DOS

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Una rutina rota.


El reloj de la pared marcaba las 9:00 a.m. cuando la enfermera entró a la habitación de Taehyung con su bandeja de medicamentos, como lo hacía cada mañana. La rutina era la misma: una mirada cortés, un gesto profesional, y el intercambio de palabras apenas necesarias. Era la manera en que el hospital funcionaba, todo siguiendo un guion preestablecido, un ciclo monótono en el que Taehyung había aprendido a vivir desde su diagnóstico. Sin sorpresas, sin desviaciones.

—Buenos días, Taehyung —dijo la enfermera con una sonrisa discreta mientras acomodaba las pastillas junto a su cama—. ¿Cómo te sientes hoy?

—Como ayer —respondió él, en un tono apagado, tomando el vaso de agua que le ofrecía.

Después de que la enfermera se fue, Taehyung se quedó mirando la puerta. No había mucho más que hacer. El día pasaba entre tratamientos, visitas esporádicas y, si tenía suerte, alguna conversación con otro paciente durante los cortos paseos por el jardín del hospital. Desde que su diagnóstico había salido a la luz, su vida exterior se había desvanecido. Su carrera en la fotografía, las reuniones con amigos, los viajes. Todo quedó en pausa. En su lugar, estaba el hospital y la interminable lucha contra una enfermedad que parecía consumirlo poco a poco.

Pero algo rompió la tranquila desesperanza de aquella mañana. Justo cuando estaba a punto de encender la televisión para ver cualquier cosa que lo distrajera, escuchó un sonido familiar que ahora reconocía al instante: risas, nuevamente. Risas fuertes, desmesuradas y, sobre todo, fuera de lugar. Su estómago se tensó ligeramente, recordando el día anterior.

—No otra vez… —murmuró, cerrando los ojos con resignación.

No pasaron ni dos minutos antes de que la puerta de su habitación se abriera de golpe. Tal y como lo temía, Jungkook, el payaso que había irrumpido en su vida el día anterior, estaba ahí, de nuevo en su disfraz absurdo, pero esta vez con una pequeña bocina que hacía un sonido irritante cada vez que la apretaba.

—¡Ding dong! ¡El show ha comenzado! —gritó Jungkook con una sonrisa desbordante mientras entraba de un salto a la habitación.

Taehyung suspiró y dejó caer la cabeza hacia atrás en la almohada. Sabía que resistirse era inútil; Jungkook no se detendría hasta que obtuviera lo que quería.

—¿Realmente tienes que hacer esto cada día? —preguntó Taehyung, medio en broma, medio en serio.

Jungkook se acercó, sosteniendo la bocina con orgullo.

—Por supuesto que sí. Soy como un medicamento. Tienes que tomarme regularmente para que funcione.

Taehyung se encogió de hombros, sin molestarse en ocultar su escepticismo.

—Bueno, entonces me estás sobredosificando.

Jungkook soltó una carcajada, como si lo que Taehyung hubiera dicho fuera el mejor chiste del día.

—¡Ese es el espíritu! —dijo mientras dejaba la bocina a un lado y comenzaba a sacar algo de su enorme bolsillo—. Ahora, pensé que ayer no te impresioné lo suficiente, así que hoy vengo preparado. Prepárate para un espectáculo que jamás olvidarás.

Antes de que Taehyung pudiera protestar, Jungkook sacó de su bolsillo un par de enormes gafas de sol de plástico, seguidas por una peluca que claramente era de un personaje famoso, pero en una versión completamente deformada. Se la colocó en la cabeza y se ajustó las gafas antes de hacer una pose exageradamente dramática.

—¡Señoras y señores! —dijo con voz profunda—. El show que están a punto de presenciar cambiará sus vidas para siempre.

Taehyung lo miró, sin saber si debía reír o simplemente ignorarlo. La versión caricaturesca de lo que sea que Jungkook estuviera intentando era tan absurda que rozaba lo surrealista.

—Esto es ridículo —comentó Taehyung, cruzando los brazos, pero sin poder evitar que una pequeña sonrisa asomara en sus labios.

—¡Claro que es ridículo! —replicó Jungkook, tomando una flor de su bolsillo que, como la del día anterior, lanzaba agua—. Ese es el punto. Pero sabes qué, Taehyung... —Jungkook se inclinó ligeramente hacia él, bajando un poco la voz—. A veces, en medio de tanto lío, lo ridículo es lo único que nos queda.

Taehyung se quedó en silencio, sorprendido por el cambio de tono repentino. Jungkook, siempre tan ruidoso y exagerado, de pronto había dejado ver algo diferente. Era un payaso, sí, pero había una verdad simple y profunda en sus palabras. En medio de su caos colorido y sus bromas absurdas, había algo más.

El momento pasó rápidamente, y Jungkook volvió a su energía habitual.

—Pero volviendo al espectáculo… ¡prepárate para el truco de magia más impresionante que hayas visto!

—¿Un truco de magia? —preguntó Taehyung, ahora un poco más interesado.

—Sí, señor. Solo observa.

Jungkook sacó una baraja de cartas de su bolsillo y comenzó a barajarla con movimientos exagerados. Las cartas volaban de una mano a otra con una destreza sorprendente, y aunque Taehyung intentaba mantener la calma, algo en el aire cambió. Por un momento, el hospital dejó de sentirse como una cárcel, y la enfermedad, aunque aún presente, parecía perder algo de su peso.

Jungkook se detuvo frente a él, extendiendo la baraja.

—Elige una carta, cualquier carta.

Taehyung suspiró, pero tomó una carta al azar. Miró el número y la guardó en su mente. Jungkook hizo algunos gestos exagerados con las manos, como si estuviera invocando fuerzas mágicas.

—Ahora... ¡prepara tu mente! —gritó, haciendo girar la baraja una vez más antes de sacar una carta con un gesto teatral—. ¿Es esta tu carta?

Taehyung miró la carta que Jungkook sostenía, y para su sorpresa, era la correcta. Lo miró incrédulo, sin saber si debía reír o aplaudir.

—¿Cómo lo hiciste? —preguntó, genuinamente intrigado.

Jungkook se inclinó hacia él, como si fuera a revelar un gran secreto.

—Magia, por supuesto —susurró, antes de guiñarle un ojo—. Aunque un buen mago nunca revela sus trucos.

Taehyung rió, un sonido ligero que hacía tiempo no salía de su boca. Era una risa genuina, y aunque breve, fue suficiente para romper algo dentro de él. Había pasado tanto tiempo enfocado en su dolor y su lucha que se había olvidado de lo que significaba sentirse ligero, aunque fuera por un momento.

—Está bien, me ganaste otra vez —admitió Taehyung, alzando las manos en señal de rendición.

Jungkook sonrió, satisfecho.

—Eso es todo lo que quería oír. Aunque si necesitas más, ya sabes dónde encontrarme.

Con un último guiño, Jungkook salió de la habitación, dejando tras de sí una energía diferente. Taehyung se quedó mirando la puerta cerrada, y por primera vez en meses, no sintió que el silencio le pesara tanto. Había algo en Jungkook, en su caótica manera de irrumpir en su vida, que le recordaba que no todo estaba perdido. Tal vez, solo tal vez, aún había espacio para reír en medio del dolor.

Durante el resto del día, Taehyung no pudo evitar pensar en la visita de Jungkook. Por muy ridículo que pareciera, el payaso había conseguido lo imposible: romper la rutina de desesperanza que lo rodeaba. Y aunque no lo admitiría en voz alta, una pequeña parte de él esperaba que Jungkook regresara al día siguiente, listo para otro absurdo espectáculo.

Cáncer | KTH + JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora