Prologo

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Mi abuela sentía una debilidad por Mattheo, siempre le consentía y le regalaba dulces a escondidas de mi madre. Ella creía que a él le faltaba cariño, pero la verdad es que no. Incluso mis padres querían más Mattheo que a mí. Era un niño demasiado consentido para ser el hijo del señor tenebroso.

Mi madre y mi tía estaban encantadas cuando el llego, escondido detrás de la falda de una mujer, con la nariz roja y los ojos hinchados de tanto llorar. Yo sabía que su presencia significaba problemas.

El día en que entró a nuestras vidas fue como un nuevo nacimiento, todos se preocupaban por él: si tenía hambre, la cocinera le preparaba comida lo antes posible; si quería jugar, mi familia se turnaba para entretenerlo; todo lo que él deseara estaba ante sus ojos en menos de cinco segundos. Y a mí me dejaron de lado, abandonada entre las sonrisas que le dedicaban a él.

Fue la infancia más aburrida que se pudiera imaginar. A pesar de que el señor tenebroso había perdido su poder, su hijo era el protagonista. Era tierno, adorable, amable, cariñoso, risueño, y un montón de bobadas más que pensaba la gente acerca de él.

Mattheo se había robado mi lugar en la familia y lo peor es que a nadie le importaba.

Por eso lo odiaba.

Era estúpido, me decían mis amigos, ya que a mí nunca me falto nada material. Pero lo que yo anhelaba era el amor, sentirme especial para mi familia y no ser alguien invisible. Sin embargo, era difícil destacar: mi padre Lucius Malfoy era uno de los hombres de sangre pura más poderosos en Inglaterra, mi madre Narcisa Malfoy también de sangre pura era conocida por su apellido anterior, Black y Draco era mi hermano mayor, él siempre sacaba notas perfectas en Hogwarts.

En cambio, yo era la que sacaba calificaciones promedio, la que no ganaba puntos para su casa, algunos hechizos me parecían complicados, la que no conseguía nada por sus propios méritos. Simplemente nadie.

Con los años, llegué a creer que esa era una de las razones por las cuales mis padres trataban a Mattheo como a su propio hijo.

Cuando el cumplió 16 le hicieron una fiesta, arreglaron la mansión e invitaron a los amigos de Mattheo y a los de mi familia. Fue espectacular, hubo fuegos artificiales y mis padres le regalaron una casa propia para cuando cumpliera 18 y se graduara de Hogwarts tuviera donde vivir.

Cuando yo cumplí 16, un año después del cumpleaños de Mattheo, me regañaron por reprobar Pociones y tuve que tomar clases particulares con el profesor Snape para que no quedara en mi expediente.

Lo único bueno de ese tiempo fue que conocí mejor a Harry Potter, el enemigo mortal de mi hermano, él fue el único que también fue obligado a tomar clases particulares.

Pero todo se complicó cuando Mattheo celebró su cumpleaños número 18 y mis padres decidieron hacer algo más íntimo.

Fue una pequeña reunión entre mi familia y la de él.

El señor tenebroso había ascendido de nuevo y tenía más poder que nunca. La mansión de había vuelto el cuartel de los mortifagos, mis padres parecían aterrados y Draco se había unido a ellos.

El hermano de Mattheo, Tom, viajó desde Noruega hasta Inglaterra para esa fecha. El, a diferencia de su hermano, me agradaba.

Mi madre había ordenado hacer un pastel gigante de crema y chocolate, decoraron la casa con flores y mis padres le susurraban cosas a Draco con aspecto sospechoso.

En la noche, después de la cena especial que hicieron para Mattheo, mis padres se pusieron de pie y levantaron sus copas para hacer un brindis. Dieron un discurso aburrido de lo mucho que lo querían y que era considerado como uno más de la familia Malfoy.

Entonces, la abuela comenzó a derramar lágrimas de felicidad, Draco no paraba de sonreír y mis padres se miraron entre sí como a punto de revelar un secreto.
Pero lo que dijeron fue más que un secreto, fue mi condena.

- Y por todo este cariño que te tenemos, Mattheo – dijo mi padre, radiante con su traje negro que fue especialmente hacho para la ocasión - Queremos que formes oficialmente parte de esta familia. Así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la mano de nuestra querida hija ______.

¡QUE!

No tienes opción (Mattheo Riddle y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora