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Después de la impactante llegada al reino de Lyria, todavía me costaba asimilar todo lo que había sucedido. El paisaje era como sacado de un sueño, pero la realidad del castillo que se alzaba frente a mí me anclaba en la cruda verdad: no había vuelta atrás. Ya no estaba en Eldoria, estaba en el reino de la magia.

Nos condujeron por unos jardines que parecían interminables, con plantas de colores que jamás había visto, y criaturas que susurraban secretos a su paso. Lyria era más impresionante de lo que había imaginado, pero también intimidante. Mientras caminábamos, mis ojos no podían dejar de recorrer cada rincón, tratando de memorizar todo lo que veía.

Las paredes del castillo estaban cubiertas de símbolos mágicos que parecían brillar con vida propia. Cada uno de ellos parecía tener un propósito, pero no podía ni siquiera adivinar cuál. Los tapices que adornaban los pasillos narraban historias que reconocía de los cuentos que me contaba mi madre. Héroes que luchaban contra criaturas mágicas, alianzas entre reinos, y dragones. Era como si de repente hubiera entrado en uno de esos relatos.

Mientras caminábamos, Aaron tomó la palabra, su voz mucho más amable que la de su hermano.
—En el ala este estarán vuestras habitaciones, allí tendréis un mapa de todo el castillo para que no os perdáis —dijo señalando hacia el ala correspondiente.

Azriel, en cambio, no dejó espacio para ninguna ilusión de relajación. Su tono severo, casi distante, hizo que todo mi cuerpo se tensara un poco más.
—Tendréis 20 minutos para acomodaros y cambiaros, después os esperamos abajo en la sala de convocatorias —añadió, sin mirar a nadie en particular.

Una vez que nos dejaron en el ala este, nos separaron en grupos para nuestras habitaciones, diciendo nuestros nombres. Entré a la mía, sintiendo una mezcla de alivio y nervios. La habitación era enorme, más lujosa de lo que jamás habría imaginado. El suelo de mármol brillante, los muebles tallados con detalles exquisitos, y una vista que daba hacia los jardines mágicos. Aunque era un lugar increíble, no podía evitar sentirme fuera de lugar, como si no perteneciera aquí.

Al parecer, conviviría con tres chicas: Elysia, Thalia y Evelyna. Thalia, la pelinegra, ya estaba desempacando con una calma que me sorprendió. Evelyna, con su cabello blanco como la nieve, se acomodaba en una cama cercana a la ventana, y Eysa, la castaña, se sentó con una sonrisa nerviosa en el borde de su cama.

—¡Hola! ¡Tú debes ser Liliana, ¿verdad? —dijo Evelyna, la peliblanca, cruzando la habitación rápidamente para tomarme de las manos. Sus ojos brillaban con entusiasmo—. ¡Es un placer conocerte! ¡Yo soy Evelyna, pero puedes llamarme Eve! ¡Este lugar es increíble, ¿no crees? Aunque... sí, es un poco aterrador también, pero estoy segura de que todo saldrá bien.

Yo asentí, aunque en mi interior no compartía del todo el entusiasmo. El castillo era maravilloso, sí, pero todo esto me seguía pareciendo una trampa dorada. Debería sentirme afortunada, pero el miedo seguía retorciéndose en mi estómago.

—¿Habéis escuchado algo sobre las pruebas que tendremos que pasar? —pregunté, tratando de romper el silencio mientras comenzaba a organizar mis cosas en el armario.

—Solo rumores —contestó Elysia, la castaña con aire distraído—. Nada concreto. Pero apuesto a que no será fácil.

—Yo solo espero no ser la primera en fallar —dijo Eve, riendo nerviosamente, pero su preocupación era evidente.

Miré por la ventana mientras el sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte. Los dragones, que antes habíamos visto surcando el cielo, ahora descansaban en lo alto de las torres del castillo. Este mundo era tan diferente del mío que, por un momento, me sentí como una extraña en mi propia piel.

Guardianes de la Antigua LlamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora