Entrenamiento.

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Franco se encontraba en el gimnasio de su equipo, dándole vueltas a la idea que había estado rondando su mente desde hacía semanas. No era fácil acercarse a alguien como Checo Pérez, uno de los pilotos más respetados y experimentados en la parrilla, y pedirle ayuda. Pero Franco estaba decidido a mejorar su rendimiento, y sabía que si había alguien que pudiera ayudarlo a llevar su conducción al siguiente nivel, era Checo.

Con la determinación marcando cada paso, Franco se dirigió al garaje de Red Bull, donde sabía que Checo estaría preparando su coche para la próxima carrera. Lo encontró inclinado sobre el monoplaza, revisando algunos ajustes junto a su ingeniero. La visión de Checo, concentrado y con el ceño fruncido, hizo que Franco se sintiera un poco nervioso, pero no podía echarse atrás ahora.

—Checo —llamó Franco con voz firme, aunque sintió un leve temblor en su interior—. ¿Tienes un momento?

Checo levantó la vista, sorprendido al ver a Franco frente a él. Habían intercambiado algunas palabras en el paddock, pero nunca habían hablado a fondo. Sin embargo, había algo en la mirada de Franco que hizo que Checo accediera con un asentimiento.

—Claro, Franco ¿Qué necesitas? —preguntó mientras dejaba las herramientas a un lado.

Franco respiró hondo antes de soltar lo que llevaba días pensando.

—He estado teniendo problemas para mejorar mi ritmo en las últimas carreras. Sé que tienes mucha experiencia y... bueno, me preguntaba si podrías entrenarme. Sólo algunas sesiones, nada que te quite mucho tiempo.

Checo lo miró detenidamente, evaluando la seriedad en las palabras de Franco. Era un joven talentoso, pero inexperto, y aunque Checo no solía ofrecer este tipo de ayuda, algo en la sinceridad de la petición lo hizo considerar la idea.

—Podemos intentarlo —respondió finalmente—. Pero si lo hacemos, quiero que te comprometas al cien por cien. No me gustan las medias tintas.

Franco asintió con determinación.

—Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario.

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Los días siguientes estuvieron marcados por sesiones intensas en el gimnasio y simulador. Checo no se guardó nada, exigiendo lo mejor de Franco en cada ejercicio, cada vuelta simulada. Al principio, la relación era estrictamente profesional, con Checo corrigiendo errores y ofreciendo consejos técnicos mientras Franco absorbía todo como una esponja.

Sin embargo, conforme avanzaban las sesiones, la dinámica entre ellos comenzó a cambiar. Franco no pudo evitar notar lo cerca que estaba Checo cuando le corregía la postura o le explicaba una técnica, su voz baja y grave resonando en su oído. Por su parte, Checo también empezó a sentirse atraído por la dedicación y el deseo de superación de Franco, pero intentó mantener la profesionalidad.

Esa noche, después de una sesión particularmente extenuante, se encontraban solos en el gimnasio del hotel. Ambos estaban sudorosos y cansados, pero Franco no podía dejar de observar a Checo mientras este se limpiaba el sudor de la frente. Las luces tenues del gimnasio creaban un ambiente íntimo, y el silencio entre ellos comenzó a cargarse de una tensión palpable.

—Te veo más relajado últimamente —comentó Checo, intentando romper el silencio, pero sin dejar de notar la intensidad con la que Franco lo miraba.

Franco se encogió de hombros, sin apartar la mirada.

—Tú me has ayudado mucho con eso. Me siento más seguro en la pista... y fuera de ella.

Checo arqueó una ceja, captando el doble sentido en las palabras de Franco. Decidió seguirle el juego.

—¿Fuera de la pista, eh? —dijo con un tono que insinuaba más de lo que decía—. ¿Y qué significa eso?

Aceleración y Atracción | Chepinto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora