"Detroit, 2038. Una ciudad donde la línea entre humano y máquina se ha vuelto borrosa. Trasladado desde las sombras de una metrópoli distante, te ves envuelto en un caso que sacude los cimientos de la sociedad. Divergentes, así llaman a los androide...
"De niño, era una isla solitaria en un mar. Los otros niños, con su crueldad infantil, encontraban un blanco fácil en mi cuerpo, dejando sus huellas impregnadas. Mis días escolares eran una sucesión de miradas y comentarios hirientes que se clavaban en el alma como dagas invisibles. Pero la vida, con su infinita capacidad para sorprender, me regaló un rayo de sol. Conocí a alguien que vio más allá de mi coraza y me ofreció una amistad sincera. Nuestros días se llenaron de risas, secretos compartidos y aventuras que creíamos serían infinitas. Sin embargo, la vida, en su crueldad inmisericorde, nos arrebató ese tesoro. Era un 3 de junio, un día que se tiñó de un gris eterno, cuando un accidente fatal nos separó para siempre. Aún puedo cerrar los ojos y ver la escena con dolorosa claridad: la sangre manchando el asfalto, y la pistola descargada yaciendo cerca de su cuerpo inerte. Ahora, sentado en este tren que me aleja de todo lo que conozco, vuelvo a revivir aquellos momentos. Siento el frío metal de la pluma contra el papel mientras trazo estas palabras, como si al escribirlas pudiera exorcizar los fantasmas del pasado.
Me mudo a Detroit, una ciudad que no desconozco por completo. Llego con el corazón lleno de esperanza y temor. Espero encontrar en esta nueva etapa un refugio donde pueda sanar y reconstruir mi vida. Hace mucho que no veo al teniente Hank y me pregunto cómo estará. Debe ser un hombre mayor ahora, con las marcas del tiempo grabadas en su rostro".
La tinta se deslizaba sobre las páginas amarillentas de tú diario, dejando tras de sí una estela de confidencias. Cada palabra era una pincelada en el lienzo de su alma, un intento de dar forma a los fragmentos de tú pasado y presente. Este diario era tú confidente más fiel, el único testigo de tus alegrías, tus penas y tus sueños más profundos. El bolígrafo arañaba el papel, dejando una marca indeleble en la página. Ni siquiera recordabas como habías adquirido ese diario. En estas páginas tú vida está resumida en par. Solo esperabas que las cosas fueran mejores a partir de ahora.
El lápiz danza sobre las páginas en blanco del diario, trazando líneas y garabatos que solo tú entiendes. Detienes tú mano, dejando la pluma suspendida sobre el papel, y tus ojos se posan en el cristal empañado de la ventanilla. Fuera, un paisaje borroso se desliza a toda velocidad, como un cuadro impresionista que se desvanece. Tú, en cambio, eres una figura estática en este mundo en movimiento. Acurrucado en tú asiento, con la taza humeante entre las manos, pareces ajeno al frenesí del viaje. Inclinas la cabeza, sumergiéndote en tus propios pensamientos.
