Lo más complicado era guardar silencio. Pero con el tiempo había aprendido en que había ocasiones en que se volvía algo necesario, esencial.
Era la sombra del otro, y como tal, no quedaba más opción que permanecer a su lado, siempre a una distancia prudente, guardando silencio a pesar que para ello tuviera que morderse la lengua y golpear cuanto muro se le pusiera enfrente cuando se encontraba a solas.
Ser la mano derecha de la esperanza de la humanidad no era sencillo.
Ser el soldado más fuerte tampoco ayudaba demasiado.
Mas era egoísta pensar en ello en situaciones como esa.
La atención de Levi se centró de nuevo en el muñón que limpiaba con dedicación. Si se tratara de otra persona, de otra situación le habría resultado asqueroso, el olor a carne muerta, la cicatriz aún demasiado rojiza y los restos de costras que sólo recordaban el poco tiempo que había transcurrido desde aquel accidente en que el Comandante perdiera su brazo.
Silencio, tan insoportable como la culpa.
—No estabas en condiciones de ir.
Lo último que Levi necesitaba era ese recordatorio.
—Sólo es un brazo, no cambia nada.
Mentira. Era una desventaja más, una clara muestra de que en esa guerra por la sobrevivencia de la raza humana todos eran vulnerables. Que en un abrir y cerrar de ojos, incluso menos, todo se podía derrumbar. No eran más que insectos peleando contra seres imponentes, casi inmortales.
Pero si incluso las moscas volaban por sobrevivir, era natural que los humanos hicieran lo mismo.
Aferrarse a todo, aunque sólo fueran muros de tierra seca.
—Ningún sacrificio es en vano —habló finalmente el moreno—. Es en lo que creemos —Erwin asintió apenas con un gesto de cabeza, tan calmo como era su costumbre—. Entonces deja de decir esas mierdas cada vez que estamos solos —El comandante dejó escapar un remedo de risa, el primero en mucho tiempo.
—¿No te apiadarás de un viejo herido?
—No eres un viejo y sólo es un maldito brazo ¿No?
Parecía que la falta de propiedad en el lenguaje eliminaba esa tensión de los días previos. Así había sido desde el principio. Tratarse como iguales, dejar todos los modales fuera de la habitación en que se encontraran. Después de todo, sólo eran dos hombres que pretendían abandonar su temor constante a la muerte.
Levi terminó con su labor, dejando un pulcro vendaje como era su costumbre, buscando que fuera lo más presentable posible. Sólo era una cicatriz de tantas, un recordatorio de lo que enfrentaban día a día.
Una nueva razón para continuar luchando si es que un día de esos lo olvidaban.
—Un idiota no muere tan fácil —sentenció finalmente el sargento mientras se ponía de pie dispuesto a retomar sus otras labores.
—Levi... —El tono de voz ajeno le provocó un escalofrío, no quería escuchar lo que fuera a decir, mas sabía que no tenía otra opción—. Tuve miedo.
No era momento de retomar los incómodos silencios.
—Yo también, Erwin.
Finalmente lo habían aceptado y con eso bastaba. No habría grandes revelaciones, nada de emotivas lágrimas acompañando ridículos discursos que evocaban la valentía del Comandante de la Legión de Reconocimiento, mucho menos promesas imposibles de cumplir.
Sólo aceptación. Una muestra más de la sinceridad y confianza entre ellos.
Eran libres de continuar cayendo.
De seguir sobreviviendo.
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Ensamble
Fiksi PenggemarSu relación no se basaba en otra cosa sino en mantenerse uno al lado del otro. Juntos, incluso en esos momentos de debilidad.