Prólogo

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"Ya lo saben, no tardarán en llegar" pensó con los nervios al borde, mientras veía como las brisas de viento se hacían cada vez más fuertes, empujando las enormes cortinas doradas que decoraban las ventanas del salón de reuniones. A su lado, su esposa miraba con preocupación el viejo libro que se hojeaba por sí solo, al son de la danza del viento, mostrando una profecía que esperaba no sea real.

Su majestad, los monarcas de las otras naciones han llegado. —Fue lo que dijo uno de los sirvientes de aquel palacio, antes de desaparecer de su vista, dando paso a los miembros de la realeza de cada reino, todos estos con rostros angustiados, dispuestos a oír las malas noticias que el rey Kim tenía por anunciar.

—Vinimos tan pronto como pudimos. — Dijo un hombre alto y ligeramente moreno, más conocido como Yang Dongju, rey poseedor del elemento de la Tierra. —¿Los rumores son reales? — Cuestionó a continuación una voz más grave, apuntando directamente al objetivo de su inesperada reunión, era el rey de la nación del Fuego, Shim Minjung.

Un silencio sepulcral inundó la sala, seguido de una risa amarga por parte del monarca del reino del agua, "Digno de ti, Minjung, no podía esperar un comentario más directo y seco" fueron las palabras que soltó en medio de la incomodidad, mientras una corriente de viento cerraba abruptamente la puerta detrás de ellos, indicando la privacidad de dicho encuentro. Hasta que finalmente una voz resonó en todo el lugar, "Tomen asiento" dijo el soberano anfitrión, dando inicio a la reunión.

...

"... 3, 2, 1, ¡Listos o no, allá voy!" gritó un pequeño niño con ojos de bambi, antes de salir a buscar a los seis chicos que estaban escondidos por aquel inmenso jardín. Se esmeró en buscar entre cada arbusto y detrás de cada estatua, pero esta vez parecía que se habían ocultado bastante bien. Así que, con el mayor entusiasmo, continuó con su búsqueda. A la vez que en las ramas de algún árbol se encontraban un par de risueñas criaturas, viendo como el mayor de todos seguía buscándolos.

— Este lugar es completamente seguro, Sunoo hyung, no se preocupe. — Susurró el pequeño de sonrisa de margaritas, mientras cubría sus labios en una señal de guardar silencio. — Creo que no es justo que uses tus poderes para este juego, Wonie, Heeseung hyung se puede enojar. —Respondió el niño de ocho años, mientras veía como uno de sus amigos era descubierto y atrapado.

Jungwon no hizo más que sacarle la lengua en respuesta, antes de darle la espalda a su amigo. Se había dispuesto a mirar el paisaje desde las alturas, espiando lo que los sirvientes de aquel castillo hacían, a través de las gigantes ventanas. Su sonrisa traviesa se mantuvo decorando su rostro en todo momento, hasta que su vista se posó en un par de ojos negros, un poco más grandes que los suyos, que reflejaban pequeñas constelaciones, al igual que los de Sunoo.

—Sunoo hyung, hay alguien en esa ventana. — Fueron las palabras que soltó la curiosa lengua de aquel chico de ojos gatunos, haciendo que el nombrado volteara en su dirección. —Oh... Ese es mi hermanito, mamá y papá lo han estado cuidando mucho últimamente. — Dijo el pequeño de mejillas esponjadas. —¿Es por eso que no sale a jugar con nosotros? — Continuó preguntando Jungwon. —No lo sé, la verdad... — Soltó en un hilo de voz Sunoo, viendo como aquellos orbes azabaches desaparecían en una amplia sonrisa, para luego verlo desaparecer de aquella ventana.

—Jungwonie, deberíamos bajar, Heeseung hyung nos sigue buscando. — Insistió el mayor, dando por terminada la conversación y dejando con dudas al menor.

Dudas que pronto olvidaría aquel pequeño, al ser regañado por su hermano mayor.

—Te dije que no usaras tus poderes, Jungwon, le voy a decir a papá que eres un tramposo. — Dijo con una tierna mueca de enojo el chico con ojos de bambi, llamado Heeseung. —¡Solo subimos a un árbol, eso no es utilizar mis poderes! — Reclamó con indignación el acusado, a punto de hacer un berrinche, mientras los otros niños solo veían con diversión aquella pelea de hermanos. Siempre habían sido así y sus amigos ya estaban acostumbrados.

"¡Jongseong, Sunghoon, ya nos vamos!" se escuchó a lo lejos, haciendo que la riña acabara abruptamente y las pequeñas risueñas carcajadas cesaran. El semblante de los hermanos Park cambió rápidamente a uno neutro y elegante, para luego despedirse de sus amigos y dar la vuelta hacia el gran portón que era abierto para dejar salir el carruaje real.

Una vez estuvieron fuera de la vista del pequeño grupo, las risas no tardaron en volver, esta vez burlándose de la reacción de sus amigos ante la llamada de su padre. Cosa que se repitió luego con el resto de niños. Los siguientes en irse fueron Heeseung y Jungwon, a quienes fueron a buscar hasta el jardín, y finalmente, de la misma manera que el primer par, Jake fue llamado.

—Entonces... ¿Cuándo te vas tú? — Preguntó directa e inocentemente Sunoo, quien inmediatamente fue regañado por la espalda, por nadie menos que el rey Kim, su padre. —No puedes tratar así a un amigo, Kim Sunoo. — Habló el mayor, caminando con total elegancia y una sonrisa falsa que el niño ya conocía bien. —Riki es como parte de la familia, puede quedarse todo el tiempo que quiera aquí. —

Un puchero se formó en los abultados labios del pequeño, para luego volver a sonreír ampliamente, imitando a su padre. "¿Quieres ir al salón de juegos, Riki?" preguntó con su suave tono de voz y sus ojos volviéndose medias lunas, mientras colocaba sus manitos detrás de su espalda, a lo que el menor respondió con un frenético asentimiento de cabeza. Adoraba pasar tiempo con los Kim, debido a que no tenía hermanos con quienes jugar en casa, y ahí lo querían como si fuese parte de su familia. Sunoo era el hermano que él nunca tuvo y él era el hermano que Sunoo nunca tuvo... O así lo veía el pequeño de seis años.

"A la Sombra del Mundo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora