El pequeño pueblo de Valdarin no era más que un puñado de cabañas polvorientas y almas cansadas, apenas sostenido por las sombras de un pasado mejor. La mina que una vez le diera vida había sido clausurada tras una serie de desapariciones, y los aldeanos no tardaron en tejer leyendas oscuras alrededor de sus profundidades. Pocos se atrevían siquiera a acercarse, y menos aún a hablar de los horrores que podrían habitar bajo tierra. Fue justo esa incertidumbre la que atrajo a Thorn y a su grupo de bandidos.
Thorn era un hombre endurecido por las guerras y las traiciones, con cicatrices que contaban historias que prefería no compartir. Su ambición lo había alejado de la vida de mercenario años atrás; ahora, sólo veía las oportunidades donde otros veían peligro. Se había enterado de Valdarin en una taberna, entre susurros y risas nerviosas de borrachos que hablaban de una mina aún llena de minerales valiosos, esperando ser desenterrados. Y Thorn no podía resistir la promesa de riqueza.
El grupo llegó al pueblo bajo la apariencia de mercaderes. Kara, la mujer alta y de mirada severa que lo acompañaba, caminaba a su lado. Su pelo, negro como la noche, se recogía en una trenza que caía sobre su espalda, y en sus ojos siempre había un brillo de alerta. Kara había estado al lado de Thorn durante años, compartiendo más que sólo batallas. Su pasado juntos era un laberinto de emociones complejas, pero ahora, ella era su segunda al mando. Si había alguien capaz de sobrevivir en un lugar como Valdarin, era ella. No confiaba en la mina ni en los rumores, pero su lealtad hacia Thorn la mantenía firme.
Detrás de ellos, Eirik caminaba con una sonrisa sarcástica en el rostro, como si todo fuera una broma. Era joven, impulsivo, siempre dispuesto a desafiar el liderazgo de Thorn. A pesar de su actitud desafiante, era rápido con la espada y no dudaba en meterse en problemas si eso lo acercaba a la riqueza. Sus ojos brillaban con la promesa de oro y minerales bajo tierra, y aunque mantenía una rivalidad constante con Thorn, no podía negar que esta mina podía ser la clave para elevarse por encima de su jefe. A su lado, Myra, una hechicera de pocas palabras, observaba el entorno con desconfianza. Sus manos, ocultas bajo las largas mangas de su capa gris, podían invocar magia, pero no era ese poder lo que la hacía peligrosa. Era su paciencia, su mirada fría, calculadora, la que la diferenciaba del resto. Si alguien podía sentir el peligro antes de que llegara, era Myra.
Los pueblerinos, agotados por la pobreza y el miedo, apenas se atrevieron a mirarlos cuando entraron en la posada. Había algo en la forma en que Thorn se movía, en cómo Kara mantenía la mano cerca de la empuñadura de su espada, que advertía a cualquiera que intentara interferir. Incluso el alcalde, un hombre viejo y cansado, apenas ofreció resistencia cuando Thorn empezó a preguntar sobre la mina.
"Cerrada desde hace años," dijo el anciano con una tos nerviosa. "No es un lugar seguro. Muchos desaparecieron... nadie debería bajar ahí."
Thorn sólo sonrió con desprecio. "No venimos a preguntar si es seguro," respondió. "Sólo queremos saber dónde está la entrada."
Esa misma noche, bajo la luz pálida de la luna, los bandidos se encaminaron hacia la mina. Era un lugar oscuro y polvoriento, con el olor a roca húmeda y madera podrida llenando el aire. Kara caminaba en silencio, manteniendo sus sentidos alerta, mientras que Eirik no podía ocultar su emoción. Myra, por su parte, sentía una inquietud en el aire, como si algo antiguo y olvidado despertara a su paso.
Cuando cruzaron el umbral de la mina, los cuatro sabían que no había vuelta atrás. Las paredes, cubiertas de vetas de minerales brillantes, parecían prometer riquezas, y fue ahí donde la codicia comenzó a apoderarse de todos. Thorn lideraba el camino, su mirada fija en las profundidades. "Más adentro," dijo, ignorando los susurros de advertencia que parecían filtrarse entre las rocas. Kara frunció el ceño, pero lo siguió. Sabía que discutir con él era inútil cuando su mente estaba puesta en algo.
CZYTASZ
Relatos de Zeledor
FantasyRecopilación de diversas historias provenientes de Zeledor, un enorme continente que forma un país repleto de pueblos, ciudades y comarcas con habitantes tan fantásticos como los relatos que podrás encontrar aquí.