Cap 8: "Más allá de las sombras"

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El silencio después del último beso era casi ensordecedor. Stanford y Bill permanecían cerca, aún con sus respiraciones entrelazadas, cada uno procesando lo que acababa de suceder. La confesión implícita en las palabras de Stanford aún resonaba en el aire, colgando como una promesa entre ellos.

Bill, con esa sonrisa llena de secretos, mantuvo su mano suavemente apoyada en el rostro de Ford, sus dedos acariciando su mejilla con una delicadeza que era casi inimaginable viniendo de un ser como él.

— Sabes, Ford, —murmuró Bill, con los ojos fijos en él—, pensé que nada en este mundo podría sorprenderme. He visto el pasado, el presente y el futuro, y, sin embargo... tú siempre logras hacerlo.

Stanford sonrió con una mezcla de nerviosismo y algo de satisfacción. Había algo en esa revelación que le daba una sensación extraña de poder. Durante años, había temido a Bill Cipher, lo había visto como una amenaza constante para todo lo que amaba y respetaba. Pero ahora, aquí estaban, enfrentándose el uno al otro, no como enemigos, sino como algo completamente distinto.

—No sé si eso es bueno o malo —respondió Ford, sus palabras teñidas de ironía mientras intentaba controlar el torbellino de emociones dentro de él.

Bill rió suavemente, su risa vibrando en el aire como una canción antigua y peligrosa.

— ¿Por qué tiene que ser una cosa o la otra? —susurró, inclinándose ligeramente hacia él—. A veces, Fordsy, las mejores cosas en la vida son un poco de ambas.

Ford se quedó en silencio, asimilando esas palabras. Siempre había sido una persona lógica, analítica, alguien que necesitaba que las cosas tuvieran un propósito claro. Pero con Bill, nada era tan sencillo. Las líneas entre el bien y el mal, el control y la rendición, se desdibujaban en una maraña caótica que no podía desentrañar. Y, extrañamente, esa incertidumbre no lo aterraba. Lo atraía.

Finalmente, Ford dio un paso hacia atrás, rompiendo el contacto físico, pero manteniendo sus ojos fijos en los de Bill. Necesitaba espacio para pensar, para entender lo que realmente sentía. Había llegado demasiado lejos como para ignorarlo, pero no podía evitar cuestionarse a sí mismo.

—Esto va en contra de todo lo que debería ser correcto, Bill —murmuró Stanford, pasando una mano por su cabello, intentando calmar el frenesí en su mente—. Eres... bueno, ya sabes lo que eres. Y yo... no soy alguien que debería estar involucrado en esto.

Bill lo observó con una mirada curiosa, sus ojos brillando con un toque de burla, pero también de algo que parecía casi... comprensión.

—¿Por qué siempre tiene que haber una lógica detrás de todo lo que haces, Fordsy? —preguntó, cruzando los brazos y apoyándose contra la pared—. Lo que pasa entre nosotros no tiene por qué tener sentido. No está escrito en ningún libro, no es parte de ninguna ecuación. —Bill hizo una pausa, inclinando su cabeza ligeramente—. Es solo lo que es.

Stanford frunció el ceño, pero no de enojo, sino de frustración. Bill siempre tenía una manera de hacer que todo pareciera simple, de restarle importancia a los problemas. Y, por alguna razón, eso lo irritaba tanto como lo fascinaba.

—Pero no podemos simplemente ignorar lo que somos —protestó Ford, su voz subiendo ligeramente mientras la tensión crecía en su interior—. No puedes pretender que todo esto no tenga consecuencias.

Bill se movió hacia él, con una sonrisa que era tanto arrogante como desarmante.

—Ford, por supuesto que hay consecuencias. Siempre las hay. —Se detuvo justo frente a él, inclinándose para mirarlo directamente a los ojos—. Pero esa es la cuestión. ¿Vas a seguir viviendo tu vida evitando las consecuencias, evitando lo que realmente quieres, o finalmente vas a dejar de esconderte detrás de toda esa lógica fría?

Stanford se quedó en silencio. Sabía que Bill tenía razón, aunque odiaba admitirlo. Había pasado tanto tiempo controlando cada aspecto de su vida, temiendo lo desconocido, temiendo sus propios deseos. Pero ahora... en esta situación imposible, con Bill Cipher mirándolo de esa forma, todo lo que alguna vez consideró una certeza parecía desmoronarse.

Bill lo miró por un largo momento, y algo en su expresión cambió. Se suavizó, como si de alguna manera entendiera la lucha interna de Stanford.

—Míralo de esta manera, Fordsy, —dijo, su tono más bajo, más serio—, yo también soy una criatura de caos. Siempre lo he sido. Pero por alguna razón, cuando estoy contigo... ese caos no me asusta. Me haces querer más.

Stanford sintió un nudo formarse en su estómago ante esas palabras. ¿Podía realmente confiar en lo que Bill decía? Todo en su ser le gritaba que no debía, que esto era solo otro juego, otra trampa. Pero entonces recordó el modo en que Bill lo había mirado antes, esa vulnerabilidad genuina que había percibido por primera vez. Y, por un momento, quiso creer.

Quiso creer que había algo más.

Con un suspiro, Stanford cerró los ojos por un momento, intentando encontrar alguna claridad en medio del torbellino.

—Esto es... complicado, Bill —admitió finalmente, abriendo los ojos para encontrar de nuevo los del demonio—. No puedo simplemente dejar de pensar en todo lo que está en juego. Pero al mismo tiempo...

Bill sonrió, aunque esta vez fue una sonrisa más suave, menos burlona.

—Al mismo tiempo no puedes dejar de pensar en mí.

Stanford no respondió, pero el silencio fue suficiente. Bill sabía la respuesta, y Ford lo sabía también.

—Es hora de que aceptes lo que ya es obvio, Ford, —dijo Bill, dando un paso más cerca, hasta que sus cuerpos casi se tocaban de nuevo—. No tienes que luchar más. No tienes que pretender que esto no es real.

Stanford lo miró directamente a los ojos, y, por primera vez, no sintió la necesidad de retroceder. No sintió la necesidad de esconderse detrás de excusas o justificaciones. Había algo entre ellos, algo tan real que lo consumía.

Con una exhalación profunda, Stanford levantó la mano y la colocó en el pecho de Bill, sintiendo el latido bajo la piel cálida, un latido que, hasta ahora, jamás pensó que Bill Cipher pudiera tener. El contacto fue suficiente para derrumbar las últimas barreras que aún mantenía.

—No sé qué pasará después de esto... —murmuró Ford, su voz más suave ahora—, pero supongo que ya no importa.

Bill sonrió, una sonrisa llena de triunfo, pero también de algo más profundo. Sus manos se colocaron suavemente en la cintura de Stanford, atrayéndolo más cerca.

—Exactamente, Fordsy, —susurró, inclinándose una vez más hacia sus labios—, nada más importa ahora.

Y esta vez, cuando sus labios se encontraron, no hubo lucha interna, no hubo dudas. Solo había el presente, solo había el deseo y la aceptación de algo que siempre había estado ahí, en las sombras, esperando ser descubierto.

Stanford se entregó por completo, dejando que el caos lo envolviera, permitiendo que las líneas entre lo que era correcto y lo que deseaba se desvanecieran en el calor del momento. Porque, finalmente, había llegado a una conclusión inevitable. Nada de esto tenía sentido. Y eso estaba bien.

...











¡HOLAAS! Aquí está el Cap 8. 🫶🏼✨✨
Más tarde les subo los Caps 9 y 10, ya que tengo tiempo libre (por ahora).
Les quiero aclarar algo que se me había olvidado decirles antes. En el Cap 2 o 3 no me acuerdo en cual fue, Bill había dicho que había una amenaza que iba por Stanford y su familia, pueees... la verdad no se me ocurrió nada chido, así que lo dejé como si hubiera sido como una mentira de parte de Bill y cambié la historia (no se enojen, en verdad no sabía como hacer la supuesta amenaza 😭💔).

Un amor.. ¿verdadero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora