°•𝓢𝓸𝓶𝓮𝓽𝓱𝓲𝓷𝓰 𝓲𝓼 𝓶𝓲𝓼𝓼𝓲𝓷𝓰•°

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-buhhh se acabo mi tarta favorita?- lloriqueaba Furina con tristeza -parece ser que alguien tendrá que ir a juicio...imperdonable que yo! La gran Furina me quede sin pastel- la joven se levantó de su silla y volteo a ver a su séquito

-hmm...quien será? Aquel horrible persona que mi tarta ah robado? A quien deberemos juzgar...- caminaba despacio por el cuarto observando cual depredador a sus presas -tu!, si, tu, el de la peluca horrorosa, tu serás aquel que sufra por no tener mi tarta a tiempo-

Al escuchar la orden los guardias se llevaron a un muy espantado hombre gritando por piedad, pero para la diosa ya no era más que un eco lejano sin importancia alguna, al fin y al cabo, sólo era un simple sirviente, tan fácil de remplazar como cualquiera de los objetos que contenía su costosa habitación

-los demás, si no quieren sufrir el mismo destino que esa cosa, retírense ahora mismo, aquí solo limitan mi figura imperturbable shu, shu- con altanería se sentó en el sillón de terciopelo azul situado en una esquina subiendo sus piernas a las posaderas de los brazos y recargando su brazo derecho sobre su propia cara

Ante tal mandato los hombres caminaron fuera de la habitación sudando frío sin ningún otro pensamiento más que deseos de muerte a la diosa poseedora de aquel gran palacio.

Al mismo tiempo que los hombres salían, el gran juez, Ludex Neuvillete entraba a la gran recamara con un rostro estoico como se le solía ver siempre, sin embargo, al ver a los hombres atemorizados, en su rostro se formó una ligera mueca de tristeza, casi invisible

-permiso su alteza. No es mi intención interrumpirla, sin embargo, hay un asunto que eh querido hablar con usted- el hombre se poso sobre su bastón y dirigió el rostro a donde se encontraba la diosa

-Neuu! Sabes que tu presencia jamás seria un problema, ademas tu puedes decirme Furina, es un privilegio que solo a ti te dejare tener- se quedo en silencio esperando una reaccion del hombre, pero al ver que no sucedia continuo hablando ligeramente enojada -ahora cuéntame, que es lo que sucede?- la peliblanca se acomodó apropiadamente en el sillón

-vera, la solicitud de juicio que acaba de hacer, junto con otras más del pasado me resultan...excesivas, es cierto que los humanos no me simpatizan en lo más mínimo pero desde mi punto de vista, estos castigos rozan...rozan lo absurdo su alteza- el hombre, aunque a simple vista se veía imperturbable, apretaba su bastón con bastante fuerza a tal punto que sonaba desquebrajarze lentamente

-ugh y aquí vamos, Neu, yo se lo que hago, esos hombres tenían totalmente merecidos sus castigos- se levanta de su sillón y camina altanera donde el peliblanco hasta estar cara a cara aunque tuviera que levantarse de puntillas -y si eso era todo Juez supremo le pido encarecidamente que abandone mis aposentos y se dirija a juzgar a esos criminales-

-bien, haga lo que quiera su alteza, solo sepa bien lo que hace porque no creo que esté lista para las consecuencias- enojado el peliblanco se da la media vuelta y camina hacia las enormes puertas de madera pulida, toma el picaporte y da un gran respiro -esta no es la Furina que tanto quería, no se quien sea usted, pero si algún día vuelve a ver a esa bella joven de sonrisa preciosa, ojos soñadores y pensamientos añiñados, por favor, dígale que la extraño y que ojalá algún día pueda volver-

Los ojos de Furina empezaron a nublarse debido a el agua que amenazaba con escapar dejando ver su debilidad, se tallo los ojos con fuerza y miro en dirección al hombre con un rostro decidido -Esa joven murió ahogada, ahogada por su propio pueblo, ella jamás volverá, de eso se encargo el pueblo al que tanto protege señor juez, ahora largo- y le dio la espalda al peliblanco

𝓢𝓸𝓶𝓮𝓽𝓱𝓲𝓷𝓰 𝓲𝓼 𝓶𝓲𝓼𝓼𝓲𝓷𝓰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora