𝕾𝖎𝖊𝖙𝖊

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Capítulo Siete: Aliados

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Capítulo Siete: Aliados.

Al escuchar a Thea, Zayden cambió su expresión por completo. Su mirada reflejaba odio, su rostro estaba inexpresivo, como el de una momia. Esto causó algo de temor en la joven, quien decidió cambiar de tema para evitar la incomodidad en ese ambiente.

— Parece un tema delicado para ti, lo siento — dijo la chica, buscando tazas de té en su mueble — ¿Te gustaría beber algo más?

Él negó con la cabeza y se levantó de su asiento. Explicó que ya era tarde y que debía cumplir con su trabajo. Sus padres monitoreaban cada movimiento y no quería problemas por esto. Zayden salió de su apartamento y se dirigió al camerino para cambiarse de ropa. Esta vez se peinó y se hizo una pequeña coleta. Su cuerpo estaba cubierto de maquillaje para ocultar sus tatuajes, uno que no manchaba la ropa ni se desvanecía con el sudor.

La noche se hizo larga y sus ojos estaban somnolientos, al igual que los demás guardias de seguridad. A diferencia de ellos, que se turnaban, él debía permanecer en su puesto sin poder tomar ni un café. En una tablet que le habían entregado, podía ver las afueras del departamento, quién entraba y quién salía. En ese edificio, la mayoría de los residentes eran jóvenes mantenidos por sus padres.

Casi todos organizaban fiestas o llegaban de fiesta desde otro lugar. Muchos de esos jóvenes se acercaban a él con invitaciones a beber alcohol y consumir drogas, pero Zayden siempre se negaba. Algunos aceptaban su negativa y no insistían, pero otros como el chico de hoy, eran más problemáticos.

— ¡Te dije que me dejaras entrar! Thea me escribió, ¿no sabes quién soy y cuál es tu lugar, bastardo? — gritaba un chico rubio con ojos color miel y piel blanca, con unos cuantos lunares en su rostro.

Zayden le impedía el paso, explicando que la jefa no le había avisado que un amigo vendría a visitarla. Por su aspecto, debía tener la misma edad que la joven. Al abrir la boca, se podía oler el olor a alcohol que llevaba tomando desde hace tiempo.

— No estás en condiciones de visitar a la señorita Vasiliev, te pido amablemente que te retires — Zayden le indicó con el dedo que subiera al ascensor del edificio.

El chico no lo tomó bien y comenzó a insultarlo y tirarle dinero en la cara, humillándolo.

— Si no me voy, ¿qué me harás, puto guardaespaldas? — desafiaba el chico.

Lo que este joven no sabía era que Zayden no era alguien común. Al escuchar esa pregunta, se imaginó varias escenas en las que le rompía la boca y lo dejaba en terapia intensiva. Evitó el primer golpe del chico y lo inmovilizó en el suelo, con él suplicando por ayuda.

— ¡Malditos idiotas, ayúdenme! — el chico miraba a otros jóvenes ebrios que no se atrevían a acercarse.

Al ver los ojos de Zayden, dilatados y con una sonrisa espeluznante, nadie se atrevió a intervenir. Quiso romperle el brazo como advertencia, pero fue interrumpido por una voz femenina y una sombra frente a él.

— Quiero dormir, ustedes no me dejan — dijo la voz femenina, indicando a los demás guardias que se llevaran a los escandalosos — Zayden se queda aquí, hablaré con él.

El chico rubio suplicó quedarse, pero fue echado como un perro abandonado. Mientras tanto, Zayden estaba nuevamente dentro del apartamento de Thea. Ella estaba molesta, con el ceño fruncido y los labios casi tocando el suelo por la ira. Por instinto, Zayden se arrodilló pidiendo perdón, con las manos temblando.

— Tranquilo, no hace falta que te pongas de rodillas para pedir perdón — dijo ella, nivelando su altura con la de él — Estoy molesta por el ruido, pero no contigo, sé que hiciste tu trabajo Zayden.

Al darse cuenta de que la molestia no era con él, pudo calmarse. Desde pequeño había sido entrenado para obedecer las órdenes de sus superiores, que en su caso solían ser mafiosos o hombres adinerados. Si cometía un error, era golpeado hasta no poder abrir los ojos. Había pasado por una infancia cruel para convertirse en el sicario que era hoy en día. Al ver a Thea enfurecida, se imaginó lo peor y siguió el protocolo de pedir perdón de rodillas y humillarse ante su superior.

Ella lo levantó, lo hizo sentarse en el sofá y en lugar de whisky, le sirvió té de manzanilla con miel y galletas caseras con chispas de chocolate. Thea era atenta, todo lo contrario a sus padres.

— Quiero ser tu aliado — Zayden aceptó la propuesta de Thea con una condición — Pero debes conocer mi historial y el proceso que me llevó hasta aquí. Si seremos aliados significa que cada uno tiene metas diferentes o similares, cumpliré con lo que me pidas a cambio de que tú hagas lo mismo.

Thea bebió de su té, indicándole que hablara con comodidad, que ella lo escucharía atentamente.

— Mi única condición será que después de terminar esto, ninguno se vuelva a contactar en la vida — dijo ella, estrechando la mano de Zayden.

Él aceptó y estrechó su mano con la de ella, sintiendo angustia al pensar en no volver a contactarla. A pesar de tener objetivos similares, seguiría con su plan propio. Quería que Thea lo deseara al menos una vez, para luego desaparecer de su vida. O al menos, eso esperaba...

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 𝐂𝐔𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐄𝐋 𝐀𝐒𝐄𝐒𝐈𝐍𝐎 𝐒𝐄 𝐄𝐍𝐀𝐌𝐎𝐑𝐀 (𝐋𝐈𝐁𝐑𝐎 𝟏)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora