prologo

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No podía recordar nada. Cada intento de escarbar en su memoria terminaba en fragmentos borrosos, como si su mente estuviera cubierta por una densa niebla. Un dolor sordo pulsaba en su cabeza, extendiéndose desde las sienes hasta la nuca, como un eco constante de un golpe invisible. Se llevó una mano a la frente, cerrando los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera disipar esa confusión. Pero solo empeoraba. El malestar le pesaba en los hombros, y su estómago, retorcido, le recordaba la sensación de una resaca brutal. Intentaba pensar, pero cada pensamiento era como un hilo que se escapaba antes de poder atraparlo. Todo se desvanecía en un mareo lento, interminable. Trató de dar un paso, pero sus piernas vacilaron, obligándolo a apoyarse en la pared. El frío del muro era su único ancla en esa situación de dolor y sufrimiento.

Descendió su cuerpo lentamente hacia el frío suelo. El lugar era amplio y desconocido. Levantó la cabeza, forzando la vista más allá de lo visible, buscando comprender dónde estaba, pero cada intento era inútil, el dolor que sentía en sus sistemas no lo permitía. Con cada segundo que pasaba, la impotencia se apoderaba de él. No lograría recordar, no lograría comprender. Era como estar atrapado en un laberinto invisible. Cada esfuerzo por enfocar la mirada solo agravaba el dolor en sus circuitos. Sentía como si un enjambre de chispas cruzara sus sistemas, haciéndolos fallar. Viendo que cada esfuerzo le fallaba, dejó caer la cabeza, resignado. El viento frío le acarició la espalda, recordándole lo lejos que estaba de cualquier tipo de refugio. Se abrazó a sí mismo, buscando una seguridad que el entorno le negaba.

De pronto, comenzó a escuchar unos gemidos suaves, apenas audibles, que reverberaban con dolor y agonía. Una sensación de alarma lo recorrió, como si una corriente fría lo hubiera alcanzado. A pesar del malestar que se apoderaba de su cuerpo, levantó la cabeza, luchando por enfocar su mirada. Sabía que no podía ignorar ese sonido. Era imposible. Con una determinación renovada, arrastró su cuerpo sobre el suelo áspero, utilizando sus brazos como único apoyo mientras el dolor punzante se negaba a desaparecer. Cada movimiento era un recordatorio brutal de sus heridas.

A medida que avanzaba, el entorno se volvía más claro. El vasto espacio estaba envuelto en una penumbra inquietante, iluminado apenas por luces parpadeantes que colgaban como estrellas moribundas del techo. Las sombras danzaban entre las decenas de mesas de escritorio abandonadas, cubiertas de polvo, con computadoras que seguían encendidas, brillando con una luz pálida y fantasmal. Sin embargo, los gemidos persistían, cada vez más cercanos, más humanos.

El esfuerzo le costaba. Sentía sus músculos al borde del colapso, como si estuvieran al límite de sus capacidades. Pero no podía detenerse. No ahora. Forzó sus brazos a moverse más rápido, ignorando el dolor que le perforaba los nervios. Cada segundo que pasaba, el sonido se hacía más claro, más angustiante. Dobló una esquina, y allí lo vio.

Una figura encorvada contra la pared, su cuerpo apenas iluminado por el débil resplandor de una pantalla rota en el suelo. Por un instante, el tiempo se detuvo. Sus recuerdos comenzaron a regresar con una violencia inesperada, como una corriente de imágenes que invadían su mente, recordándole por qué estaba allí. El motivo de su dolor, de sus heridas. El miedo que lo consumía. No estaba solo en ese lugar, aunque lo deseara. Odiaba la idea de que alguien más pudiera resultar herido. Prefería ser el único atrapado en esa oscuridad, pero la realidad lo golpeaba con crudeza. No estaba solo, y esa persona podía estar sufriendo.

Con sus últimos esfuerzos, arrastró su cuerpo hacia la figura encorvada. El miedo en su pecho era sofocante, pero la preocupación por esa persona era mayor.

-L-Lizzy... ¿Estás bien? -preguntó con la voz rota, su tono impregnado de angustia. Apoyó una mano temblorosa en el muslo de la figura, antes de dejar caer su cabeza sobre ella, derrotado. Las emociones eran un torbellino dentro de él. La preocupación, el temor, y una abrumadora sensación de impotencia lo mantenían atrapado.

El eco de pasos resonó en la distancia. Pasos firmes, pesados. Amenazantes. Cada uno de ellos resonaba en sus oídos, haciéndole sentir que el peligro estaba cada vez más cerca. Su núcleo latía frenéticamente, impulsado por el pánico. Sabía lo que significaba, pero no podía moverse. Estaba paralizado por el miedo. Se quedó inmóvil, esperando lo peor. Cuando la silueta de su acosador se materializó en la penumbra, cerró los ojos con fuerza, preparándose para lo inevitable.

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761 palabras.

Esto es solo un pequeño prologo para iniciar con esto.

Quise mantener un pequeño suspenso por detrás de la identidad del personaje en el que se enfoca este prologo.

. No se cuándo podría sacar el primer capítulo de esto, por ahora veré qué puedo hacer.

Espero que les guste, nos vemos en el próximo capítulo, chau. :)

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