V I I

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He tenido unos cuantos minutos para reflexionar sobre todo lo que ha ocurrido en éstas últimas dos horas: el drástico giro que han dado nuestras vidas de golpe y porrazo. Esto va para largo.

Cerca de la vereda Papá nos vuelve a detener y nuevamente revisa que no haya nadie a los alrededores. Una vez está seguro, proseguimos. Nos disponemos a caminar, a un paso rápido eso sí. Todavía sigo sintiendo la adrenalina al pisar el suelo empedrado de las calles, ¿desde cuándo cruzar la calle se volvió tan… emocionante? No solo eso, sino que además mi instinto me repite que debo tener cuidado, como si fuera una voz gritándome sin parar, por lo que miro discretamente a ambos lados. Sigo con mi camino, pero pronto vuelvo a hacerlo, y otra vez, luego otra, y otra. La inseguridad me agobia. Llegamos vivos al otro lado, ¡genial! Otra menos, quedan dos más. Esto se convirtió en una travesía mortal de suspenso de una duración de cuatro cuadras. Si así empezamos, no quiero saber que nos depara el exterior.

No sé cuántas veces me dije a mí mismo que no hay nadie cerca, pero en el fondo siento esa pequeña inseguridad y la duda de si mis afirmaciones son correctas. Creo que ya lo comprendo un poco más a Papá. También es incómodo el pensar que podríamos toparnos con algún alguacil y sus hombres. Quizás ya se hayan ido, lo que quiero es decir es que… es raro que todavía no los hayamos visto, o ellos a nosotros. No pueden haber desaparecido así como así, obviamente deben estar en algún lado; esa es la gran incógnita: ¿en dónde están ahora? Seguramente están escondidos viéndonos y nosotros no nos enteramos, ¡podrían aparecer ahora mismo!

Son muchísimas las preguntas que tengo en este momento y no encuentro una respuesta que me deje satisfecho. Solo es suposición, pero creo que Papá debe saber varias cosas respecto a todo esto, y cuando digo varias, no me refiero a pocas, sino a muchas, demasiadas.

—¡Atentos!—Papá se detiene súbitamente y se lleva una mano al oído.

—¿Qué pasa?

—¡Calla!

El enmudecido ambiente que ya había hace unos instantes se volvió más inquietante de lo que ya era, con Fròderin abrazando ese peluche raro de oso y yo quedándome más quieto que un cadáver, ambos mirando a nuestro alrededor y Papá dándonos la espalda.

—Menos mal—larga un gran suspiro de alivio, poniendo su mano en el pecho.

—Pero ¿qué pasó?

—Me pareció haber escuchado algo, debió ser mi imaginación.

Pues yo no escuché nada, espero que sí haya sido su imaginación.

—Sigamos—reestablece el andar con nosotros siguiéndolo pegados a él.

Puedo ver de reojo a Fròderin viéndome, creo que está asustado y esperando a que lo mire para así poder decirme algo o que yo diga algo que lo tranquilice, pero paso. Normalmente me burlaría cómo es costumbre en una relación de hermanos, pero yo también lo estoy. Cada vez estoy más convencido de que hay alguien cerca. Me pregunto si hay alguien además de nosotros tres que está intentando escapar del país. Tal vez el tío. Seguro que mientras volvía a su casa, pensó: “Hmm… este lugar es peligroso, creo que debería largarme de aquí… si, eso haré”, y lo esté haciendo en este momento, aunque conociéndolo, no lo haría, ya que el tío es algo… torpe… por así decirlo. Volviendo al tema, es raro que no nos hayamos topado con gente todavía. Siendo ellos, ya habría empacado y empezado el viaje. Lo que sí puedo afirmar es que esa gente debe estar todavía encerrada en su casa, me hace sentir un poco más calmado. Podría decirse que estamos un poco “acompañados”. Solo espero que si nos llegamos a meter en un problema, algún generoso vecino no tan vecino nos salve el trasero.

—Ey, Aprilio—llama Fròderin silenciosamente acercándose a mi lado.

—¿Qué pasa?

—¿Crees que hayan policías por aquí?

El Apóstol de la Oscuridad | Vol. 1 | [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora