UNO

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Risas en medio del dolor.

El hospital, con su silencio constante y sus interminables paredes blancas, era como una isla fuera del tiempo. Atrapaba a las personas, las envolvía en su rutina mecánica y monótona, haciéndoles olvidar lo que significaba el exterior. Para Taehyung, la vida se había reducido a ciclos: tratamientos, visitas de médicos, análisis de sangre. Todo sucedía a un ritmo tan predecible que había perdido la capacidad de sentir sorpresa o emoción. Los días, incluso las horas, se deslizaban como una neblina espesa.

Desde que le habían diagnosticado cáncer, el mundo entero se había detenido. Los amigos que antes llenaban su vida con risas y bromas se fueron distanciando poco a poco, como si el diagnóstico de Taehyung los hubiera asustado más de lo que él mismo se atrevía a admitir. Su familia seguía estando ahí, claro, pero sus visitas estaban cargadas de una tristeza silenciosa que hacía aún más dolorosa la situación. Estar en el hospital, rodeado de otros pacientes que luchaban batallas similares, no ofrecía consuelo; cada uno estaba demasiado enfocado en su propio dolor para mirar alrededor.

Aquella mañana no era diferente. Los rayos del sol apenas lograban filtrarse por las ventanas de la habitación, proyectando sombras largas y grises sobre las paredes blancas. Taehyung estaba sentado junto a la ventana, observando sin interés el jardín del hospital, donde algunas flores luchaban por mantenerse vivas a pesar del aire frío del otoño. La quimioterapia lo había dejado cansado, sin energía para moverse, pero también sin ganas de dormir. Era como estar en una especie de limbo constante.

Mientras se hundía en sus pensamientos, algo rompió la quietud del lugar. Al principio fue un sonido lejano, casi imperceptible. Luego, las risas. Altas, estridentes, completamente fuera de lugar en un lugar tan marcado por el dolor y la tristeza. Taehyung frunció el ceño, desconcertado. No era común escuchar algo así en esos corredores. Las enfermeras hablaban en susurros, los pacientes raramente intercambiaban palabras, y los médicos solían entrar y salir de las habitaciones con un aire solemne. Pero estas risas, que ahora se acercaban rápidamente, eran diferentes.

—¿Qué demonios…? —murmuró para sí mismo, girando la cabeza lentamente hacia la puerta.

Antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, la puerta de su habitación se abrió de golpe. Y ahí, en el umbral, apareció la figura más absurda que había visto en meses: un joven vestido de payaso, con una peluca colorida que parecía sacada de un carnaval y una nariz roja brillante que resaltaba en su rostro sonriente. El intruso, sin ningún tipo de aviso, hizo una voltereta hacia adentro de la habitación y aterrizó con los brazos abiertos en una pose triunfal.

—¡Tachán! —exclamó con una voz exageradamente dramática—. ¡Aquí llega la alegría ambulante!

Taehyung lo miró en completo silencio, el ceño fruncido. No podía creer lo que estaba viendo. Era como si la realidad se hubiera torcido de alguna manera. En ese preciso momento, lo último que necesitaba era un payaso invadiendo su espacio con un espectáculo ridículo.

El payaso, ajeno a la incomodidad de Taehyung, avanzó hacia él con paso ligero, como si fuera el héroe de alguna película cómica. Sonreía de oreja a oreja, mostrando una confianza desbordante.

—¡Hola, hola! —dijo con entusiasmo, dándole una palmada amistosa en el hombro—. Me llamo Jungkook, y soy el encargado de repartir risas por aquí ¡Tú debes ser mi siguiente cliente!

Taehyung arqueó una ceja, mirándolo como si fuera un alien.

—¿Cliente? —repitió con incredulidad.

—¡Exacto! —respondió Jungkook sin perder el ritmo—. Mi misión, si decides aceptarla —hizo una pausa dramática—, es hacerte reír. Y no me iré de aquí hasta que lo consiga.

Taehyung suspiró, apoyando la cabeza en la palma de su mano. Su paciencia, ya desgastada por la enfermedad y los tratamientos, estaba a punto de romperse.

—No estoy de humor para esto —murmuró, mirando hacia la ventana de nuevo, esperando que el payaso captara la indirecta y se fuera.

Pero Jungkook no se dejó desanimar. Al contrario, se animó aún más.

—¡Ah! Ese es el reto. No sería divertido si fuera fácil, ¿verdad? —Jungkook comenzó a rebuscar en los enormes bolsillos de su disfraz—. Pero no te preocupes, tengo justo lo que necesitas.

De uno de los bolsillos sacó un par de pelotas de colores y, con un rápido movimiento, comenzó a hacer malabares con ellas frente a Taehyung. Lo hizo con una destreza sorprendente, lanzando las pelotas al aire en sincronía perfecta.

—Mira esto ¡Mira cómo vuelan! —dijo con un tono que pretendía ser serio, pero que claramente estaba destinado a provocar una sonrisa.

Taehyung, a pesar de sí mismo, lo miró de reojo. Pero mantuvo su expresión seria, negándose a ceder.

—No me impresiona —respondió fríamente.

—¿En serio? —Jungkook fingió sorpresa—. Bueno, parece que tengo que subir de nivel. ¿Qué te parece… esto?

De otro bolsillo, sacó una flor que, al apretar, lanzaba un chorro de agua hacia la cara de Taehyung. Con un reflejo casi automático, Taehyung esquivó el agua, mirándolo con una mezcla de incredulidad y exasperación.

—¿Estás bromeando? —preguntó, cruzándose de brazos.

—¡Por supuesto que no! —Jungkook lanzó una carcajada—. Esto es cien por ciento serio.

Taehyung cerró los ojos, intentando bloquear lo absurdo de la situación. Pero cuando los abrió de nuevo, Jungkook había sacado una marioneta de conejo, moviéndola torpemente en su mano.

—¡Hola, señor aburrido! —dijo la marioneta, con una voz aguda e irritante—. ¿Por qué tienes esa cara tan seria? ¡Todos los conejitos felices quieren verte sonreír!

—¿Conejitos felices? —repitió Taehyung, ahora más confundido que molesto.

—¡Así es! —continuó la marioneta—. ¡Y si no sonríes, tendré que hacerte cosquillas con mis orejas mágicas!

El "conejo" agitó sus orejas de felpa ridículamente cerca de la cara de Taehyung, quien simplemente lo apartó con un gesto impaciente.

Estaba a punto de pedirle que se fuera cuando, de repente, Jungkook tropezó torpemente con el cable de uno de los monitores, cayendo de espaldas de manera desastrosa.

Las pelotas rodaron por el suelo, la flor comenzó a disparar agua al aire y la marioneta quedó atrapada bajo una silla. Todo el espectáculo, que había comenzado como una molestia, ahora parecía una serie de eventos tan absurdos que era imposible no encontrarlo cómico.

Taehyung, sin poder controlarlo más, soltó una carcajada que resonó en la habitación.

—¡Lo sabía! —gritó Jungkook desde el suelo, levantando las manos en señal de victoria—. Sabía que lo lograría.

Taehyung intentó recomponerse rápidamente, limpiándose una lágrima que se le había escapado. A pesar de que no quería admitirlo, aquel payaso había conseguido hacer algo que ni los médicos ni su familia habían podido en meses: hacerlo reír.

—Pues sí —admitió con una sonrisa tímida—. Pero no te emociones demasiado.

Jungkook se levantó de un salto, sacudiéndose el disfraz como si nada hubiera pasado.

—¡Emocionarme es mi segunda naturaleza! —dijo con una sonrisa radiante—. Ahora que te he hecho reír, mi trabajo aquí está hecho… por hoy.

—No te preocupes, no hace falta que vuelvas —dijo Taehyung, aunque su tono no era tan firme como pretendía.

Jungkook se acercó a la puerta con pasos exageradamente dramáticos.

—Oh, pero volveré. ¡Tú me necesitarás! —Se giró para lanzarle un último guiño—. Después de todo, ¿quién podría resistirse a esto?

Taehyung soltó una risa más mientras Jungkook desaparecía por el pasillo. Por primera vez en mucho tiempo, el silencio que llenaba la habitación no le resultó tan pesado. Aunque no quería admitirlo, sabía que algo había cambiado en él.

Cáncer | KTH + JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora