Apolo, empuñando con orgullo su legendario arco, se preparaba para lanzar un ataque devastador. Sin embargo, antes de que pudiera ejecutar su movimiento, el humano tomó la iniciativa. Con una fuerza descomunal, lanzó un golpe directo que no solo impactó el arco del dios, sino que también lo envió a él volando por los aires. Apolo sería estrellado contra de las paredes del estadio mientras su arma divina yacía destrozada por el ataque del humano.
Hah, perdón, pero los combates a distancia no son lo mío —dijo Oliva con una sonrisa confiada, mientras avanzaba hacia el dios, listo para continuar su ataque
Sin dudarlo, Oliva levantó su pierna y descargó un poderoso pisotón hacia Apolo. No obstante, el dios, evitó el ataque en el último momento y recuperó la compostura
—¿Pero qué demonios...? —logró murmurar Oliva antes de que un certero puñetazo lo silenciara.
—Bien, si no quieres jugar con mi arco... ¿qué te parece si boxeamos un poco? —exclamó Apolo, con un destello de desafío en los ojos. Acto seguido, lanzó un potente golpe al costado de Oliva, seguido de un uppercut que lo obligó a retroceder tambaleándose.
Desconcertado por el inesperado cambio de estrategia, Oliva se vio superado. El dios no le daba respiro, conectando golpe tras golpe en puntos vitales con una precisión letal. A pesar de los intentos del humano por contraatacar, Apolo, con un juego de pies tan elegante como letal, esquivaba todos y cada uno de los ataques.
Cada vez que Oliva erraba un golpe, dos más caían sobre él. En un momento de desesperación, intentó lanzar un puñetazo directo, pero la velocidad de Apolo lo superó nuevamente, respondiendo con otro impacto directo a su rostro. Cuando Oliva trató de retroceder, otro golpe lo alcanzó de lleno. Intentó contraatacar con un revés, pero el dios lo esquivó con facilidad y devolvió un nuevo ataque. Al intentar usar un codazo, Apolo se movió con maestría detrás de él y, sin darle tiempo a reaccionar, conectó un demoledor golpe en la nuca.
Oliva, buscando recuperar el control del combate, pensó rápidamente: Una patada. Sí, eso debería funcionar. Pero antes de que pudiera siquiera levantar el pie un centímetro del suelo, Apolo ya había anticipado su movimiento. El dios se deslizó con elegancia hacia una posición estratégica, esquivando la intención del humano con una precisión sobrehumana.
Sin darle tregua, Apolo desató una ráfaga implacable de golpes. Puño tras puño, la fuerza divina del ataque resonaba en el estadio, mientras el cuerpo de Oliva empezaba a resentir el castigo.
Los golpes de Apolo no solo eran rápidos, sino también perfectamente calculados. El humano comenzó a respirar con dificultad, su pecho subiendo y bajando de manera errática. Cada jadeo era una señal de que la ventaja del combate se inclinaba aún más hacia el dios del Olimpo.