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El matrimonio de Isabella y Sergio no estaba bien.

El mexicano estaba en un mal momento por las carreras y todo ese estrés, coraje e impotencia lo hacían actuar de una mala manera con su esposa e hijos, por más que él quería dejarlo afuera no podía, llegaba a casa y seguía sintiendo esa molestia y frustración.

Por esa razón, la comunicación que tenía con su esposa se estaba cayendo, eran pocas las palabras que cruzaban y cuando regresaba de las carreras solo se encerraba en su oficina o simplemente se iba a tomar, usaba más la segunda opción.

Isa caminaba de un lado a otro sin dejar de mirar la hora en su celular, eran las tres de la madrugada y Checo no aparecía, ya le había llamado muchas veces pero no atendía. Pasó la mano por su cabello algo frustrada y cuando escuchó que abrían la puerta se acomodó su bata de seda y miró al frente al ver a Carlos arrastrar prácticamente al mexicano.

—Isa..

—¿Dónde demonios estabas Sergio?

El hombre se rio y trató de pararse recto pero solo logró irse de lado y ser agarrado nuevamente por el español.

—¿Dónde estaban?

—Según íbamos a cenar pero agarramos para otro lado — dijo Carlos algo preocupado —Lo siento Isa, quise tratar de que no tomara pero lo conoces como es necio y eso que me costó traerlo a esta hora, quería quedarse allá.

Ella se acercó a su marido y lo agarró del brazo para caminar hasta el sofá con ayuda del español, se despidió del menor quien salió rápidamente de la casa para irse a la suya.
La monegasca se incó para quitarle los zapatos al estar él sentado, no quería discutir con Checo en ese estado.

—Perdón.

—Deja de pedirme perdón Sergio, siempre es lo mismo.

—No me siento bien, quiero irme a casa.

—Estás en casa.

La miró y negó.

—No, quiero irme a mi casa — Isa bajó su cabeza —A México, quiero irme de aquí.

Sintió un nudo en su garganta y se levantó para sentarse a su lado, agarró su cara con sus manos y le limpió las lágrimas que escurrían por sus mejillas.

—Este es tu hogar amor, aquí están nuestros hijos, aquí estoy yo.

Apretó sus ojos y se quedó en silencio, lo ayudó a acostarse y agarró la sábana de su niña que había dejado en el otro sofá y lo tapó, Checo solo suspiró y se acomodó.

One shots with Sergio Pérez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora