El teléfono sonó justo cuando estaba terminando de escribir la última página de su próxima novela. Ignoró el timbre de la segunda llamada hasta que puso el punto final, molesto por la distracción. Espero el tercer intento, intrigado porque el único que tenía ese número era su editor y que lo llamara a esas horas de la noche no era una buena señal. Esta vez contestó al primer tono.
—¿Es usted el escritor Shang Qinghua?
La voz del otro lado del teléfono no era la de su editor. Era una voz grave y baja, como un susurro, que le provocó un estremecimiento.
—Sí, soy yo. ¿Quién llama?
—Lo esperamos el viernes. Es de suma importancia su presencia.
—¿En dónde?
La llamada se cortó en ese momento, dejando al escritor desconcertado. Se encogió de hombros y descartó la llamada como una broma. Se dispuso a ir a su habitación para dormir, y en eso sonó el timbre. Al llegar a la puerta se asomó por la mirilla y no vio nada, al dar un paso atrás pisó descalzo un papel.
Era un sobre azul marino, no tenía remitente y sólo decía su nombre con tinta plateada. Estaba sellado con parafina y por más que se esforzó en reconocer el sello no pudo distinguirlo. Rasgó el sobre sin miramientos y dentro encontró una invitación en papel negro, fino, y con tinta plateada.
Estimado señor Shang Qinghua,
Solicitamos su presencia en la siguiente dirección
el viernes próximo a las 9 p.m.
para un asunto urgente.Será recompensado generosamente por su tiempo.
Para el alivio de Shang Qinghua, quedaba tan solo a las afueras de su ciudad.
Sentía mucha curiosidad por esa carta y, esperaba, no fuera una broma o, peor, un plan para asesinarlo. Alguna vez él mismo había escrito algo parecido, en el que un detective es invitado a una antigua casona con promesas de una herencia y él tenía que encontrar la manera de salir antes de que el demonio que la habitaba lograra beber su sangre para fortalecerse. Pero eso era ficción, y los demonios no existían, ni las criaturas sobrenaturales. A pesar de valerse él mismo de ellas en varias de sus obras de misterio, no creía ni un ápice. Un escéptico de primera.
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La mansión era impresionante. Un lugar suntuoso, aunque algo descuidado; seguramente los habitantes habían ido perdiendo sus riquezas poco a poco y mantener algo así era costoso.
La puerta se abrió con un chirrido espantoso que le causó escalofríos al escritor. No había nadie del otro lado, así que Shang Qinghua asumió que habría algún mecanismo para abrirla.
Por dentro la mansión estaba helada y el abrigo de Shang Qinghua no hacía suficiente para calentarlo. Pero al menos por dentro no se veía tan descuidada la mansión como por afuera. Lo que sí es que le llamó la atención notar que no parecía haber luz eléctrica. El vestíbulo estaba iluminado por cientos de velas de cera. Shang Qinghua admiró la arquitectura barroca de este.
—Me alegra que haya atendido la invitación.
Estaba tan concentrado admirando los detalles de la escalera que parecían copos de nieve que lo sobresaltó la voz que se escuchó saludarlo. Se giró de un brinco y vio ante sí el hombre más inmenso y, también, más hermoso que había visto en su vida.
Vestía una capa azul bastante anticuada y un traje del mismo tono que parecía de, al menos, un siglo antes. Pero dejando de lado su excéntrica forma de vestir, su apariencia lucía más... atemporal, digamos. Con el cabello teñido de blanco o completamente canoso —aunque no parecía tener más de treinta años—, largo y lacio parecía sumamente distinguido y su rostro era tan bello que no podrías dejar de mirarlo porque no parecía ni siquiera real, parecía algo de una pintura.

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El fantasma de la mansión de hielo
FanficShang Qinghua es un escritor de novelas de misterios sobrenaturales que no cree en fantasmas. Un día es invitado a una misteriosa mansión donde el anfitrión le pide ayuda con el fantasma que habita ese lugar, averiguando qué es lo que el espectro de...