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El sonido familiar del timbre de salida resonó en los pasillos, y Jimin guardó rápidamente sus cosas en la mochila antes de salir del salón. Caminó sin rumbo fijo, dejando que el destino lo guiara, mientras sus pensamientos se agolpaban en su mente. Miró al cielo, que se tornaba gris, presagiando la lluvia inminente. No se sorprendió cuando las primeras gotas comenzaron a caer, pronto convirtiéndose en un torrente que lo empapaba por completo.

Sin darse cuenta, sus pasos lo llevaron al largo del puente, donde se detuvo para observar el río oscuro que se extendía abajo. A sus cortos 16 años, el joven de cabellos rubios y unos ojos celestes tan deslumbrantes como el cielo despejado, que en otro tiempo brillaban con esperanza, se encontraba sumido en una profunda oscuridad el cual le era imposible salir. Había estado considerando el final durante tanto tiempo que la cobardía que antes lo había frenado ahora se desvanecía. En su mente, la idea de terminar con su sufrimiento se convirtió en una salida, un alivio del dolor que lo había acompañado durante años. Al parecer, Dios finalmente se había apiadado de él, permitiéndole encontrar el camino hacia el puente que lo liberaría de su tormento.

La tormenta se intensificaba, como si el clima compartiera su dolor. El viento aullaba, llevando consigo sus pensamientos oscuros. Con los pies en el borde, sintió que la oscuridad lo envolvía, una tentación abrumadora que prometía alivio. Sin mirar atrás, dio el paso hacia el vacío.

El impacto con el agua fue brutal, un golpe helado que lo dejó sin aliento. Mientras se hundía en las profundidades del río, su visión se tornó borrosa, y por un breve momento, Jimin experimentó una sensación de paz que había creído imposible. Las preocupaciones, las heridas, los recuerdos, todo se desvanecía en el silencio del agua.

Pero el destino tenía otros planes.

Aún con la vista nublada y a punto de desvanecerse por la falta de aire, percibió una silueta acercándose a él. De repente, unas manos fuertes lo agarraron, sacándolo de las profundidades. La mente de Jimin, perdida en el abismo, no registró el rescate hasta que el tirón lo llevó de regreso a la superficie, donde tosió violentamente, expulsando el agua mientras su cuerpo temblaba por la adrenalina y el frío.

Cuando finalmente abrió los ojos, un rostro apareció entre la lluvia. El chico que lo había salvado, empapado y jadeando, lo miraba con una intensidad que le hizo sentir que su propia vida dependía de ese encuentro. Jimin intentó hablar, pero las palabras se ahogaron en su garganta.

—¡¿Acaso te has vuelto loco?! —dijo el desconocido, su voz cargada de desesperación y miedo—. ¿Cómo pudiste hacer algo así?

Las palabras se ahogaron en el silencio que siguió. Jimin sintió una oleada de rabia surgiendo en su interior, como si ese desconocido hubiera rasgado una herida que creía cerrada. La confusión se desvaneció, reemplazada por un deseo de que entendiera el verdadero peso de su dolor. Todo lo que había sufrido, todo lo que había callado, parecía querer escapar de sus labios.

—¿Qué sabes tú de locura? —respondió Jimin, su voz temblando entre la rabia y el dolor—. ¡No sabes nada de lo que he pasado!

El desconocido lo miró fijamente, su expresión cambiando a una mezcla de compasión y arrepentimiento. Un silencio denso se instaló entre ellos, como si el mundo hubiera dejado de girar por un momento. Luego, con una calma sorprendente, se acercó un poco más. Jimin, al ver esa acción, intentó levantarse rápidamente, pero sus piernas aún temblorosas lo traicionaron, haciéndolo caer sobre el suelo. El chico se preocupó y quiso ayudarlo, pero Jimin lo empujó asustado.

—¡Aléjate! —grito Jimin, sintiendo terror a la cercanía del desconocido.

Sin embargo, en lugar de exaltarse, el desconocido lo miró con comprensión.

—Perdóname, no fue mi intención asustarte, solo quiero ayudarte —dijo con una voz suave tratando de transmitirle calma, manteniendo una distancia prudente, pero sin alejarse demasiado, temeroso de que intentara volver a saltar—. Mi nombre es Jeon Jungkook, un gusto conocerte —añadió, sonriendo con amabilidad —Déjame ayudarte —insistió Jungkook, con esa amabilidad que parecía tan fuera de lugar en medio de la tormenta. Sus palabras resonaron en el vacío que sentía Jimin, como si fueran un eco que se negaba a desaparecer.

Jimin, empapado y temblando, lo miró confundido. Había algo en aquella sonrisa amable que le hacía querer confiar, algo que, por un breve instante, le hizo sentir que no estaba completamente solo. Pero antes de que pudiera aferrarse a esa sensación, su mente fue invadida de nuevo por los fantasmas de su pasado. El miedo y el dolor regresaron con fuerza, ahogando cualquier atisbo de esperanza. ¿Cómo confiar, cuando todo lo que conocía era sufrimiento? Jimin sintió que su corazón se encogía una vez más, atrapado en ese ciclo interminable de desconfianza y tristeza.

Y mientras la tormenta arreciaba, supo que las palabras de Jungkook no serían suficientes para reparar lo que estaba roto dentro de él.

No esta noche.

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¡Gracias por leer este primer capítulo! 

Recuerden que esta historia es completamente ficticia y que los personajes y situaciones no reflejan la realidad. 

Sin embargo, temas como el dolor y la desesperación son muy serios. Si tú o alguien que conoces está pasando por un momento difícil, no dudes en buscar apoyo. Siempre hay personas dispuestas a escuchar y ayudar

¡Nos vemos en el próximo capítulo!

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