Cinco días después, Max estaba en la terraza que había en su despacho del yate, tomándose una copa con Nico Rosberg.
El resto de los invitados estaban bañándose y tomando el sol en la cubierta principal. Él estaba tan acostumbrado a ver a mujeres medio desnudas que casi ni las miró. La única persona que llamó su atención fue un castaño que se movía, elegante como una gacela, entre las sombras. La piel canela de Sergio se quemaba bajo el sol, pero su tono moreno lo distinguía del resto de los invitados con piel clara.
–Sergio es todo un hallazgo– comentó Nico con cautela, observando que éste se sentaba a leer un libro.
Max apretó los dientes. «No lo sabes bien», pensó con frustración. Había intentado alejarse de él, pero eso tampoco había funcionado. Era como un puzzle al que le faltasen varias piezas: incomprensible y exasperante.
–Muy natural, cariñoso, fresco...– continuó Nico, sin molestarse en ocultar su apreciación.
–Muy fresco– replicó Max.
–No veo que le prestes demasiada atención...
–Sergio prefiere que no le hagan mucho caso– le contestó él, preguntándose cómo era posible que hubiese ido a dar con el único hombre que no reaccionaba ante aquello.
Max, que estaba acostumbrado a que las personas se acercasen a él con ganas de complacerlo y entretenerlo, no sabía qué hacer con una que prefería guardar las distancias.
Kelly se sentó al lado de Sergio a la sombra.
–Tengo demasiado calor– protestó la esbelta castaña.
Sergio no se molestó en sugerirle que se diese un baño tal y como iba, en topless y con una minúscula braguita, ya que sabía que Kelly no querría estropearse el maquillaje ni el peinado. Él, por el contrario, se bañaba y nadaba varias veces al día, ya que no soportaba pasarse el día sin hacer nada.
El agua le encrespaba un poco el pelo, pero dado que había salón de belleza en el barco, no era un problema.
–Esta es la última noche de los invitados– le recordó Kelly–. ¿Qué te vas a poner para ir a la discoteca de Ayia Napa?
–Ya encontraré algo– respondió él sin más.
Vio a Max en la terraza de su despacho con Nico. Alto, piel clara, muy guapo, inescrutable e impredecible. Prácticamente lo había ignorado después del encuentro que habían tenido en su despacho. Era educado cuando tenían compañía y se comportaba como si fuesen pareja, pero había intentado no volver a tocarlo. Era normal, después de lo que había hecho él.
Le había dicho una cosa y después había hecho otra. Max debía de estar harto de aquello y Sergio también. Era como si tuviese una doble personalidad, una que seguía recordando su turbulenta niñez con una madre que era una devorahombres, y la otra parte que le recordaba los estrictos límites morales que había intentado inculcar a sus hermanas al tiempo que les servía de ejemplo. El sexo solo por placer no entraba en sus parámetros y no se sentía avergonzado por contenerse y respetar sus principios.
–Espero que no te importe, pero he pensado que a lo mejor necesitabas algo de ropa, y te he dejado unas prendas encima de la cama –le dijo Kelly sonriendo de oreja a oreja.
En los últimos días, Sergio había aprendido a relajarse un poco al lado de la secretaria, que se esforzaba mucho en aconsejarlo. Se había dado cuenta de que Kelly se había ocupado de los invitados de Max en otras ocasiones y era consciente de que le había usurpado su puesto.
Por eso le había sorprendido tanto su amabilidad, aunque había resultado una sorpresa muy agradable, sobre todo, en comparación con la frialdad con la que lo trataba Max.