Opresión

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Esa noche, el silencio en mi habitación era opresivo, como si cada sombra escondiera algo que esperaba el momento perfecto para atacar. Intentaba dormir, pero cada vez que cerraba los ojos, esa sensación de estar vigilada se hacía más fuerte. Era como si alguien, o algo, estuviera agazapado en las esquinas, aguardando.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y abrí los ojos. Me senté en la cama, el aire parecía cargado de una tensión que no podía explicar. Entonces, noté un destello en el espejo. Parpadeé, asegurándome de que no era solo mi imaginación. Pero no, ahí estaba. Algo en el reflejo... algo que no pertenecía a este mundo.

Me acerqué lentamente, el corazón latiéndome en los oídos. En el reflejo, detrás de mí, una figura apareció. Pálida, deforme, con una sonrisa grotesca, como si su boca se estirara más allá de lo que era posible para un ser humano. Sus ojos eran pozos oscuros, vacíos, devorando la poca luz que había en la habitación.

Quise gritar, pero mi voz se ahogó en mi garganta. Me quedé paralizada, los pies enraizados al suelo. Y entonces, cuando finalmente pude moverme, me eché hacia atrás, tropezando con la cama. El espejo tembló, pero la figura seguía ahí... sonriéndome, burlándose de mi miedo. Y en un parpadeo... desapareció.

Escuché pasos apresurados, y mi madre irrumpió en la habitación, con el rostro pálido de preocupación.

"¡Clara! ¿Qué ha pasado?"
"¡No... no lo sé! ¡Lo vi! ¡En el espejo! ¡Había algo ahí, te lo juro!" Mi voz temblaba, y las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos, sin poder contenerlas. Estaba aterrada.

"Clara, cariño... ya no puedo más con esto. Necesitas ayuda. Esto... esto no puede seguir así. Te voy a llevar con un especialista."

Su tono era calmado, pero esa calma solo avivó mi desesperación. Sentía como si el suelo se desmoronara bajo mis pies.

"¿Qué?" Mi voz se rompió en un susurro, incrédula. "¿Sigues creyendo que estoy loca? ¡No lo estoy! ¡Te lo juro, mamá! ¡Algo está aquí! ¡No soy yo!"

"Clara... estoy haciendo esto porque te quiero, porque no puedo verte sufrir de esta manera." Intentaba sonar reconfortante, pero todo lo que sentí fue una profunda traición.

"¡No me entiendes!" grité, sintiendo que la ira y el miedo me ahogaban. "¡Nunca me entiendes! ¡No estoy loca!" Mis manos temblaban de rabia y frustración, y las lágrimas finalmente cayeron, ardientes. "¡Por favor, créeme! ¡Algo está aquí... algo me está acosando!"

Mi madre suspiró, con los ojos llenos de compasión, pero vacíos de verdadera comprensión. "Clara, cariño... estás asustada. Pero todo esto está en tu mente."

"No..." dije, mi voz apagada por la decepción. "No me escuchas. No quieres escucharme." Me sentí completamente sola. "Déjame en paz", murmuré, apartando la mirada. "Solo... déjame sola."

Me di la vuelta, dejando que las lágrimas se llevaran con ellas cualquier esperanza de ser entendida. Sentí que no podía confiar en nadie... ni siquiera en mi propia madre.

No podía seguir así, ignorando lo que me estaba ocurriendo. Tenía que saber qué era lo que estaba detrás de todo esto, lo que me estaba acosando, lo que me estaba volviendo loca... si es que no lo estaba ya. Encendí mi laptop con manos temblorosas, mi mente girando a mil por hora. Tenía que encontrar respuestas.

Metamorfosis profana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora