Capítulo 4: El Desencanto

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Ximena amaba a Juan, pero no a este Juan. No al hombre que se había convertido en una sombra de lo que una vez fue. Ella añoraba al Juan del principio, al que le brillaban los ojos cuando la veía, al que se emocionaba con solo escuchar su voz. Ese Juan que la hacía sentir especial, única, amada. Pero ese Juan parecía haber desaparecido, reemplazado por alguien que apenas reconocía.

Cada día, Ximena sentía que le habían cambiado a Juan. El hombre que una vez la llenaba de flores y detalles, ahora apenas le prestaba atención. Ya no la tenía como su prioridad, y eso la destrozaba. Para Juan, Ximena ya no era el amor de su vida, ese al que le juró amar y proteger. Eran solo adolescentes cuando empezaron, y quizás, pensaba Ximena, eso había sido parte del problema. Habían crecido, cambiado, y sus caminos se habían separado sin que ellos se dieran cuenta.

Juan no quería pasar el resto de su vida con Ximena, y ella lo sabía. Lo veía en sus ojos, en sus acciones, en la forma en que la trataba. Pero a pesar de todo, Ximena no se fue. Ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera. Porque ella no quería empezar de cero. No quería enfrentarse a la soledad, al dolor de una ruptura definitiva. Solo quería recuperar su relación, volver a sentir esa conexión que una vez tuvieron. Pero a Juan esto parecía no interesarle.

Ximena recordaba con nostalgia los primeros días de su relación. Las risas, las miradas cómplices, las promesas de amor eterno. Pero esos días parecían tan lejanos ahora. Juan había dejado de ser el hombre que la hacía sentir viva, y Ximena se sentía atrapada en una relación que la consumía lentamente.

A pesar de todo, Ximena seguía luchando. Seguía esperando que Juan volviera a ser el hombre del que se enamoró. Pero cada día que pasaba, esa esperanza se desvanecía un poco más. Juan no le compraba flores, no la sorprendía con gestos de amor. Para él, Ximena ya no era su prioridad, y eso la destrozaba.

Ximena sabía que debía tomar una decisión. Sabía que no podía seguir viviendo en una relación que la hacía infeliz. Pero el miedo a la soledad, a empezar de nuevo, la paralizaba. Quería recuperar lo que una vez tuvieron, pero cada vez era más consciente de que eso era imposible.

Miradas CruzadasWhere stories live. Discover now