Prólogo

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La noche lluviosa había transformado al Reino Azul en un escenario de terror. Cerca de las Arenas Selváticas, una persecución frenética se desarrollaba. El infame asesino serial, conocido como el "Destripador Carmesí," un bárbaro de élite cuya brutalidad había dejado cicatrices en el reino, había desatado su sed de sangre. Temido por su naturaleza sociopática y sus despiadados ataques, su participación en las arenas de combate había sido prohibida, pero ahora, su furia se cebaba en los inocentes.

Su verdadero nombre se había perdido en la historia de horror que él mismo había forjado, había asesinado a más de veinte personas en su última ola de crímenes. El Rey Azul al saber que el asesino se encontraba en su reino, furioso y temeroso por la seguridad de su gente, ordenó su captura inmediata.

Bajo la implacable lluvia, el bárbaro huía, traicionado por uno de sus propios aliados. Sus pasos lo llevaron al territorio de los duendes más territoriales. Un duende lanzadardos lo alcanzó con precisión, perforando su talón y deteniendo su huida. Una mosquetera, aprovechando su dolor, disparó y le hirió el hombro derecho.
Los duendes no podían hacer nada en contra de la guardia real y los nobles, se mantuvieron alejados y huyeron lo más lejos que pudieron.

Acorralado y sin armas, el bárbaro vio un cohete abandonado por los duendes, su única esperanza de escape. Con cada movimiento, sentía el agonizante dolor del dardo y la fuerte herida de bala. Sin embargo, la mosquetera, consciente del peligro que representaba, no dudó y le disparó en el pecho, una bala lo suficientemente fuerte para herir mortalmente a un bárbaro. El impacto lo arrojó por un pequeño acantilado, su vida escapando con cada latido de su corazón herido.

Desesperado y al borde de la muerte, el asesino intentó apoyarse ensima  de un barril de duendes de señuelos en su caída. Dentro, un muñeco señuelo de duende, sucio y maltrecho, parecía observarlo con esos ojos de botones vacíos. En un último acto de desesperación, con su muy poco conocimiento de brujería, el bárbaro recitó un oscuro conjuro para darle vida al señuelo para después transferir su alma al muñeco mientras la tormenta rugía con furia.

La mosquetera, creyendo que su enemigo había sido finalmente derrotado, se acercó para confirmar su muerte, notaba la tormenta más agresiva y preocupante. Escuchó las últimas palabras de aquel bárbaro moribundo, sin pensarlo preparó un disparo final para acabar con la vida de ese hombre despiadado, justo un relámpago había caído cerca del lugar acabando con la vida de aquel hombre.

Con su último aliento, el bárbaro lanzó una mirada asesina, prometiendo regresar para matar a aquellos que lo traicionaron y a aquellos que lo llevaron a ese acto tan desesperado, volvería pero ahora con una fachada inofensiva e inerte.

¡¡BUU!! -clashroyale-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora