Ven por mi

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Joker: Sasuke/Kuroyuki
Harley: Naruto/ Kitsuné

Una gota cayó, dos... tres... cuatro... cinco... y ya no vio ninguna más. El sonido de la lluvia, tenue y constante, golpeaba el metal de las celdas, un ruido que se sentía tan distante como sus propios pensamientos. Naruto estaba sentado en la cama de su celda, una estructura de metal incómoda y fría que apenas se podía llamar cama. Sus ojos recorrían las sombras que proyectaban los barrotes sobre el suelo, mientras su mente le jugaba malas pasadas.

Se levantó de un salto, nervioso, y presionó los barrotes con ambas manos, como si al hacerlo pudiera liberarse de alguna manera.

- Mierda... -gruñó, apretando los dientes. La frustración lo invadía y, con un impulso, pateó las barras. El dolor fue inmediato, agudo, como si una llama subiera por su pierna.

-¡Auch! ¡Mierda! -gritó, sacudiendo el pie herido. Se dejó caer de nuevo en la cama, tomando aire entrecortado, mientras su mente volvía a lo inevitable-. ¿Vendrá por mí? -se preguntó en un susurro. Sasuke siempre lo sacaba de los problemas, siempre estaba ahí. Pero esta vez... no estaba tan seguro.

Se deslizó hasta una esquina de la celda, encogiéndose sobre sí mismo. La imagen de Sasuke lo perseguía: su mirada oscura, la expresión fría y decidida cuando lo había encontrado en el bar. Su Tomatito debería estar en camino, eso era lo lógico. Siempre había sido así. Sasuke lo encontraba, lo sacaba de los problemas, lo protegía a su manera posesiva y controladora, pero... ¿esta vez lo haría?

Naruto tragó en seco. Sabía que no había sido una buena idea ir sin él. Desde el principio había sido un error. El tipo del bar se había acercado demasiado rápido, había sido demasiado amable, y antes de que pudiera procesarlo, ya estaba borracho, mareado, con las manos de ese extraño sobre él, manoseándolo, besándolo. Todo pasó en un parpadeo, y entonces Sasuke lo vio.

Lo había seguido hasta allí, como siempre hacía, pero esta vez... esta vez lo que Sasuke vio no fue algo que podía explicar fácilmente. Su Tomatito lo arrastró fuera del bar, tirando de su brazo con una fuerza que dolía, sin decir una palabra. No hubo gritos, no hubo una pelea. Solo la furia contenida en esos ojos oscuros. Y luego, las palabras que habían caído como una sentencia:

-Ya no más.

Naruto apretó los puños contra sus rodillas, recordando el tono gélido con el que Sasuke había pronunciado esas palabras. ¿'Ya no más' qué? Se lo había estado repitiendo desde entonces. ¿Ya no más errores? ¿Ya no más perdones? ¿O ya no más ellos? Naruto dejó escapar un suspiro. Sabía que Sasuke tenía motivos para estar furioso, pero aún así... dolía. Dolía más de lo que podía admitir.

-Tal vez no venga -murmuró, bajando la cabeza. Su Tomatito era muchas cosas, pero indulgente no era una de ellas. Si realmente pensaba que lo había traicionado... si había interpretado todo mal... Naruto sacudió la cabeza, tratando de deshacerse de esos pensamientos, pero el miedo seguía allí, latente. Sasuke no era alguien que perdonara fácilmente. Y "ya no más" seguía resonando en su cabeza como una sentencia inquebrantable.

El frío del metal contra su piel lo devolvió a la realidad. Cerró los ojos, tratando de bloquear los recuerdos. Sasuke, su Tomatito, el hombre que lo había sacado de tantas situaciones, que lo había reclamado como suyo de la forma más violenta y apasionada posible. Pero ahora... ahora no estaba seguro de si esa protección seguiría. ¿Lo dejaría pudrirse en esa celda?

-No, no... -murmuró, golpeando el suelo con los nudillos-. Vendrá. Tiene que venir -se repitió, aferrándose a esa idea. Sasuke siempre venía por él. Pero el eco de esas palabras seguía atormentándolo. "Ya no más."

Para entender su frustración, había que retroceder al día anterior.

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Los primeros rayos de luz se colaban tímidamente por las cortinas entreabiertas de la habitación. Naruto se despertó, como lo hacía todos los días, adormilado y enredado entre las sábanas junto a su Tomatito. El calor del cuerpo de Sasuke a su lado era reconfortante, y se quedó quieto por unos segundos, disfrutando de esa familiaridad que lo hacía sentir seguro.

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