𝟎𝟏

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Su padre, lleno de satisfacción por celebrar el matrimonio de otra de sus cuatro hijas, había dado un sermón impactante desde el púlpito de la catedral de Sidney en la que ejercía de obispo. Y su madre había interpretado a la perfección el papel de emocionada madre de la novia.

Era una lástima que el hermano de Isabel, José Felix, hubiera ejercido de padrino, pero se había comportado relativamente bien e incluso había dedicado un sincero cumplido a las damas de honor. Al menos hasta que posó su irónica mirada sobre ella. Pero Samantha le había sonreído. No quería que nada ni nadie estropeara el día a su hermana.

Odiaba a Felix y el lo sabía. Era evidente porque no paraba de mirarla con expresión cínica. Parecía querer mandarle un mensaje silencioso.

Samantha alargó una pierna y se quedó paralizada al tocar otro cuerpo. Contuvo el aliento. Si encendía la luz para ver quién era. Se deslizó hacia el borde. La habitación estaba sumida en la oscuridad. Podía oír la respiración rítmica y el roce del cuerpo del desconocido contra las sábanas. Alargó la mano y encendió la lámpara de golpe.

-¡Dios mío!- Exclamó. -¡Tú!- Miró espantada al otro cuerpo que no era nada menos que; Felix, las sábanas lo envolvían, pero no podían ocultar la silueta de su cuerpo.

-Hola, Samantha- Saludó el, con voz soñolienta. -¿Has dormido bien?

Ella se cubrió con la sabana del hotel. Llevaba una maravillosa ropa interior, pero no estaba dispuesta a que Felix tuviera el privilegio de verla. -¡Sal de mi habitación!

El se giró hacia la rubia con expresión maliciosa. Su torso masculino de músculos marcados quedó al descubierto.

-¿«Tú» habitación?

-Si no te marchas llamaré a seguridad.- Samantha miró hacia donde había dejado la maleta, pero no la vio. -¿Dónde están mis cosas?

-En tu habitación- Respondió el.

Samantha apartó la vista y camino al cuarto de baño. Allí no estaban sus cosméticos, sino una cuchilla de afeitar, con la que sospecho que fue con la que se depiló la barba, un aftershave y un cepillo.

Salió a grandes zancadas y al ver a Felix sentado en la cama y apoyado indolentemente en las almohadas su furia se disparó.

-¡Me has quitado las cosas!- Exclamó, acusadora. Y fue hasta la mesilla para usar el teléfono. -Voy a llamar a recepción para que...

Una mano grande se cerró sobre su muñeca.

-Si fuera tú, no lo haría.- Le advirtió Felix, mirándola fijamente.

-Suéltame.

-Harías el ridículo cuando comprobaran que eres tú quien se ha equivocado de habitación.

boda por escándalo | riverducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora