𝟑.

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La mañana siguiente amaneció tranquila en la casa de New Jeans, pero el clima de calma no duraría mucho. Hanni llevaba horas buscando su cuaderno de letras, el lugar donde volcaba todas sus ideas y sentimientos, algunas de las cuales había pensado compartir con el grupo. Era algo muy personal para ella, y la simple idea de perderlo la llenaba de ansiedad.

Después de revisar cada rincón de su habitación, la cocina, y hasta la sala de prácticas, Hanni no pudo contener más la frustración. Su mente, agobiada por la tensión de los últimos días, solo podía pensar en una persona: Minji.

A lo largo de los meses, cada pequeño problema entre ellas había terminado en una discusión. Cada malentendido, cada roce, parecía tener a Minji en el centro. Así que, sin pensarlo dos veces, Hanni se convenció de que Minji debía haber tomado su cuaderno. Era la única explicación que le parecía lógica en ese momento. ¿Por qué lo haría? Quizás para sabotearla, para molestarla, o simplemente porque no podía soportar verla tener éxito.

Respirando con dificultad, Hanni se dirigió al dormitorio de Minji y, sin tocar la puerta, entró de golpe.

¡Devuélvemelo! —gritó, su voz temblando de ira.

Minji, que estaba sentada en su cama revisando unas notas de práctica, levantó la vista, completamente sorprendida.

¿Qué? ¿De qué estás hablando? —respondió Minji, frunciendo el ceño.

Sabes perfectamente de qué hablo. ¡Mi cuaderno! ¡Lo tomaste, estoy segura! —Hanni no bajaba el tono de su voz, su cuerpo entero estaba tenso, como si estuviera lista para pelear.

Minji la miró incrédula. Se levantó despacio, su mirada pasando del asombro al enojo.

¿Estás loca? ¿Por qué iba a tomar tu cuaderno? No me interesa lo que escribas —respondió Minji con frialdad, intentando mantener la calma, aunque su voz también comenzaba a alzarse.

¡Claro que te interesa! Siempre tienes que ser perfecta, siempre tienes que controlar todo, ¿no? Seguro que no soportas la idea de que alguien más tenga buenas ideas —Hanni la miró con furia, sus palabras llenas de veneno.

Las otras chicas, que estaban en la sala común, comenzaron a escuchar los gritos y se acercaron al pasillo, sintiendo que algo grave estaba por suceder. Danielle fue la primera en intentar intervenir.

Chicas, por favor, no es el momento para... —comenzó a decir, pero Hanni la interrumpió.

¡Esto es entre Minji y yo! —exclamó Hanni, sin quitarle la mirada a su compañera.

Minji, que ya había llegado al límite de su paciencia, dio un paso adelante, encarando a Hanni.

¡No tengo idea de dónde está tu maldito cuaderno! —gritó Minji, su control desmoronándose.

¿De verdad piensas que todo lo malo que te pasa es culpa mía? ¡Tal vez deberías empezar a mirarte a ti misma en lugar de culpar a los demás por tus propios problemas!

Las palabras golpearon a Hanni como un balde de agua fría. Aunque quería seguir peleando, algo en la manera en que Minji lo dijo hizo que se quedara en silencio por un momento. Su respiración seguía agitada, pero ahora sus ojos estaban llenos de confusión y dolor.

Danielle, Haerin y Hyein observaban desde la puerta, sin saber cómo intervenir en un conflicto que parecía no tener solución.

¿Y qué si es así? —Hanni murmuró, su voz más baja ahora, temblorosa. —Desde que llegué aquí, todo ha sido una competencia. Nunca sentí que fuera suficiente... especialmente para ti.—

Minji, sorprendida por la vulnerabilidad en las palabras de Hanni, dejó caer los hombros. Todo este tiempo había pensado que Hanni la despreciaba, que la rivalidad era mutua, pero ahora entendía que había más detrás de las peleas constantes.

Yo... —Minji comenzó a hablar, pero antes de poder decir algo más, Hyein, la más joven del grupo, apareció con el cuaderno de Hanni en la mano.

¿Esto es lo que estabas buscando? Lo encontré en la sala de prácticas, entre los cojines del sofá —dijo Hyein, mostrándolo.

Hanni se quedó paralizada, su rostro palideció al ver el cuaderno que había causado toda la pelea.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Minji suspiró profundamente, y sin decir una palabra, salió de la habitación. Hanni se quedó allí, sosteniendo su cuaderno, sintiendo una mezcla de vergüenza y arrepentimiento.

𝐖𝐞 𝐜𝐚𝐧'𝐭 𝐛𝐞 𝐟𝐫𝐢𝐞𝐧𝐝𝐬?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora