La Torre de Merlín

Bajo el Susurro de las Estrellas

A medida que los días se convertían en semanas, Merlin y el anciano viajaban juntos a través de paisajes vibrantes, donde la magia de la naturaleza parecía cobrar vida en cada rincón. El anciano, que se presentó como Elysar, se convirtió en un maestro y guía, enseñándole a Merlin no solo sobre la magia, sino también sobre la vida.

—La magia no es solo poder, Merlin —le dijo Elysar mientras caminaban por un sendero cubierto de flores—. Es un vínculo con el mundo que te rodea. Debes aprender a escuchar lo que te susurra el viento y lo que ocultan las sombras.

Merlin, entusiasmado y lleno de dudas, respondía con preguntas constantes. —¿Y cómo lo hago? A veces, siento que mi magia es más un peso que un don.

—Cada vez que sientas que tu magia te abruma, respira y busca el silencio en tu corazón —Elysar le enseñó a meditar en los momentos de tensión, guiándolo a conectar su energía con la tierra.

Durante sus viajes, Elysar llevó a Merlin a lugares olvidados, donde los ecos de antiguos rituales aún resonaban. En un claro iluminado por la luna, el anciano le mostró cómo invocar la magia de la naturaleza.

—Cierra los ojos y siente —dijo Elysar—. Imagina que eres parte del bosque, de su pulso. La magia fluye en ti como un río, pero debes aprender a navegar sus corrientes.

Merlin cerró los ojos, y poco a poco, sintió una conexión profunda. Las hojas susurraban secretos y el viento acariciaba su piel. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que podía hacer danzar pequeñas luces en su palma.

—Lo lograste, joven inefable —Elysar sonrió, su mirada orgullosa—. Pero recuerda, con cada habilidad que adquieras, también debe venir responsabilidad. No permitas que el poder te consuma.

Sin embargo, a medida que sus habilidades crecían, también lo hacían sus temores. Un día, mientras descansaban cerca de un río, Merlin miró al anciano, su rostro nublado por la angustia.

—Elysar, ¿qué pasará cuando los templarios descubran lo que soy? —su voz tembló—. Soy un inefable, un blanco perfecto para su caza.

Elysar lo miró con seriedad, su expresión profunda. —La persecución de los templarios es un oscuro reflejo de la ignorancia. Ellos temen lo que no comprenden. Pero tú no debes vivir con miedo. La verdadera magia radica en la autenticidad y en la aceptación de quién eres.

A medida que continuaban su viaje, Elysar compartió historias de otros inefables que habían enfrentado adversidades. —Cada uno encontró su camino, su luz en la oscuridad. Esas luchas te forjan, Merlin, y te acercan a tu verdadero ser.

Los días se convirtieron en meses, y la relación entre ellos se solidificó. Elysar se convirtió en un segundo padre para Merlin, y el joven aprendió a enfrentar sus miedos, a comprender que la magia no solo era un poder, sino una parte de su identidad.

Sin embargo, el tiempo es implacable. Un día, mientras se sentaban junto a una fogata, Elysar miró las estrellas con una tristeza suave en sus ojos. —Merlin, mis días se acercan a su fin. La vida es un ciclo, y debo dejarte continuar solo.

Merlin sintió un nudo en la garganta. —No, Elysar, no puedes irte. ¿Qué haré sin ti?

—Tu viaje apenas comienza, querido hijo —dijo el anciano, su voz firme pero llena de cariño—. Llevarás en ti todo lo que te he enseñado. La magia de los inefables reside en la capacidad de superar lo imposible. Confía en ti mismo.

La noche caía, y mientras las estrellas brillaban en el firmamento, Elysar se despidió. —Recuerda, la magia que llevas dentro es un regalo y una responsabilidad. No permitas que la oscuridad te consuma.

Con lágrimas en los ojos, Merlin tomó la mano del anciano. —Te prometo que honraré tus enseñanzas.

Elysar sonrió, y en su mirada había una mezcla de paz y tristeza. —Siempre estaré contigo, en cada susurro del viento, en cada destello de luz.

Y así, en el silencio del bosque, Elysar cerró los ojos por última vez, dejando a Merlin con su dolor y su magia. El joven inefable, ahora más fuerte y más sabio, se quedó mirando las estrellas, sintiendo que su camino estaba por desvelarse, aunque el eco de su maestro lo acompañaría siempre.