𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐: 𝐉𝐮𝐠𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐚𝐥 𝐜𝐮𝐩𝐢𝐝𝐨 𝐲 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐦á𝐬

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Narrador Universal


Mía salió del cuarto de Marizza con una sonrisa traviesa en el rostro. Claro, Marizza podía hacerse la dura todo lo que quisiera, pero Mía ya sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo entre ella y Pablo.

"Te guste o no, voy a juntar a esta parejita," pensó para sí misma mientras bajaba las escaleras de la casa.

—¡Mía, no te metas! —.

Le había gritado Marizza antes de que saliera. Pero Mía simplemente se encogió de hombros y siguió caminando, pensando en cómo Marizza siempre usaba esa expresión: "Me importa un pomelo lo que pienses," decía cuando no quería que alguien interviniera en su vida. Pero a Mía no le importaba. Sabía que en el fondo, Marizza necesitaba ese pequeño empujoncito.

Determinada a continuar con su plan, Mía se dirigió a la habitación de Manuel. Sabía que él también había notado la tensión entre Pablo y Marizza. Y si había alguien en el mundo que podía ayudarla a hacer realidad su plan, era él.

Cuando entró, lo primero que notó fue el desorden total que reinaba en la habitación. La cama estaba completamente deshecha, la ropa tirada por todas partes, y el típico caos que solía acompañar a Manuel cuando estaba demasiado relajado.

—"Qué desastre sos," murmuró Mía con una sonrisa mientras se dejaba caer en la cama desordenada.

Desde el baño, se escuchaba el sonido del agua cayendo, y Mía sonrió, pensando en lo predecible que podía ser su novio. Siempre tardaba siglos en la ducha. Pero cuando la puerta del baño se abrió, su sonrisa se ensanchó aún más.

Manuel salió envuelto en una toalla, con el pelo mojado cayendo desordenadamente sobre su frente, goteando por su cuello y pecho. Al verla ahí, en su cama, sus ojos se iluminaron con sorpresa y algo más.

—"¿Qué hacés acá?" preguntó Manuel con una media sonrisa mientras se secaba el cabello con una toalla.

Mía se apoyó sobre sus codos, mirándolo de arriba abajo con una mezcla de diversión y coquetería.

—"Tenía algo importante que hablar con vos."

Manuel levantó una ceja, pero no dejó de sonreír mientras se acercaba a la cama. "¿Algo importante? Ya sé por dónde va esto..."

—"No me mires así," replicó Mía con un toque de picardía en la voz. "Es algo muy serio."

Manuel dejó caer la toalla sobre el suelo, y sus ojos nunca dejaron de seguir los movimientos de Mía mientras él se acercaba más, hasta sentarse al borde de la cama, justo a su lado.

—"¿Ah sí? ¿Y qué tan serio es?"

Mía se mordió el labio inferior mientras lo miraba. A veces le costaba concentrarse cuando Manuel estaba así, tan cerca y tan... desinhibido.

—"Tenemos que juntar a Pablo y Marizza," dijo finalmente, su voz un poco más baja de lo normal.

Manuel dejó escapar una risita mientras estiraba una mano para acariciar suavemente la pierna de Mía, deslizándola con lentitud.

—"Así que de eso se trata... juntar parejas." Su tono era juguetón, pero sus dedos que trazaban pequeños círculos sobre la piel de Mía provocaban que la respiración de ella se acelerara un poco.

—"Sí... es importante." Mía intentó concentrarse en su plan, pero no pudo evitar inclinarse hacia él, acercándose más. "Es que ellos... hay algo entre ellos, pero son demasiado cabezas duras para admitirlo."

Manuel sonrió, sus ojos brillando con diversión, y se inclinó un poco hacia ella, sus labios rozando ligeramente su cuello.

—"Como nosotros en su momento, ¿no?"

Mía sintió un pequeño escalofrío recorriéndole la piel. La familiaridad entre ellos siempre traía esos recuerdos de cómo habían comenzado: ambos negando lo que sentían, hasta que ya no pudieron más.

—"Exactamente," murmuró mientras sus dedos jugueteaban con el cabello aún mojado de Manuel.

Manuel dejó que sus labios recorrieran un poco más la línea del cuello de Mía antes de detenerse, mirándola a los ojos.

—"Podríamos dejar que ellos lo resuelvan solos," sugirió en un susurro. "Y nosotros concentrarnos en algo... más inmediato."

Sus manos se deslizaron por la espalda de Mía, acercándola más a él. Mía sonrió, cerrando los ojos un instante, disfrutando de la cercanía, pero luego lo empujó suavemente.

—"No, no... tenemos que concentrarnos."

Manuel suspiró, pero no pudo evitar reírse mientras la soltaba.

—"Sos imposible."

—"Y vos sabés que siempre me salgo con la mía." Mía se enderezó en la cama y lo miró seriamente. "Vamos a hacer esto. Vos hablás con Pablo y yo me encargo de Marizza. Si logramos que se den cuenta de lo que sienten, te prometo que... bueno, te recompensaré."

—"¿Recompensa?" Manuel arqueó una ceja, claramente interesado.

—"Sí, pero primero lo primero." —''Bueno pero antes debo decirte, que si el plan A de hablar con Pablo no funciona, deberás buscar en su habitación algo.''

Manuel la miró con una mezcla de diversión y resignación, sabiendo que no podía ganarle en esto. "Está bien, está bien. Hablaré con Pablo. Pero él es un cabezadura... aunque lo niegue, estoy seguro de que ya siente algo fuerte por Marizza." —''Bueno si no funciona buscaré en su habitación.'

Mía sonrió, triunfante.

—"Exacto. Y vos sos el único que puede sacarle la verdad."

Manuel se inclinó y la besó suavemente en los labios.

—"Lo haré, pero ya sabés... quiero mi recompensa luego."

Mía se rió contra sus labios antes de separarse y levantarse de la cama.

—"Trato hecho."

Y con una última sonrisa traviesa, Mía salió de la habitación, dejando a Manuel suspirando, divertido, mientras se preparaba mentalmente para hablar con Pablo.

Cosas que odio de vos - Pablizza y MinuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora