𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈

26 3 0
                                    

¡Olvidé aclarar algo antes! Los recuerdos estarán escritos con esta letra para poder diferenciarlo. También, la mayoría de diálogos serán los que aparecen en el Libro de Bill, pues de ahí viene mi inspiración para esto.

Sin nada más que decir, los dejo con el cap.

.

.

.

𝐋a suave brisa de la noche golpeaba los grandes pinos de Gravity Falls, la Luna era la unica iluminación entre el bosque. Las luces de la cabaña estaban apagadas y un inmenso silencio cubría la zona, parecía que ni siquiera los grillos se animaban a molestar. Un ser de tres lados perfectos miraba con melancolía una lápida en el patio de la Cabaña del Misterio.

—"Stanford Pines" —Leyó el grabado en ese pedazo de piedra. A diferencia de otras veces, su voz no sonó con burla o diversión, era... Un poco más apagada—. Siempre todos terminan llegando a este punto, al final incluso tú lo hiciste.

Su mirada se apartó, un sentimiento fugaz que no sabía lo que significaba. No recordaba la última vez que se sintió de esa forma, como si una molestia interna le dijera que acababa de perder algo importante.

Prometió vengarse de los Pines, vengarse por el lugar al que lo mandaron, pero luego de años en ese lugar de "terapia" que apenas y dió resultados, esa oportunidad se desvaneció como el polvo. Era frustrante. Decepcionante también.

De hecho, incluso esa pequeña visita a ese universo estaba siendo controlada, no podía interactuar ni intervenir en nada, solo era como un ente que podía divagar sin que ningún mortal lo viera. Digamos que era un tipo de 'recompensa' por su reciente buen comportamiento en Theraprism. No lo veía de ese modo, vaya recompensa ir a ver la tumba de los Pines, que divertido.

Mientras flotaba frente a esa lápida, su mente comenzó a vagar en antiguos recuerdos, su primer encuentro fue lo primero que llegó a sus pensamientos...

Bill... ¿Te puedo decir así? —Preguntó un castaño, sus ojos observando con admiración a aquel triángulo que acababa de conocer.

—¡Puedes decirme como quieras, excepto «mi amor»! —Una estruendosa risa se escuchó en el ambiente por parte del ser amarillo, para luego continuar— ¡Ja, Ja! ¡Es broma, todo el mundo me ama!

Si hubiera dejado que lo llame de esa forma, ¿hubiera cambiado en algo? Tal vez las cosas hubieran sido distintas, su relación más íntima también. No, basta. Era estúpido pensar en eso. Suspiró con pesadez, alejando esos sentimientos que comenzaban a atormentarlo.

—Como si eso hubiera importado... ¡Puedo encontrar a otro! ¡Incluso tal vez mejor que tú! —Habló sabiendo que no obtendría respuesta, ni que nadie lo escucharía. Pero incluso hablarle a ese pedazo de piedra lo hacía sentir mejor.

Pasados unos años, estaba seguro que encontraría otro cerebrito aún mejor que ese seis dedos. Después de todo, solo era un simple mortal.

Cerebrito...

—[...] ¿Te puedo decir «cerebrito»?

—Puedes decirme como quieras, excepto «mi amor» —Respondió el de anteojos, con una ligera sonrisa en sus labios.

—¡Ja! Captas rápido, ¡Creo que comienzas a caerme bien, seis dedos!

—Creo que tú también comienzas a caerme bien, Bill.

Mierda, odiaba recordar eso ahora. Pero parecía ser inevitable, pues estando ahí, cada palabra que decía o pensaba, lo transportaba a los viejos tiempos, donde cada momento con Stanford revivía y lo hacia recordar que jamás volvería a verlo.

Nunca más verlo... Sonaba extraño.

En su momento fue divertido molestarlo y admitía que torturarlo llegó a serlo también, pero vaya, no podía evitar sentir una pizca de culpa ahora. No fue ningún santo con ese seis dedos, si bien lo llegó a halagar o tratar de forma más íntima, también llegó a lastimarlo, tanto física como mentalmente. Aunque bueno, ¿qué culpa tenía de que los humanos tengan cuerpos y mentes tan débiles? Eso ya era algo que no podía controlar.

De igual forma, ya no quería pensar en eso, de momento solo se quedaría un rato más ahí. Nada lo obligaba, pero por primera vez se sentía atado a algo.

𝐄fímero - ||𝐁𝐢𝐥𝐥𝐟𝐨𝐫𝐝||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora