y como es con Igor, de a poco, por supuesto. Una cosa que siempre le huyeron los alfas de Víctor, era su rareza. 

Su tartamudeo al hablar en público, su desorientada perspectiva, su avanzado intelecto, su manía por la vida y la muerte. Sin haberle faltado pretendientes en el campo, ahora en la ciudad no lo veían como un prospecto, lo miraban como un pedazo de carne, apenas como un trofeo, no por valioso, sino por la soberbia que el omega solía pregonar, "nadie me toca" solía decir. No faltaba el patán que se atrevía a encerrarlo en un rincón a tratar de convencerlo, o en su defecto, manosearlo sin consentimiento, pero el mismo Frankenstein no lo permitía, golpeaba, gritaba, pataleaba, hacía todo lo posible porque nadie se atreviera a faltarle a su moral, él ya no deseaba ser la cena de nadie.

Llegaba ebrio a su casa, hogar donde Igor lo esperaba con una cena caliente y consuelo, momento en que el aspirante a doctor le contaba su día e Igor se lamentaba que tuviera que pasar por ello, él también solía tener malos días. A Víctor al menos lo protegía su apellido, sólo un tonto e ignorante se alzaría a levantar su mano y apostar por desconcertar al hijo de médico, con el tiempo, nadie quería intentar pasar una buena noche con Frankenstein, viéndose aún más mermada su posibilidad de conseguir un buen marido, encontrándose con más pesados en el bar, teniendo que cargar con armas blancas constantemente, saliendo peligrosamente por las calles borracho e inconsciente, llegando con el favor de Dios a su casa.

No permitir | Víctor Frankenstein (2015) | ABODonde viven las historias. Descúbrelo ahora