Entre la fé y la locura

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15 de octubre,2025

Habían pasado varios días y el silencio de Sarah se hacía insoportable. La culpa me consumía cada vez más, sabiendo que mis palabras habían sido hirientes, injustas. Jamás quise decirle lo que dije, pero en ese momento algo oscuro dentro de mí había tomado el control. Traté de disculparme, de explicarle, pero cada llamada que hacía solo terminaba en su buzón de voz. Ningún mensaje era respondido.

 

Me sentía atrapada en esa angustia. No solo estaba perdiendo el control sobre mi vida, sino que ahora también estaba alejando a las personas que más me importaban. Las noches se volvían más largas, los días más vacíos. El peso de lo no dicho, de lo no resuelto, se sumaba a la carga que ya llevaba a cuestas.

 

Cada vez que miraba el teléfono, esperaba una respuesta que nunca llegaba. Me encontraba escribiendo y reescribiendo mensajes, intentando encontrar las palabras adecuadas para disculparme, pero nada sonaba bien, nada podía deshacer el daño que había causado.

 

"Lo siento, Sarah."

 

"Nunca debí decirte eso."

 

"Por favor, hablemos."

 

Cada intento de contacto parecía desaparecer en el vacío. Mi propia voz resonaba en mi cabeza, repitiendo esas palabras frías y crueles que no podía creer haber pronunciado. Sabía que Sarah no merecía eso. Ella había sido mi amiga, mi apoyo... pero esa presencia dentro de mí, me estaba transformando en alguien irreconocible. A veces, ni siquiera me reconocía frente al espejo.

 

Comenzaba a temer que, con cada día que pasaba sin hablarle, la distancia entre nosotras se volvía más insalvable. Sarah había sido la única en quien realmente podía confiar. Y ahora, esa única conexión se desvanecía por mi culpa.

Las noches, por supuesto, eran las peores. La soledad se intensificaba y mi mente volvía a esos momentos en los que todo comenzó a torcerse. A veces me preguntaba si estaba perdiendo mi mente, si Balaam había ganado más de mí de lo que pensaba.

De reojo vi pasar una sombra pequeña por la puerta de mi habitación. Iba corriendo, tan rápido que casi pensé que lo había imaginado, pero lo reconocí al instante. Lucas, pensé. Mi hermano siempre tiene esa costumbre de molestarme cuando menos lo espero.

 

—¡Lucas, no molestes! —grité, exasperada, mientras me volvía a tirar sobre la cama. Cerré la puerta con un golpe suave, intentando encontrar algo de paz.

 

Suspiré, cerrando los ojos, esperando que la oscuridad me envolviera. Pero apenas unos segundos después, escuché tres golpes secos en la puerta. Abrí los ojos de golpe, molesta.

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⏰ Última actualización: Oct 21 ⏰

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