Rúben no se rió, en lugar de eso, dio un paso más hacia Gavi, dejando poco espacio entre ellos.
Sus ojos se encontraron, intensos, pero no en conflicto. Era como si, de repente, todas las piezas encajaran en su lugar.
—Y...—Comenzó Rúben, su voz grave pero suave... ¿Sí me entienden no?
—Tienes razón en una cosa.
Gavi parpadeó, confundido.
—¿Qué cosa?
—Me gusta un omega.— Rúben dejó que esas palabras flotaran en el aire por un momento, viendo cómo los ojos de Gavi se abrían un poco más, incrédulos.
—Pero.—Continuó Rúben, con una sonrisa ladeada.
—Te equivocas en otra.
—¿En qué?—Gavi entrecerró los ojos.
—Si crees que me gustan los omegas sumisos y delicados, estás completamente equivocado.
El corazón de Gavi se aceleró, y tuvo que morderse el labio para no responder de inmediato. No sabía qué pensar de las palabras de Rúben. ¿Estaba jugando con él? ¿Era una broma pesada?
—Te gusta fastidiar, ¿Eh?—Gavi bufó, alejando la mirada un segundo.
—Mira, Rúben, si esto es algún tipo de burl...
—¿Parezco estar burlándome?—Interrumpió Rúben, su tono firme y decidido. Dio otro paso adelante, y Gavi tuvo que levantar la cabeza para mantener el contacto visual.
—Porque lo que veo es que no tienes idea de lo que haces cuando entras al campo. No tienes idea del caos que desatas en mí cada vez que juegas con esa maldita intensidad. ¿O crees que me frustro porque simplemente me molesta cómo juegas? No, Gavi, me frustro porque...
—Me atraes, y cada minuto que paso intentando alejarte me hace querer hacer cualquier cosa menos... Eso.
Gavi se quedó helado, sus ojos buscando alguna señal de que lo que Rúben decía no era real.
Pero no la encontró. Rúben estaba siendo completamente honesto, lo sentía, lo sabía.
El aire a su alrededor se tensó de nuevo, pero esta vez no era la tensión de una pelea, sino algo mucho más peligroso.
El aroma a tierra mojada y menta se intensificó, llenando el espacio entre ellos, envolviendo a Gavi como un manto invisible que lo hacía sentir demasiado consciente de la cercanía de Rúben.
—Eso no tiene sentido.—Murmuró Gavi, intentando procesar lo que acababa de escuchar.
Nos conocemos desde hace... Ni siquiera dos horas.
—¿Y qué?—Replicó Rúben, como si el tiempo no importara.
—He pasado más tiempo con otros y nunca he sentido esto. No puedo explicarlo, y sé que probablemente pienses que estoy loco, pero... Esto es real.
Gavi se quedó en silencio, pero su mente era un caos. No sabía qué decir, qué pensar.
¿Era esto lo que había estado sintiendo también? ¿Esa atracción que intentaba reprimir cada vez que Rúben se acercaba? ¿Era mutua?
Por un instante, los dos se quedaron allí, simplemente mirándose. Pero entonces, Gavi sintió que algo se movía dentro de él, como si su cuerpo respondiera de manera automática a las palabras de Rúben.
Antes de poder detenerse, su propio aroma, ese que sabía que siempre lo delataba, comenzó a liberarse. Café dulce y bosque fresco llenaron el aire, mezclándose con el aroma de Rúben.
Rúben cerró los ojos por un momento, respirando profundamente, y cuando los abrió de nuevo, había algo diferente en ellos. Una chispa que antes no estaba.
—Ahora entiendo por qué es tan difícil concentrarse cuando estás cerca.—Dijo en un susurro, casi como si fuera un pensamiento en voz alta.
Gavi se sonrojó, su cuerpo traicionándolo al liberar ese aroma tan fácilmente. Era una señal de vulnerabilidad, y lo odiaba.
Pero, al mismo tiempo, no pudo evitar sentir una especie de alivio al ver cómo Rúben lo recibía, cómo lo hacía sonreír.
—¿Qué quieres decir con eso?—Preguntó Gavi, su tono más suave, casi inseguro.
Rúben sonrió, esta vez una sonrisa sincera y amplia.
—Digo que... Me haces difícil hacer mi trabajo. ¿Cómo se supone que alejé a alguien cuando todo lo que quiero hacer es acercarme más?
Gavi abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera formar una respuesta coherente, la puerta de la enfermería se abrió de golpe, interrumpiendo el momento.
—Perdón, ¿interrumpo algo?—Pedri asomó la cabeza por la puerta con una sonrisa traviesa, claramente disfrutando de la incomodidad del momento.
—Porque puedo volver más tarde si necesitan privacidad.
Gavi frunció el ceño y le lanzó una mirada asesina a su compañero.
—Solo vine a ver si estaban bien, Ferran me dijo que Rúben habia venido a ver cómo estabas.—Respondió Pedri, sin inmutarse.
—Ferran...
—Pero parece que la compañía les cae bien, y yo diciendo que mi pobre Gavi ya estaria por sacrle los ojos a Rúben.—Miró a Rúben y luego de nuevo a Gavi.
—Vete, canario desplumado.—Murmuró Gavi, aunque su voz carecía de verdadera agresividad.
Estaba demasiado abrumado por la cercanía de Rúben y por lo que acababa de pasar entre ellos.
Pedri levantó las manos en señal de paz, pero antes de irse, se inclinó hacia Gavi con una sonrisa cómplice.
—Solo digo... Si alguna vez necesitas consejos, ya sabes dónde encontrarme.
Y con eso, desapareció, dejándolos de nuevo solos.
Gavi dejó escapar un largo suspiro, llevándose una mano a la frente.
—Ese par...
Rúben soltó una risa baja.
—¿Qué?—Preguntó Gavi, levantando una ceja.
—Es solo que...—Rúben se encogió de hombros, todavía sonriendo.
—No pensé que después de todo esto, terminaríamos aquí, con Ferran y Pedri molestándote y tú... Tan frustrado.
—Yo no estoy frustrado.—Se defendió Gavi, aunque sabía que estaba mintiendo.
—¿No?— Rúben dio un paso más, acortando la distancia de nuevo.
—Porque yo sí lo estoy. Y no solo por lo que pasó en el campo.
Gavi sintió cómo su corazón volvía a acelerarse, esa tensión en el aire volviendo con más fuerza.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que...— Rúben lo miró directamente a los ojos, su voz bajando de tono, casi como un susurro.
—Esto no ha terminado. No me voy a quedar quieto después de lo que escuché. No ahora que sé lo que piensas de mí.
Gavi tragó saliva, su mente hecha un torbellino. ¿Qué significaba todo esto? ¿Qué iba a pasar ahora? No sabía.
Pero lo que sí sabía era que, por primera vez, no quería retroceder.
Y Rúben, al parecer, tampoco.